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Estos médicos buscan controlar el chagas en Colombia
Miércoles, Agosto 7, 2019 - 08:00

La enfermedad podría afectar a 4,8 millones de personas, principalmente entre los más pobres.

“¿A qué laboratorio le podría interesar hacer una inversión para una enfermedad que afecta a las poblaciones más pobres? ¿Quién estaría dispuesto a hacer un ensayo clínico para buscar la cura de un mal que afecta a comunidades marginales en los países subdesarrollados?”.

Rafael Herazo es cartagenero. Es médico y sus preguntas resumen este texto. Hoy pasa parte de su tiempo viajando por Arauca, Casanare, Santander y Boyacá. Con frecuencia va a Bogotá, pero no es fácil lograr un encuentro con él. En 2016 se unió a una organización que está rompiendo los modelos globales para desarrollar nuevos medicamentos. Desde entonces su vida transcurre visitando calurosos municipios y zonas rurales que muy pocos colombianos conocen. Drugs for Neglected Diseases Initiative es su nombre, es decir, Iniciativa por Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, popular en el mundo farmacéutico por las siglas DNDi. 

“Una alianza para el desarrollo de productos particularmente prolífica”, la definió en 2016 el Grupo de Alto Nivel del Secretario de la ONU en un famoso informe sobre el acceso a medicamentos. Fue creada en 2003 y había logrado lo que parecía imposible: aglutinar, con el liderazgo de Médicos Sin Fronteras, a varias ONG, académicos, gobiernos y algunos laboratorios en busca de tratamientos para esas enfermedades que a casi nadie importan. “Desatendidas” es el adjetivo con el que las agruparon.

Rafael empezó a interesarse por uno de esos males, entre los que están el dengue y la malaria, casi por azar. Llegó al chagas luego de haber pasado una temporada de 2009 en Timbiquí, viajar por Cauca y aterrizar en Tame (Arauca). Allí, en 2011, comenzó a entender esa enfermedad que afecta a unos seis millones de personas y que puede llevar a la muerte. También causar grietas financieras a los sistemas de salud. Casi todos los pacientes están en América Latina. En Colombia hay unas 438.000 personas infectadas, pero más de 4,8 millones están en riesgo de infección.

“Es una enfermedad muy compleja y que ha tenido muchas barreras de atención”, dice. “Pero es una historia que, poco a poco y gracias a muchos esfuerzos, hemos empezado a cambiar”.

***

DNDi se acercó al Gobierno colombiano en 2015. Alejandro Gaviria era ministro de Salud y había recibido de sus antecesores un proyecto que arrancó en 2008. “El Plan Nacional de Chagas lo creamos luego de una visita a Casanare, cuando nos dimos cuenta de la gravedad del problema en términos de salud pública. Había mucha gente afectada y ese territorio no tenía nada”, recuerda Mauricio Vera, responsable aún del programa.

Se refiere a que en ese departamento, como en muchos otros, no había médicos que supieran diagnosticar el chagas. Tampoco bacteriólogos ni entomólogos capacitados para identificar el Rhodnius prolixus, un insecto que, a través de sus heces, transmite el parásito que causa la enfermedad, que también se trsfiere por alimentos contaminados, de manera congénita o por transfusiones sanguíneas. Si no se ataca a tiempo, las consecuencias son fatales. Con los años puede provocar cardiopatía. “Es posible que haya 131.000 personas con esta condición y atender a cada una puede valer entre $40 millones (US$ 11.700) y $400 millones (US$ 117.100)”, cuenta Vera.

¿Cómo resolver ese escenario cuando buena parte de los infectados están en zonas rurales y sus viviendas de palma, bahareque y piso de tierra son también el mejor hogar del insecto? ¿Cómo frenar el chagas cuando ni siquiera había caminos claros de diagnóstico?

“Una de las primera cosas que hicimos fue trabajar con el Ministerio de Salud y elaborar un proyecto para eliminar las barreras de diagnóstico y tratamiento”, dice Sergio Sosa-Estani, médico argentino y director del programa de chagas de DNDi.

Lo que hicieron, en pocas palabras, fue crear un programa piloto en cinco municipios de los departamentos que suele recorrer Rafael Herazo. Entre ellos estaban Támara y Nunchía, en Casanare. Allí hicieron talleres de capacitación con médicos, personal administrativo y encargados de los laboratorios. Lograron, entre otras cosas, acelerar el diagnóstico. Hace unas décadas podía tardar cuatro años, pero ellos crearon un camino para hacerlo apenas en tres meses.

“Fortalecimos los centros de atención más cercanos a las comunidades. Eran medidas sencillas que generaban cambios trascendentales”, recuerda Rafael.

También rompieron mitos para evitar que, como solía suceder, los pobladores recurrieran a fármacos usados por veterinarios y accedieran a la combinación que cura el chagas en fase temprana o ayuda a frenar su progresión en fase crónica: benznidazol y fosravuconazo, dos medicamentos que hoy son gratuitos en Colombia.

El primer resultado de ese plan piloto lo revelaron hace un par de semanas. En Támara y Nunchía lograron un aumento diagnóstico poco usual en el mundo médico: del 1.300 %. De los evaluados, el 20% tuvo infección.

“Si diagnosticamos a los pacientes de manera temprana, evitamos con las medicinas disponibles que desarrollen cardiopatías en el futuro”, dice Vera. “Es algo fundamental de la atención en salud”.

Sin embargo, el benznidazol y el fosravuconazol, medicinas desarrolladas a mediados del siglo XX, tienen unos efectos secundarios tras tomarlas dos meses que hacen que el 20 % de quienes acceden a ellas las abandonen. En palabras de Sosa-Estani, como es una enfermedad desatendida, de poblaciones pobres, el desarrollo de nuevos tratamientos se estancó y no se buscaron alternativas.

La única nueva ruta la están abriendo él y su equipo de DNDi. En 2016 iniciaron un ensayo clínico en Bolivia que ha dado resultados esperanzadores. Aunque es un ensayo en fase 2, han encontrado un tratamiento más corto con el benznidazol que puede ser igual de eficaz y mucho más seguro. Sus efectos adversos también son menores.

Su investigación tiene un nombre complejo: Benznidazole New Doses Improved Treatment & Associations. Sus siglas conforman un acrónimo mucho más fácil de recordar: Bendita.

Autores

El Espectador