Por Fabrizio Lorusso (@FabrizioLorusso), quien es profesor en Administración de Empresas por la Universidad L. Bocconi de Milán y doctorando en Estudios Latinoamericanos de la Unam, México.
La búsqueda de lo que es bueno para los hombres, de lo que es o no es justo hacer. Distinguir entre lo malo y lo bueno. El estudio sobre la acción humana y de las normas a las que se apega o debería apegarse. Son algunas definiciones muy sencillas de "ética". En economía y administración hay varias aplicaciones del concepto que podrían entrar en la categoría de las "éticas especiales" que yo entiendo y simplifico como "sectoriales" (como la bioética, la ética del medio ambiente o la de género, etc...).
En un nivel más teórico, están la ética de la economía, que tiene que ver con la aplicación de la ética al discurso de la economía como disciplina; y simétricamente tenemos la ética de la administración, que representa la aplicación de la ética y de la discusión filosófica a la teoría general de la administración.
En un nivel más práctico, están la business ethics o ética de los negocios, que define todos los deberes éticos (lo bueno y lo malo) de las personas que actúan en el mundo de los negocios y en el mercado, o sea, en la sociedad; y finalmente, la ética de empresa o empresarial, como una derivación, una subcategoría aplicable de la anterior (la business ethics) para el ámbito interno de la firma y de las decisiones de los gerentes o managers de ese complejo productivo y social que es la empresa.
De la ética, o sea, de lo que es bueno o malo en la teoría y en la práctica de las organizaciones y de las personas que las integran, se desprenden los contenidos de las "responsabilidades sociales de la empresa" (RSE) que se han propuesto en su conjunto como un nuevo modelo de gobernanza y organización.
Simplificando un poco, los modelos de gobernanza de la empresa que se manejan en la teoría son el clásico del shareholder value o el del stakeholder value, en el que la organización interioriza prácticas e ideologías dirigidas a la creación de valor no sólo para los accionistas, sino para todos los portadores de intereses del entorno.
La progresiva ampliación de esta categoría, la de los actores "interesados" en el resultado y en el buen funcionamiento de la empresa, se realiza en un sentido horizontal (más actores involucrados, más stakeholders) y en un sentido vertical (más expectativas y nivel de los compromisos, o bien, profundización de la relación empresa-entorno). Esta ampliación ha forjado en los últimos 20 años el concepto de RSE que, sin embargo, puede ir más allá del enfoque multi-stakeholders y de las recomendaciones de la business ethics.
¿Cómo? Con la integración de prácticas y estudios orientados por la propuesta de una gestión estratégica global basada en la RSE que es importante por su relevancia social y económica, y por su creciente difusión académica dentro de las teorías económicas (y administrativas). Éstas van reconociendo cada vez más las fallas de un mercado ya no tan "perfecto".
Hay una buena definición para la RSE, que le otorga el valor de una misión y representa una verdadera visión estratégica, que ha dado un paso más allá con respecto a la visión clásica y a la simple consideración de que hay "muchos" portadores de intereses. También va más allá de la búsqueda de un sello o de una etiqueta de "socialmente responsable" para la firma y, citando a Sacconi (Guida critica alla responsabilità sociale a al governo dell’impresa, Bancaria Ed., Roma, 2005), la RSE significa “un modelo de governance (gobierno de empresa) ampliado en el que quien maneja la empresa tiene responsabilidades que se extienden de la observancia de los deberes fiduciarios hacia la propiedad a los análogos deberes hacia todos los stakeholders o portadores de intereses”, entendiendo a éstos últimos como “cualquier individuo o grupo cuyos intereses sean tocados de manera esencial (en calidad de participantes a transacciones, o bien, a través de los efectos externos de dichos intercambios) por la conducción de las actividades de la empresa”.
La naturaleza de esta definición es más compleja y completa de lo que parece en un primer momento, ya que involucra dimensiones distintas y relacionadas:
La económica: ampliación de los deberes hacia los portadores de intereses que no son simplemente los accionistas y el reconocimiento de la imperfección de los contratos que rigen las transacciones intra y extra firma y, por ende, la necesidad de un modelo estratégico consecuente;
La jurídica, al hacer hincapié en un tipo de “contrato ideal” entre portadores de intereses contrapuesto al “contrato real y de papel” firmado entre los socios, los dos incluidos en la fórmula de los “deberes fiduciarios”;
La ético– filosófica, como justificación, motivación y norma, no escrita, para las acciones en un modelo de “gobierno o governance ampliado”;
La empresarial – administrativa, por el uso del concepto de stakeholder, típico de los estudios sobre la gestión estratégica de la empresa, aunque aquí adquiere un sentido ulterior de índole normativa y práctica acerca del papel y de la autoridad del empresario o administrador.
La cuestión de la dimensión social y de la ética en la gestión de empresa está todavía en debate: si bien está aceptado que la primera responsabilidad y condición de sobrevivencia de cada empresa es de tipo estrictamente económico, también es difícil negar su dimensión profundamente social y relacional, la que hace presuponer una ampliación del sistema de derechos y deberes de la institución con respecto al entorno.