Durante los llamados "años mozos" la mente cambia en la forma que se relaciona con el mundo. Bien orientado, el proceso abre mayores expectativas de desarrollo para padres y jóvenes.
Lo más común es considerar el período de la adolescencia como una fase transicional en el ser humano, llena de incertezas e inseguridades, siendo casi siempre observada como "la edad del pavo".
Si bien se reconoce su ímpetu y su agilidad mental y física, lo cierto es que la adolescencia no se observa como una fase importante en la vida de las personas.
Contra todo eso se desarrolla hace varios años una escuela psicopedagógica que busca hacer entender que la etapa adolescente ha sido mal estudiada por las escuelas tradicionales. El médico y profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de California (Ucla), Daniel Siegel, es uno de ellos.
Siegel ha publicado una serie de libros en los que destaca que la capacidad cerebral de las personas alcanza durante la adolescencia una altísima posibilidad de desarrollo, por lo que si es bien administrada las expectativas del futuro se amplían.
Básicamente, el experto sostiene que durante los llamados "años mozos" la mente cambia en la forma de recordar, pensar, razonar, centrar la atención, tomar decisiones y relacionarse con los otros.
Eso porque se producen cambios en los circuitos fundamentales del cerebro, afectando a "la forma en que los jóvenes buscan la gratificación en probar cosas nuevas, conectar con sus iguales de manera diferente, sentir emociones más intensas y rechazar los modos establecidos de hacer las cosas para crear nuevas formas de estar en el mundo", dice Siegel en su libro "Tormenta cerebral".
Su idea es doble: empoderar a los adolescentes en cuanto a las reales capacidades que pueden desarrollar y hacerles ver a los adultos, a los padres, que los cambios en sus hijos o cercanos (que pueden ser parientes o alumnos) no es sólo que se han vuelto rebeldes. Se trata de modificaciones neuronales que implican una forma diferente de ser y estar en el mundo.
El punto es que se requieren actitudes diferentes en los mayores, de manera de orientar de mejor manera el proceso en el que una mente en desarrollo aún no maneja bien el timón de sí mismo.
"Los cambios cerebrales que se dan durante los primeros años de la juventud establecen durante la adolescencia cuatro cualidades en nuestra mente: la búsqueda de novedades, implicación social, aumento de intensidad emocional y experimentación creativa. Todas ellas llevan asociadas ventajas y desventajas, o lo que es lo mismo, beneficios y riesgos, con la consiguiente tormenta cerebral que ello supone", señala el experto.
De allí es que dicha tormenta o mar de dudas debe tener una buena hoja de ruta, que es lo que propone Siegel. En el fondo, para adultos y adolescentes, un viaje al interior de uno mismo.
En ese sentido, el desarrollo de una "brújula interna" que sepa equilibrar el ímpetu con la sabiduría, aprendiendo a escuchar también el cuerpo, es el objetivo central. El experto subraya que en todas las culturas se observa que los adolescentes son los que presionan los límites de la sociedad, lo que da cuenta que cada cierto tiempo hay que renovar las cosas.
"Cuando aprendemos como niños absorbemos todo lo que los adultos enseñan sobre su mundo, pero cuando somos adolescentes nuestra tarea es pensar no en el mundo que es, sino que imaginar el mundo que podría ser", comenta Siegel.
Por cierto, algo muy diferente a lo que ocurre en otras especies. Porque el grupo que de verdad ayuda al ser humano a evolucionar es el de los adolescentes. En medio del constante cambio en el que vive el mundo, ellos son quienes piensan en cosas distintas. Es ese aspecto el que el médico y académico invita a considerar.