La petición es una respuesta a los anuncios de edición en ADN hereditario hechos el años pasado.
El escándalo generado después de que el investigador chino He Jiankui anunciara haber creado dos niñas gemelas modificadas genéticamente con CRISPR en noviembre de 2018 hizo saltar todas las alarmas éticas sobre los usos de esta técnica.
El genetista aseguró entonces que lo había hecho para eliminar el gen CCR5 con el objetivo de hacerlas resistentes al VIH. Lo que hizo fue modificar el genoma de estas niñas de forma permanente y el de sus descendientes, creando una nueva estirpe humana y sin tener en cuenta los posibles riesgos.
La moratoria no afectaría a la edición de embriones humanos para la investigación ni a la de células somáticas para tratar enfermedades
Como consecuencia de este y otros eventos en los últimos años, un grupo de 18 científicos y expertos en ética de siete países, entre ellos, Eric Lander, Françoise Baylis, Feng Zhang, Emmanuelle Charpentier y Paul Berg, han pedido en un artículo publicado en Nature una moratoria global de todos los usos clínicos de la edición genética en la línea germinal humana. Es decir, cambios en el ADN hereditario –en espermatozoides, óvulos o embriones– para crear niños modificados genéticamente.
“Esto ya es ilegal en muchos países como España, que firmaron el Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina –o Convenio de Oviedo– en 1997”, comenta a Sinc Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología.
Críticas a los que sabían y callaron
Los firmantes de la moratoria han estado involucrados en el campo de la edición genética con CRISPR y han sido agentes activos en el desarrollo y aplicación de la tecnología. También han organizado e intervenido en cumbres internacionales y participado en comités consultivos nacionales, estudiando las cuestiones éticas planteadas.
En el artículo, hacen críticas a aquellos científicos –sin nombrar a ninguno– que tenían información sobre el experimento que estaba llevando a cabo He Jiankui con embriones humanos “y no tomaron medidas adecuadas para pararlo”.
En esta propuesta de moratoria –resalta Montoliu– “no se incluye la edición genética de embriones humanos con finalidad de investigación en el laboratorio –un uso que es legal en España, a través de la Ley de Reproducción Asistida, y en otros países– dentro de unos determinados límites y tras la obtención de los correspondientes permisos y autorizaciones”.
Este aplazamiento –añade– “tampoco afectaría a la edición genética de células en personas adultas con finalidad terapéutica, como una de las formas avanzadas de terapia génica somática, que está ya siendo investigada de forma experimental en un reducido número de patologías congénitas. Por ejemplo, la beta-talasemia, la anemia falciforme o un tipo de amaurosis congénita de Leber”.
Debate abierto
Montoliu ve con buenos ojos esta propuesta, impulsada bajo la dirección de Eric Lander, el director del Broad Institute del MIT. En su opinión, “la demanda de detener cualquier experimento similar al que se produjo en noviembre en China no es nueva, pero sí lo es pedir una moratoria de cinco años, a la que los firmantes de este documento confían que los países se adherirán de manera voluntaria, deteniendo cualquier intento de repetir una edición genética de seres humanos”.
Los firmantes de este documento confían que los países se adherirán de manera voluntaria
Transcurridos esos años, los países podrían optar entre varios escenarios, como por ejemplo, permitir la edición genética de humanos en determinadas situaciones, pero deberán debatirlo abiertamente con todos los agentes implicados en la sociedad. Además, la aplicación deberá estar justificada científica, ética y socialmente.
Los autores proponen a la Organización Mundial de la Salud (OMS) u otro organismo creado específicamente como el marco donde se podrían debatir estos temas a nivel internacional. “Cabe recordar que la OMS acaba de constituir un comité de expertos para debatir sobre los múltiples aspectos alrededor de la edición genética”, apunta Montoliu.
En su opinión, “hay que reconocer que la propuesta de moratoria es valiente y novedosa, y no requiere de acuerdos internacionales, sino de la expresión de posiciones a nivel nacional, país a país, lo cual es infinitamente más sencillo que poner de acuerdo a muchas naciones, como continuamente constatamos en la ONU o en la Unión Europea, sin ir más lejos”.
A esta iniciativa se ha sumado también el Instituto Nacional de la Salud (NIH) de EE UU, tal y como ha informado la institución en un comunicado.
En la idoneidad de la moratoria en las aplicaciones clínicas de la edición genética en la línea germinal humana coincide también Guillermo Montoya, investigador en la Novo Nordisk Foundation Center for Protein Research, en la Universidad de Copenhague.
Según comenta a Sinc, “las implicaciones de estas posibles modificaciones necesitan que la sociedad discuta y regule cuándo, cómo y por qué deben de ser realizadas. Los posibles riesgos que conlleva la edición de líneas germinales sin una regulación internacional que facilite un marco de control aconsejan este parón”, destaca.
La propuesta “supondrá grandes obstáculos a los planes más osados para rediseñar la especie humana”, dicen los autores
Marco de gobernanza
Montoya opina que esta moratoria de cinco años “será muy bien recibida por toda la comunidad científica. La pena –añade– es que debería haberse producido hace ya uno o dos años, ya que la capacidad para realizar este tipo de modificaciones en primates se había reportado hace tiempo”.
También valora de forma positiva que no afecte a otras múltiples aplicaciones de la edición genética en biomedicina con CRISPR. “Por ejemplo, la edición celular ex vivo que puede ser aplicada en diversas enfermedades raras, como la distrofia muscular de Duchenne, o distintos tipos de leucemia, ya que esas modificaciones, al no realizarse en la línea germinal, no se transfieren a los descendientes”, aclara.
Los autores del documento publicado en Nature destacan que el marco de gobernanza que proponen “supondrá grandes obstáculos a los planes más osados para rediseñar la especie humana. Y concluyen diciendo que “los riesgos de no echar el freno –que incluyen dañar a los pacientes y erosionar la confianza pública– son mucho peores".