Desde pequeño, su padre le contaba la historia de un suizo que había ido de Argentina a Estados Unidos a caballo. Antes de cumplir los 30, quiso protagonizar su propia versión del mito.
Dude es el nombre de uno de los caballos que acompañan a Filipe Masetti en su travesía por América Latina. “Es un mustang, un caballo salvaje que los indios de Nuevo México me regalaron cuando estaba pasando por allá”, dice Filipe. En cambio, los dos cuartos de milla, Bruiser y Frenchie, se los regalaron en un rancho en Canadá.
Este joven de 27 años recuerda que cuando era niño, todas las noches su padre siempre le contaba la misma historia antes de dormir: en 1925, un suizo de 30 años llamado Aimé Félix Tschiffely había viajado con dos caballos criollos (Mancha y Gato) desde Argentina hasta Estados Unidos. “Ésta es una historia que me impresionaba mucho. Cuando tenía cinco años, me quedaba imaginando, antes de dormir, cómo sería viajar por todas las Américas a caballo”, recuerda.
Luego de tres años de aventura cruzando el continente americano, en 1933 el suizo publicó su libro llamado Tschiffely’s Ride que trata sobre la experiencia que tuvo con los caballos y con la gente de los diferentes países por los que estuvo.
Pasó el tiempo y Filipe un buen día salió del colegio en su natal Espirito Santo do Pinhal, en Sao Paulo, Brasil, y decidió ir a estudiar Periodismo a Canadá. “Desde niño me gustaban las historias, por eso estudié Periodismo para contarlas y escucharlas”, resalta con una sonrisa.
Una vez que concluyó la carrera, pensó que tenía que volver a su casa. Así, este hecho se convirtió en una oportunidad para materializar su sueño: consideró una buena idea regresar a caballo.
De este modo, optó primero por leer el libro de aquella historia que su padre solía relatarle. “Me di cuenta que se tiene una apertura muy grande a la vida de las personas cuando uno viaja a caballo, porque uno no llega como periodista, llega como un vaquero; entonces, las personas te quieren ayudar, echar la mano y en ese medio se puede ver la vida de la gente y saber sus historias y cómo está su país”.
Una vez terminada su lectura, decidió salir a caballo para filmar un documental y escribir un libro sobre una cabalgata desde Canadá hasta Brasil. “Salí el 8 de julio de 2012 y hasta ahora sigo viajando”.
Añade, sin embargo, que antes de eso estuvo durante un año y medio buscando patrocinio porque en esa época solo tenía 24 años y no tenía ni dinero ni caballos para salir. “Con mucho trabajo conseguí que una productora de Estados Unidos me patrocinara y los caballos me fueron donados al inicio del camino, en Canadá”. Filipe asegura que ya lleva recorridos más de 10.000 kilómetros de los aproximadamente 13.000 del total de la travesía. “Gracias a Dios, ya comienza la recta final porque la verdad ya estoy cansado”.
Ahora, ya desde Brasil, dice que todavía le faltan como 2.000 kilómetros. “Calculo que el 23 de agosto estaré llegando al rodeo más grande de Latinoamérica en Brasil y celebraré allá. Después de eso, tengo que recorrer 500 kilómetros más hasta mi casa. Entonces, yo creo que en septiembre estoy cerrando el viaje. En total, van a ser dos años y dos meses, más o menos”. Afirma que no tiene una historia mala para contar. Todos los días cabalga alrededor de 30 kilómetros. Cuando se da cuenta de que son las tres o cuatro de la tarde empieza a buscar una finca y cuando la encuentra, entra con sus caballos para contar su historia. Dice que todas las personas a las que ha pedido ayuda se la han dado. “Yo creo que eso se debe a que no viajo como un turista, viajo más como si fuera una persona local por los caballos que son como mis hijos”.
Aclara, además, que viaja con su novia Emma, a quien conoció en Canadá. “El primer momento que le avisé sobre la aventura, ella quedó nerviosa, mas después entendió que era un sueño y me ayudó mucho. Se fue conmigo al sur de Estados Unidos, me encontró en Costa Rica y ahora me acompañará hasta Brasil”.
Cuando estuvo en Bolivia se quedó encantado con La Paz, especialmente, con su paisaje. “Esto fue posible gracias a Iván Dueñas que me acogió aquí”, expresa refiriéndose a IR Equitación Natural, un lugar donde se enseña esta práctica a personas de todas las edades.
IR Equitación Natural queda en las alturas del barrio Las Colinas de Santa Rita, en Auquisamaña, por lo que la vista desde ahí es impresionante. La urbe paceña se asemeja a un cuadro surrealista desde allí.
Respecto a su recorrido, dice que todos los países en los que estuvo le impactaron mucho, pero el que más lo hizo fue Honduras. Recuerda que tenía miedo para entrar a este país porque le habían dicho que era peligroso. Sin embargo, dice que fue donde más celebraron su viaje.
“Cuando llegaba a un pueblo hondureño, todos los niños de las escuelas estaban con la banda para recibirme con la bandera de Brasil y la de Honduras”.
Aproximadamente en septiembre, una vez que llegue a su tierra natal, comenzará a trabajar en la película y en el libro. Después se dedicará a la filmación de documentales sociales que tengan que ver con la temática de la migración.
En cuanto a los caballos, resalta que “cuando lleguen a Brasil, serán soltados en un pasto para quedar libres por el resto de sus vidas porque ellos son los héroes”.
La Razón (Edición Impresa)