Por José Ignacio Moreno, rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.
Frente a las nuevas realidades planteadas por la sociedad del conocimiento y la profunda revolución científica y tecnológica que caracterizan el siglo XXI, los países con visión de futuro están impulsando notables cambios en sus sistemas educativos y, en especial, en la gestión y contenido de la educación universitaria, al margen de complejos ideologizantes y de resabios populistas.
En este proceso, China comunista está dando lecciones al mundo de cómo asegurar el financiamiento y la calidad de la educación superior. Este gigante asiático tiene el sistema educativo más grande del planeta y, desde 1996, ha estado impulsando políticas promoviendo la flexibilización, la apertura y la diversificación, con el objetivo de ampliar la cobertura de la educación universitaria con políticas adicionales para lograr universidades de clase mundial.
Se ha incentivado además el desarrollo de universidades de gestión privada, que ya para 2002 representaban 40% del total de las universidades del país, con una cobertura de 9% de la matrícula universitaria. En la actualidad operan más de 90 universidades de gestión privada acreditadas por el ministerio chino de Educación Superior.
El cobro de la matrícula universitaria no se limita en la China comunista a las universidades de gestión privada, ya que se ha establecido un sistema de pago en las universidades públicas, con becas para estudiantes de familias de escasos recursos, lo que ha mejorado sensiblemente el financiamiento de la educación universitaria pública, ya que los ingresos por el pago de la matrícula representan más de 30% del presupuesto universitario.
La preocupación por la calidad y la excelencia es otra de las características del nuevo sistema universitario chino, tanto a nivel público como privado. El gobierno, que en la actualidad representa el más grande baluarte del sistema comunista en lo político en el siglo XXI, ha sabido entender las señales de los nuevos tiempos en lo económico y científico, por ello promueve, sin complejos, la calidad en su sistema de educación universitaria y en la búsqueda de la excelencia.
Las universidades chinas parecen haber sabido interpretar la consigna, que hace más de 30 años lanzara Arturo Uslar Pietri cuando afirmaba que "la excelencia no es algo elitesco (?) es que cada uno de nosotros, en su nivel, se esfuerce en ser lo mejor que pueda ser".
Las universidades chinas tienen un examen obligatorio de ingreso en el que es reprobado el 40% de los aspirantes. La competencia para ingresar a las mejores universidades es aún más estricta y solo acceden entre 10% y 20% de los aspirantes.
La nueva política está dando resultados con reconocimiento mundial, como lo evidencia el reciente ranking de The Times de Londres, en el que en el área de Ciencia y Tecnología que lidera MIT (USA), varias universidades chinas ya ocupan posiciones privilegiadas entre las mejores del planeta: la Universidad de Tsing Hua está en el puesto 16; la de Hong Kong en el 23, y la de Pekín en el 36.
En el ámbito de universidades privadas, la Xián Fany'i, establecida desde 1987, se encuentra en plan de reformas con la meta de convertirse en las próximas décadas en la "Harvard del Oriente", según lo ha afirmado su dinámico rector Ding Zuyi.
Las lecciones de China comunista, en su visión de la educación superior para el siglo XXI, las están siguiendo países europeos que han empezado a abandonar el sistema de gratuidad indiscriminada de la educación universitaria, imponiendo pagos de matrícula a quienes puedan financiarse sus estudios superiores.
En España, el gobierno socialista ha reducido a 40% el número de estudiantes favorecidos con la exoneración y, con los recursos generados por quienes pagan sus estudios, se ha logrado sufragar 15% del gasto público universitario, cifra que en otros países europeos ha llegado a alcanzar hasta 20%.
En América Latina, Chile, Colombia, Ecuador, Jamaica y Costa Rica cobran matrícula en las universidades públicas a los estudiantes de familias de recursos que han mantenido a sus hijos en costosos colegios privados de educación secundaria, que por lo general son de mejor calidad que los públicos.
China, al margen de su férreo sistema de comunismo en lo político, haemprendido una ambiciosa reforma universitaria, deslastrándose de los complejos populistas que aún persisten en algunos regímenes tercermundistas que pretenden enfrentar la globalización y la revolución tecnológica, característica de la naciente posmodernidad, con fórmulas fracasadas del pasado y mirando el futuro por el espejo retrovisor del carro del progreso.