Es el resultado a la exposición temprana a material particulado (MP) 2,5 y hollín.
Cada año que pasa nuevas investigaciones muestran que los efectos de la contaminación atmosférica son mayores y más complejos de lo que se pensaba. Ello es particularmente importante para ciudades-capitales de América Latina como Ciudad de México y Santiago de Chile, pero también para decenas de otras ciudades regionales e, incluso, para barrios de ciudades no contaminadas que crecen alrededor de grandes avenidas con tráfico pesado.
Es así como, según una nueva investigación dirigida por la neumonóloga y médica Mary B. Rice del Beth Israel Deaconess Medical Center (BIDMC), incluso la mejor calidad del aire en ciudades de Estados Unidos desde la década de 1990 parece no ser suficiente para asegurar la función pulmonar normal en los niños.
Rice y un grupo de colegas encontraron que los niños expuestos a altos niveles de contaminación del aire, que incluyen el material particulado fino (MP 2,5) y hollín (negro de humo), tenían peor función pulmonar que los que viven en zonas menos contaminadas. De hecho, al llegar a los ocho años de edad, los niños que viven a menos de 100 metros de un camino principal, tenían una función pulmonar que fue -en promedio- un 6% menor que la de los niños que viven a 400 metros de distancia de la avenida o más.
Los investigadores estudiaron a 614 niños nacidos de madres que se inscribieron en el Proyecto Viva, un estudio a largo plazo realizado entre 1999 y 2002. Primero, los autores determinaron la distancia desde la casa de cada niño a la carretera principal más cercana. Luego, usando mediciones por satélite de MP 2,5 y un modelo de hollín (negro de humo) utilizando 148 estaciones de monitoreo, calcularon la exposición de los niños a ambos elementos durante el primer año de vida, durante los años subsiguientes.
“El gobierno federal implementó estrictas normas de calidad del aire en la década de 1990, pero quería saber si eran suficientes para proteger la función pulmonar en los niños”, dice Rice, quien también es instructora en la Escuela de Medicina de Harvard. Es así como, “los niveles de material particulado fino en Boston se redujeron más de un 30% entre 1996 y 2006, pero aún así encontramos que los niños que fueron más fuertemente expuestos a MP 2,5 tenían una menor función pulmonar en promedio y un riesgo alto de una función pulmonar clínicamente reducida”.
A la edad de ocho años, los participantes del estudio se sometieron pruebas de función pulmonar. Los investigadores encontraron que los niños que viven el más cerca a las principales autopistas, y los que tienen una mayor exposición a MP 2.5 o carbón negro tenían una función pulmonar menor que aquellos que fueron menos expuestos a la contaminación. Además, los niños que experimentaron una mayor mejora en la calidad del aire después del primer año de vida, ya sea debido a un cambio de residencia o cambios en la contaminación local, tenían una mejor función pulmonar en comparación con aquellos cuya calidad del aire no mejoró demasiado.
Rice y sus colegas planean continuar su investigación y seguirán los participantes del estudio en la adolescencia: “Tenemos la intención de evaluar si los beneficios de un aire más limpio se sostienen, investigando si los niños con las mayores mejoras en la calidad del aire siguen teniendo una mejor función pulmonar que sus pares en la adolescencia”. A juntar aliento.