Linda Rottenberg habla sobre la cultura de la organización, el liderazgo y el darse "permiso" para emprender.
Ha sido incluida entre los 100 innovadores del siglo XXI por la revista Time y calificada como uno de los mejores líderes de Estados Unidos por U.S. News. Linda Rottenberg estudió Derecho y luego decidió conocer el mundo. En Argentina tuvo su "aha moment" (momento de inspiración), cuando un taxista le comentó que a pesar de ser ingeniero civil no conseguía trabajo. Se preguntó por qué una persona con herramientas profesionales no se dedicaba a crear su propio trabajo. Fundó Endeavor con el convencimiento de que los emprendedores de alto impacto no solo estaban en lugares como Silicon Valley, sino también en Latinoamérica.
-¿En qué momento está Endeavor?
Está entrando en su año número 19. Ya no somos un bebé. Somos universitarios, supongo (risas) Cada fase del emprendedurismo trae nuevos desafíos. Continuamos creciendo, desembarcando en nuevos países. Lo que es importante es mantener nuestra cultura organizacional, el espíritu de ser como una familia unida.
-¿Qué define esa cultura?
Existimos debido y para los emprendedores. Pero no solo debemos apoyarlos, sino ser emprendedores nosotros mismos. Eso es interesante porque somos una organización sin fines de lucro. Hacer que las personas se involucren en una organización de ese tipo que se trata a sí misma como una compañía es algo inusual.
Usamos un hashtag que es #oneendeavor. Si bien actuamos localmente en los diferentes países, queremos ser una organización global. Para ello respetamos las diferentes tradiciones y culturas, siendo consistentes globalmente.
-Esa capacidad de ser global y generar conexiones a nivel mundial es una de las fortalezas de Endeavor.
Sí, es así. Pero queremos generar y traer esas prácticas de todos lados. No solo de Nueva York. Uruguay es diferente de Arabia Saudita, que es diferente de Miami. Ser capaz de ser flexibles y entender y apreciar lo que las diferentes culturas tienen para ofrecer, y a la vez tener estándares globales; es algo en lo que trabajamos verdaderamente fuerte.
-¿Cómo se ve como líder?
He aprendido mucho. Éramos muy chicos cuando fundamos Endeavor. Cuando empecé, siendo mujer, pensaba que tenía que ser muy fuerte, muy confiada, no mostrar ningún signo de debilidad, ser independiente. Con los años, me casé, tuve a mis hijas. Después mi esposo fue diagnosticado con cáncer. En ese momento la muralla que había construido se cayó, y me convertí en mucho más vulnerable. Ocurrió algo interesante: la gente empezó a estar más cercana y respaldarme. Siempre pensé que había que ser "superhumana" para ser líder, y ahora pienso que hay que ser menos super y más humana. Esa fue mi gran lección.
En materia de emprendedurismo femenino se habla habitualmente de la dificultad adicional que supone llevar adelante una familia. ¿Cómo ve esta cuestión?
En EEUU, el 8% de las empresas que reciben capitales de riesgo son lideradas por mujeres. En la red de Endeavor el 20% son mujeres. Pensamos que las mujeres son grandes emprendedoras. Creo que los hombres y las mujeres deben hablar sobre el trabajo que implica la familia. No me gusta la palabra balance, pero sí integración. No se pueden mantener separados el trabajo y la familia. Veo que los hombres que pertenecen a la generación de los Millenials también quieren ser buenos padres, ir al partido de fútbol de su hijo y acostarlo.
-¿Hay un cambio entonces?
No está cambiando lo suficientemente rápido. Todos necesitamos hablar de esto, porque pienso que uno no puede ser bueno en el trabajo, si no es bueno en su casa.
-Su último libro fue un bestseller. ¿Qué mensaje buscaba dar?
El título Crazy is a compliment (Loco es un elogio) viene de mis primeros días en Endeavor en Argentina. Me llamaban la "chica loca" por tan siquiera soñar con emprendedores de gran impacto en Latinoamérica. Y he ido a Medio Oriente, y también allí me llaman la chica loca (risas). Pero la verdad es que si no te están llamando loco, no estás pensando suficientemente en grande.
Escribí ese libro porque más allá de los emprendedores de alto impacto de Endeavor, hay tanta gente que –ya sea dentro de una compañía o si tienen el sueño de cambiar e intentar emprender algo pequeño, o si tienen algo y quieren dar el salto– quiere actuar como un emprendedor y se frenan a sí mismos. Los grandes fracasos en emprendedurismo no son financieros; son psicológicos. No nos damos permiso para llevar adelante nuestras ideas porque tenemos miedo que la gente nos trate como locos. Y yo digo: "Sí, eso es lo que son, y es algo bueno".
-¿Cómo visualiza al capítulo uruguayo de Endeavor?
En la última gala hubo más de 800 personas; es de las galas más grandes de Endeavor. Si se piensa en relación a la población del país, es increíble. Hemos sido capaces de llegar a países como Jordania y Líbano, o a ciudades como Miami por la experiencia que tuvimos en Uruguay. Si solo estuviéramos en México, Brasil o Sudáfrica, estaríamos preocupados por cómo instalarnos en lugares más pequeños. Veo a Uruguay como un modelo de que aún en un país pequeño se puede tener un gran impacto.