La administración del turismo no sólo promueve destinos y ofertas. Hoy, el desafío es imprimir valor al inmenso legado humano que ofrece la región.
A los turistas que visitan Puyo, en la provincia de Pastaza en Ecuador, les esperan varios tours. Uno de los principales es el acercamiento a la selva de Puyopungo, donde se puede ver de cerca a comunidades indígenas, comprar sus artesanías y probar sus comidas. Esta es una de las tantas ofertas que se publicitan para visitar las comunidades indígenas que habitan en las selvas amazónicas de Brasil, Ecuador y Perú.
Y lo que parece una administración amateur, cada día cuenta con mayor preparación de parte de estos emprendedores, quienes se apoyan en instituciones que entregan créditos o les ayudan a capacitarse. Bajo esta figura también está sobreviviendo el comercio en algunos centros históricos de la región, al igual que se conservan monumentos y espacios urbanos.
Sin embargo, dentro de la gestión empresarial del turismo se suele olvidar implementar prácticas para ofertar el patrimonio cultural, compuesto por los bienes culturales que la historia ha legado a una nación y por aquellos que se crean, y a los que la sociedad les otorga una especial importancia histórica, científica, simbólica o estética. Este olvido es causado, en parte, por la escasa conciencia de los ciudadanos y el poco conocimiento de estos temas por parte de las autoridades, que se traduce en la insuficiencia de proyectos en favor de su valoración y, por ende, de su restauración y conservación.
Un ejemplo, para Leonardo Ordóñez, profesor del diplomado en Gestión Cultural de la Universidad Católica de Chile y gerente de Santiago Creativo, es lo que pasa en Chile. “Los modelos de negocios en turismo están muy de la mano del ensayo y error. En San Pedro de Atacama, al norte de Chile, existen iniciativas de privados, los que de vez en cuando son apoyados por el sector público. Se ha remodelado el lugar, más allá de rescatar el valor patrimonial. Se tienen que generar políticas públicas de turismo que sean de calidad, que logren impregnarle a los destinos un sello único. O sea, que el turista que visitas zonas como San Pedro, Chiloé o Patagonia, por ejemplo, en Chile, sepa que lo que encuentra ahí no lo hallará en otro lugar del mundo. Que no sólo sea una bonita foto postal”, dice Ordóñez.
Pese a lo incipiente del esfuerzo, en los países latinoamericanos existe la intención y esfuerzo por darle visibilidad a su herencia cultural. Esto ocurre mediante la inscripción de bienes tangibles e intangibles en la lista de Patrimonio Mundial que elabora la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), y donde figuran 35 urbes de América.
Conservando la herencia cultural
México, Ecuador y Perú son reconocidos como parte del conjunto de países que con mayor ahínco ha conjugado el turismo y el patrimonio cultural. En ambos países se han llevado a cabo en los últimos años proyectos que buscan mejorar el casco histórico de sus capitales y la reestrucutación de espacios urbanos de algunas de sus ciudades.
La Asociación Nacional de Ciudades Mexicanas Patrimonio Mundial tiene el objetivo de impulsar el turismo cultural y patrimonial en las 10 ciudades poseedoras del reconocimiento internacional de la Unesco. Se trata de Campeche, Ciudad de México y Xochimilco, Guanajuato, Morelia, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Miguel de Allende, Tlacotalpan y Zacatecas. Proyectos que no son aislados, tomando en cuenta que este país es el cuarto con más ciudades registradas en la lista de Patrimonio Mundial de Unesco, atrás de Italia, España, Francia y empatada con Alemania.
Jorge Ortega González, director general de la Asociación, explica que se han encargado de gestionar los recursos federales para mejorar las imágenes urbanas. Entre los casos en los que ellos han contribuido, Ortega destaca el rescate del Zócalo de Puebla, rehabilitación de banquetas y jardines de Morelia, y la implementación subterránea del cableado de Querétaro. “El rescate del Zócalo de Puebla, para el que se invirtieron US$ 1.518.260, realizado en los últimos cuatro y cinco años, ayudó a recobrar el espacio urbano perdido. Se habilitaron los portales, revitalizándolos y abriendo así restaurantes, por ejemplo. De esta manera, la gente pasa más tiempo en el corazón del centro”.
Al igual que en estas ciudades mexicanas, en Ecuador también se han restrucurados espacios en Quito y Guayaquil. En esta última ciudad se mejoró hace 12 años el Malecón y se ha reestructurado el paseo camino a Cerro Santa Ana. “Al haberse remodelado el Malecón, la gente puede disfrutar. En el caso del paseo camino al cerro, esto permitió la creación de muchas microempresas y cambió la calidad de vida, porque se establecieron bares, restaurantes, cafeterías y tiendas de artesanías. Antes era imposible subir a ese cerro sin que las personas los asaltaran. Para mejorar esta situación, entonces, se estableció un programa de reconstrucción de las casas que bordean las escalinatas que conducen a la cima, capacitando al personal y haciendo un seguimiento de la seguridad”, relata Víctor Osorio, profesor en Espol.
En Quito, en tanto, hace aproximadamente 15 años que se trabaja por restablecer espacios urbanos y comercio en el centro histórico. Luz Elena Coloma, gerente de Quito Turismo, explica que “entre los espacios recuperados está la Plaza Santa Ana, boulevard 24 de Mayo, calle La Ronda. Pero nuestra intención no es sólo darle valor al patrimonio edificado, sino que al inmaterial, con motivo de rescatar a personajes que se encuentran en el centro histórico como artesanos y comerciantes. Además, nuevos hoteles se han inaugurado en el centro”.
La capital como protagonista
Es común escuchar que las capitales sólo son ciudades de paso donde los turistas con algo de suerte permanecen dos días y se dirigien a otros destinos. Tanto en Chile como en Perú existen iniciativas, algunas más avanzadas que otras, que buscan dejar atrás este pensamiento. En Santiago de Chile se está en la primera fase del proyecto Plan Capital -Plan Estratégico de Turismo de la Comuna de Santiago- y que espera fomentar el turismo. El alcalde Pablo Zalaquett explica que, “tras un detallado diagnóstico sobre nuestrass potencialidades, establecimos que era imperante una línea estratégica en el ámbito turístico entendiendo los beneficios que, desde el punto de vista del desarrollo social y económico, representa para los vecinos y comerciantes el fortalecimiento de esta área. Santiago es el centro político, administrativo y financiero del país y goza de una conectividad privilegiada, además de un crecimiento sostenido en la gastronomía y hotelería, lo que reafirma la necesidad de resaltar lo mejor de cada zona”.
Una iniciativa que indirectamente se vincula con Valparaíso, declarada patrimonio de la humanidad, revitalizar un espacio olvidado. “Después de un trabajo de diez años que se está ayudando a emprendedores y en articular la oferta artística. No sólo Sernatur -Servicio Nacional de Turismo- debe preocuparse del tema, porque lo importante es general buenos programas en los que puedan participar organizaciones que trabajen de forma coordinada”, dice Ordóñez.
En Lima, en tanto, hace cinco años que José Perochena, quien es dueño de la empresa turística Bike Tours of Lima, muestra la ciudad a los turistas a través de paseos en bicicleta. La oferta ha ido creciendo con los años y con la popularidad que está teniendo movilizarse por este medio de transporte en América Latina. “Nos enfocamos en Lima, porque hasta hace unos años atrás estaba muy mal promocionada. Además, era sólo un punto de pasada en el trayecto de los turistas que iban a Machu Picchu. Entonces pensamos en crear una actividad sotenible para que las personas pudieran conocer esta ciudad, que por ser plana y tener un clima adecuado lo permiten.”, explica Perochena.
Patrimonio intangible
Pero como explica Coloma, no sólo monumentos o espacios se están buscando mejorar. Se intenta dar visibilidad y apoyo a ese patrimonio intangible, identificado con grupos y comunidades que transmiten costumbres a descendientes. En el paseo al Cerro Santa Ana, Osorio dice que “se capacitó a la misma gente que vive en ese barrio, de forma que desarrollaran negocios. Estos se establecieron con permisos de la Municipalidad y el Cuerpo de Bomberos.
Una iniciativa similar a la llevada a cabo en el barrio San Roque, en Quito, donde se creó una ruta en que los propios vecinos muestran los espacios del barrio. “Porque no queremos un centro hisórico excluyente, sino que uno vivo, en que el comercio subsiste en pequeña escala”, dice Coloma.
Asimismo, las comunidades indígenas reciben apoyo de parte de créditos del Estado en bancos comunitarios. “En la Sierra las comunidades han hecho restaurantes donde venden comida original. Los proveedores de carnes y maíz son miembros de la comunidad. Se asocian y consiguen créditos. En otros lugare se han organizado para compartir hospederías comunitarias: construyen dormitorios. Son emprendedores, les venden servicios a los turistas”, dice Osorio.
También ocurre como en la costa ecuatoriana, en Valdivia. “Todavía es posible encontrar artesanos que trabajan la arcilla, pero no existe un soporte para que realicen la actividad de forma sustentable y con patrones de calidad”, agrega el profesor de Espol.
“Pero aún queda mucho por hacer”, coinciden Coloma y Osorio. Mientras para la gerenta de Quito Turismo, es vital fortalecer el círculo virtuoso y que los microempresarios apuesten al turismo como una actividad que les favorecerá; el académico de Espol critica la calidad con que se entregan algunos servicios y productos ecuatorianos. “Se ofrecen cosas culturales típicas, pero no dentro de un marco estandarizado y que garantice la calidad. Se generan así muchos ingresos y se podría potenciar si se sistematiza el proceso y se demuestre calidad”, concluye.
Sin duda que cada día son más los proyectos que esperan atraer turistas internos y externos a destinos que no siempre están en las primeras páginas de las guías turísticas. Un esfuerzo que va más allá de mostrar la belleza propia de ciertos parajes. Porque lo que se busca es crear conciencia de la herencia cultural de un país. Ordoñez explica que en Chile lograr la integración con los pueblos indígenas es complejo. “La realidad de Ecuador es distinta, porque esas comuunidades son parte del desarrollo de la ciudad, no es raro verlas toparse de igual a igual, algo que en Chile no se ve. Y esa integración debe ser promovida para que se le asgine un valor simbólico y así crear planes turísticos en los que se pueda apreciar la riqueza”, dice.