Por David Iaccobucci, Director Comercial de Level 3 Communications, Chile.
Existe total consenso respecto de las transformaciones que se están generando a partir del fenómeno conocido como Big Data o explosión de datos digitales. Aunque en primera instancia el concepto alude al inmenso y creciente volumen de datos que se genera hoy en todo tipo de plataformas, incluyendo los sistemas y fuentes tradicionales como así también a medios no convencionales como pueden ser las redes sociales y los medios masivos de comunicación, registrando así transacciones diversas, su importancia radica en las posibilidades que abre para convertir dichos datos en información útil para mejorar la estrategia y la toma de decisiones en todo tipo de organización y empresas.
Si bien las soluciones de inteligencia de negocios o business intelligence (BI) y el datawarehouse se utilizan hace mucho en ámbitos como el financiero, por ejemplo, el fuerte aumento del volumen de datos, las mayores capacidades de transacción sumadas a las aplicaciones de analítica avanzada están ampliando y profundizando la capacidad de estas herramientas, por lo que es un mercado en plena expansión.
De hecho, Gartner espera que este año las soluciones de BI y Analítica en conjunto representen, a nivel mundial, un mercado de más de US$ 16,9 mil millones, cifra que representaría un aumento de más de un 5% respecto del 2015. Sin embargo, según IDC, el mercado total del Big Data, es decir, incluyendo hardware, software y herramientas de data mining (minería de datos), entre otras, alcanzará en poco más de tres años los 187 mil millones de dólares, esto es, un crecimiento de casi un 50% de dicho mercado en un período de sólo cinco años (2015-2019).
Pero una de las soluciones más llamativas en esta área es la conocida como “analítica avanzada”, que apunta al procesamiento complejo de los datos, provenientes desde fuentes históricas y otras muy diversas, tales como los generados en centros de contacto, call centers y sistemas CRM (Customer Relationship Management), entre otras, cuya finalidad es obtener información estratégica para el negocio, pero también para mejorar de manera concreta procesos de negocios específicos e incluso reducir costos operativos. Son estas últimas herramientas las que sobresalen por su potencial aplicación en campos como la minería, el retail y, más recientemente, en el área de la salud. En especial se pueden desarrollar procesos que tiendan a mejorar la experiencia de los clientes / pacientes al acercarles información acorde a sus gustos, preferencias y necesidades, atendiendo también sus urgencias.
En efecto, en la última década la capacidad de registrar información sobre nuestras actividades, transacciones, movimientos, preferencias e incluso opiniones dice cada vez con más certeza algo de nosotros y que puede ser usado, por cierto, en beneficio de nuestra salud. En términos generales, esta información podría ayudar a predecir cómo se expandirá territorialmente una enfermedad contagiosa, prevenir muertes o cuidar mejor a grupos o segmentos de una población determinada que tengan hábitos o conductas que a la larga podrían ser más riesgosas para su salud. En tal sentido, se trata de un volumen altísimo de datos de muchas personas que son procesados y analizados con precisión y que ayudarán a definir mejor políticas públicas en zonas geográficas específicas y con mayor certidumbre de éxito.
A nivel individual, en tanto, la tecnología y el Big Data tienen mucho que aportar en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Hay que considerar que nuestros smartphones pueden hoy establecer con todo detalle nuestras actividades cotidianas, tal como lo vemos con aplicaciones que cuentan hasta nuestros pasos y registran cuánto, en general, nos movemos durante el día. Hay que sumar todos aquellos dispositivos conectados al smartphone que permiten monitorar los latidos por minuto del corazón, las calorías que se gastan o el nivel de saturación de oxígeno de una persona.
Ahora imaginemos esos datos acumulados en el tiempo, sumados a los que registran y a los que registrarán sobre nosotros los sensores que se instalan a diario en nuestras ciudades en el contexto de la IoT (Internet de las Cosas). Ese gran cumulo de datos, procesados y transformados en información útil, podrán ser utilizados por un médico al ser consultado por sus pacientes; podríamos decir que el galeno sabrá de nosotros muchas cosas y con gran precisión.
Pero hay más, porque todos esos datos podrían incluso ser complementados y cruzados con los provenientes de nuestro historial clínico a lo largo de los años, antecedentes genéticos o medioambientales del lugar en que vivimos, e incluso nuestros registros en redes sociales, todo lo cual podría establecer un perfil mucho más nítido de cada uno de nosotros como paciente, posibilitando una medicina personalizada al máximo. Al mismo tiempo, los datos de cada individuo, procesados como conjunto con otros afectados por la misma enfermedad podrán también definir los mejores resultados para tratamientos específicos en grupos con antecedentes genéticos o estilos de vida similares.
Si a lo anterior sumamos los avances en telemedicina, podemos decir que el Big Data puede cambiar mucho de lo que hoy conocemos en la salud, desde la forma y el lugar en que se realizarán las consultas médicas hasta en los diagnósticos y tratamientos. Esto se extiende incluso a la investigación científica, ya que se podrán procesar los datos de muchas personas durante largos períodos de tiempo, con sus enfermedades, zonas geográficas, hábitos y preferencias, tratamientos recibidos y otros factores que, sin duda, arrojarán más rápidos y mejores avances en el campo de la medicina.
Esta es sólo una cara del Big Data, un conjunto de soluciones que, como vemos, goza de muy buena salud, teniendo un muy buen pronóstico para el presente y el futuro cercano.