Guillermo Francella habló sobre su nueva película, Mi obra maestra, y los caminos variados por los que ha transitado su carrera.
Resopla en una esquina del salón, revisando el celular entre charla y charla, pero cuando da la bienvenida sonríe y estira la mano. "Hola. Guillermo. Encantado. Pasá". Está cansado. Está cansado y lo dice. "Estoy un poco paspado la verdad, de todo esto". Se sienta, se acomoda para la foto y se prepara para otra entrevista, para abandonar el pequeño intervalo de descanso, para poner la misma sonrisa, responder las mismas preguntas, para ver pasar caras atrás de caras, para estar siempre sentado en el mismo sillón amarillo, en el mismo salón de reuniones del mismo hotel de ayer y antes de ayer. Está preparado, de nuevo, para enfrentar el loop del junket de prensa, que reparte minutos de su vida entre periodistas de rostros difusos. "Tratamos de hacerla corta, Guillermo", se escucha. La cara de Guillermo Francella, entonces, se libera de tensiones. Se pone a disposición de buen modo. Otra vez.
El renombrado actor de 63 años está de gira y no parará hasta después que vuelva de Venecia. Mi obra maestra, la nueva película de Gastón Duprat –que protagoniza junto a Luis Brandoni– se irá al festival de la ciudad italiana a fin de mes, el mismo acontecimiento que ponderó a la obra anterior de Duprat, El ciudadano ilustre. Antes, igual, está Montevideo, ciudad en la que la película se estrenará hoy jueves. Y allí, en Montevideo, Francella pone su mejor cara aún a pesar del cansancio, que se deja ver y que marca la tensión del aire. Pero el actor sabe que tiene que aguantar un poco más. Y aguanta. Y el periodista saca la libreta. Y él sonríe. Y el periodista amaga con la mano. Y él dice "dale, nomás", preparado. Y el grabador empieza a grabar.
- Para usted la película es un regreso a la comedia luego de Animal. ¿Fue un regreso a casa?
Tenía ganas de volver a la comedia, sí. Yo venía de tres películas duras: El clan, Los que aman odian y Animal. (Resopla) Eran duras de verdad. Acá estuvimos más distendidos. Eso me gustó.
- ¿Es en la comedia donde aparece el Francella que más reconoce?
No, porque cuando hice las otras películas también estaba yo, pero la gente sí me tiene más identificado con la comedia. Como actor, desdoblarme o despojarme de los recursos que traigo conmigo esta bueno. Me permite mostrar una faceta diferente. Cuando veo las películas terminadas, y veo que el personaje de Arturo Silva (Mi obra maestra) no tiene nada que ver con Antonio Decoud (Animal), ni con Arquímedes Puccio (El clan), a mí me agrada mucho. Me gusta la posibilidad de desdoblarme, y eso no significa que este sea más Guillermo que el otro. Es, tal vez, el Guillermo que la gente más conoce, porque logré una identificación muy grande con la comedia por todo lo que hice en teatro y en televisión. Los sienten como personajes más reconocibles. Pero me siento muy feliz en ambos lados. Me gusta tener incomodidad interpretativa para lograr algo nuevo. Y hace muchos años que vengo con esa búsqueda.
- ¿Cuando decide emprender esa búsqueda?
Hace tiempo. Porque pasaron un montón de películas: El clan, El misterio de la felicidad, Los Marziano, Atraco, El secreto de sus ojos... Y antes de todo Rudo y cursi, una película mexicana de Carlos Cuarón que fue una experiencia maravillosa. Rudo y cursi fue especial porque tuve que hacer una audición, algo que los mexicanos suelen hacer pero en Argentina no tanto. Me resultó raro, pero el desafío me gustó, eso de que me vuelva a pasar lo que me pasaba cuando era chico y recién arrancaba. Me lo tomé con responsabilidad, obtuve el papel y me gustó lo que pasó. Enseguida vino Juan Campanella ofreciéndome estar en El secreto de sus ojos y desde allí empezó una dinámica de diez películas que fueron bien diferentes entre sí y me dieron la heterogeneidad que buscaba.
- ¿Cómo trabajaron con Brandoni para lograr un equilibrio actoral entre los dos, para no eclipsarse?
Eso no sucedió porque cada uno tenía un buen texto para disfrutar, un rol en el que crecer. Nos potenciamos. Era vital que él estuviera brillante para lograr que yo lo estuviera también. Se trató de un tema de timing, de química; y la química es lo que nos mantiene vivos a ambos como actores. No fue cuestión de ponerle capas al otro para el lucimiento personal. Cuando se trata de un dúo protagónico, es vital sacarse todas las chispas en el comienzo.
Mi obra maestra retrata el mundo del arte como un mundo cruel y carnicero. ¿El cine es así también?
Esta película, entre tantas cosas, habla de cómo te podés mantener vigente. De qué es lo que sucede con los cambios de la moda, con el advenimiento de las redes sociales, del Internet, del arte contemporáneo. El personaje de Brandoni, que antes pintaba cosas extraordinarias, de repente ve como un flaco pone dos botines de futbol y una media envuelta y dice que es arte contemporáneo. Entonces, es lógico que el personaje de Brandoni venga y diga que eso es una poronga, no arte contemporáneo. Tiene, entonces, que ver con adaptarse a los cambios. Hay mucha crueldad con la gente mayor, con el paso del tiempo, y es terrible. Es como que si fuiste alguien que en la década de los '80 y anduviste bien, recién con el paso del tiempo tu obra alcanza otro valor. Es una crueldad absoluta.
- ¿Se hace más fácil actuar cuando las miradas no están todas sobre usted, sino también en su colega?
Absolutamente. Es liberador. Te descomprime. Podés delegar. Sabés que en los momentos que vos no estás, la película la defiende alguien talentoso. Es muy útil.
- ¿Cómo se adecúa su carrera a los tiempos del artista? ¿Sigue algún esquema predeterminado?
No. Creo que se basa en los ofrecimientos que he tenido. En este momento, por ejemplo, en televisión no soy convocado. No me llaman. Tampoco es que haya tanta ficción, pero no he tenido ofrecimiento desde hace muchos años. Capaz que ven que estoy haciendo una carrera cinematográfica y entonces sienten que les voy a decir que no. Y no es así. Si me ofrecen algo que me interese, hago televisión. Por supuesto, el programa tiene que tener un tratamiento cinematográfico como los que hace Netflix, o HBO, o Amazon. Productos nuevos que parecen películas. Y si tiene un guion sustentable atrás, lo hago. Pero no está todo organizado por años. En una época de mi vida, la televisión fue lo que me permitió ser conocido, tener un oficio, un ingreso económico y poder vivir de la profesión. Paralelamente, hice obras de teatro en el verano, películas muy comerciales que me gustaba hacer. Y después también hay un tema de edad, de madurez, del paso del tiempo. Empezás a querer tocar otras puertas. Mucha gente me dijo "no toques nada que lograste un público cautivo", pero a mí me gustaba cambiar las cosas, y así fue todo el tiempo. No pasa por tener mojones en la carrera. En la dirección teatral, por ejemplo, había dirigido y había actuado al mismo tiempo. En la última obra compré los derechos, la adapté, pude dirigir en su totalidad y quedé muy feliz.
- Hablando de teatro, ¿el contacto con los espectadores en los festivales de cine es la oportunidad de recuperar la energía que se siente con el público en el teatro?
El teatro es incomparable. Esa inmediatez, esa impronta no la tiene nada. Trabajás sin redes, sos vos solito, tu alma, el interlocutor, seguramente habiendo ensayado mucho la letra y los movimientos para no equivocarte. Pero cuando estás en un estreno y salís ante mil personas, no hay comparación con ningún otro rol que hayas hecho. Ahí tenés que capturarlos, tenés que generar el silencio cuando se necesite, la tensión y la carcajada cuando deba aparecer. Y es lo más difícil del mundo, pero también es lo más hermoso.