Un economista accedió a los datos de Spotify y concluyó que las canciones favoritas se establecen en la adolescencia.
Seth Stephens-Davidowitz es un economista que ha dedicado su vida a analizar los datos de internet para entender quiénes somos. De hecho, su primer libro hace exactamente eso: analizar Big Data y New Data para entender culturalmente a los seres humanos. Esa curiosidad lo llevó a analizar los datos de Spotify para entender porqué, gente de la misma generación pero de distintas edades, puede llegar a tener gustos musicales tan distintos.
El economista, que narró su ejercicio en el New York Times, descubrió que hay grandes diferencias de la popularidad de una canción, dependiendo de año de nacimiento de quienes la escuchan.
El economista tomó como ejemplo la canción “Creep”, de Radiohead, todo un himno noventero. Se dio cuenta que, para quienes hoy tienen 38 años, esta canción ocupa el puesto 164 en popularidad. Mientras que para quienes nacieron 10 años antes después, la canción compuesta por Thom Yorke ni se asoma a la lista de las 300 más populares.
Stephens-Davidowitz cree que esto tiene que ver con la edad que tenía la gente justo en el momento en el que salió la canción. “Nótese que muchos de los hombres que aman ‘Creep’, tenían unos escasos 14 años cuando la canción salió en 1993. Este es un patrón consistente”.
El columnista hizo un examen similar con cada canción que fue número uno en la lista Billboard entre 1960 y el año 2000. “En particular”, relata, “medí qué edad tenían sus mayores fans hoy en día en el momento en que estas canciones salieron al aire”.
Encontró que, sin importar la década, el gusto musical de los hombres se formó entre los 13 y los 16 años. Por su parte, las mujeres decidieron mucho más jóvenes: entre los 11 y los 14. En ambos sexos, la primera parte de los veinte fue la mitad de importante para madurar su gusto musical.
Si bien parecen datos evidentes, la información recolectada por Stephens-Davidowitz parece confirmar el fenómeno llamado “choque de reminiscencia”, que define la tendencia a recordar sucesos ocurridos durante la adolescencia y la temprana adultez.
Hay un fenómeno cerebral que influye en esto. Justo antes de la adolescencia, el cortex prefrontal – la parte del cerebro que tiene que ver con la capacidad para razonar, entender abstracciones, controlar impulsos y crear la autoimagen– comienza una actividad acelerada, y es así como los jóvenes crean una identidad, una noción de sí mismos.
En ese sentido, aquello que las personas adolescentes incorporan en estos años como parte de su identidad como por ejemplo, la música que escuchan) se queda más fijamente anclado a su personalidad que en aquello integrado en otras etapas.
Con una situación adicional: como el cerebro d elos adolescentes uan no está plenamente maduro, su mundo emocional es mucho más intenso que el de los adultos, lo que conectaría buena parte de las experiencias vividas en este momento de la vida, en memorias inolvidables, sobre todo si tienen un matiz emocional.