Los desplazados por el violento terremoto que azotó al país hace más de un mes, han levantado deficientes viviendas de marcos de madera cubiertos con tela o plástico.
Bas Canaan, Haití. A los pies de rocosos cerros al norte de la capital haitiana, estremecida por un poderoso terremoto en enero, brotan nuevos asentamientos mientras los sobrevivientes escapan del caos claustrofóbico y repleto de escombros de la golpeada capital de Puerto Príncipe.
Guiados por pastores evangélicos, varios miles de víctimas del terremoto, algunos con poco más que la ropa puesta, han levantado viviendas de marcos de madera cubiertos con tela o plástico en parcelas marcadas con machetes en la tierra seca.
"No hay nada aquí, es un desierto, pero nos sentimos más seguros", dijo Jean Oswald Estcyr, mientras miembros de su familia levantaban los soportes de madera que enmarcarán su nuevo hogar. En los cerros alrededor se construyen cientos de casas similares.
Las casuchas se veían iguales a los campamentos llenos de gente que repletan cada espacio de la destrozada capital, a excepción de que se sitúan varios kilómetros afuera de la ciudad, en una tierra inhabitada que no queda muy lejos de las fosas comunes que contienen los cadáveres de miles de muertos que dejó el terremoto.
El presidenta haitiano, Rene Preval, dijo que ahora la cifra final del catastrófico terremoto del 12 de enero, uno de los desastres naturales más letales de la historia moderna, podría llegar a los 300.000 muertos.
Las demoras en la entrega de ayuda humanitaria, especialmente materiales de albergue para protegerse contra las lluvias que se avecinan, han impulsado a muchos sobrevivientes a huir del hedor y miseria de la capital paralizada para buscar lugares donde vivir en llanuras estériles en el norte.
"En Puerto Príncipe un montón de casas están destruidas y hay mucha gente viviendo entre los escombros. Apesta", dijo Britus Jeancean, un albañil de 32 años, explicando por qué él y su familia eligieron mudarse a un terreno baldío y lleno de maleza fuera de la ciudad.
Sin embargo, los nuevos asentamientos representan otro dolor de cabeza para la operación de socorro internacional, que lucha por hacer llegar comida, agua y láminas de plástico a más de un millón de personas sin hogar.
"Necesitamos carpas, lonas, cisternas de agua, baños (...) Quisimos vivir mejor y podemos hacerlo, si tenemos ayuda", dijo Jeancean.