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Héctor Aguilar Camín lo tiene claro: "La droga como una guerra sólo ha ensangrentado a México"
Martes, Mayo 12, 2015 - 16:07

El escritor subraya que, en el fondo, es un tema de mercado. "Mientras se sigan apresando y matando líderes narcos, siempre habrá otros dispuestos a tomar ese lugar porque las rentas del negocio siguen siendo muy altas", explica.

Para el escritor e historiador el problema central de México no es el narcotráfico. Es el dinero público que, sin ninguna fiscalización, ha servido para darle fluidez a los desafíos de la pluralidad. Es decir, a todos los grupos políticos les conviene un sistema así, porque los dineros estatales circulan libremente.

El asunto es que los niveles de tolerancia ya no son los mismos. La crispación social que observa el reconocido escritor mexicano tiene su principal origen en un cambio de prisma importante y vital: la corrupción deja de ser parte de la picardía criolla y comienza a ser vista como un robo.

Sentado en un hotel de Santiago, Aguilar Camín visita América Latina promocionando su intenso e intimista libro "Adiós a los padres", en el que relata la historia de sus progenitores. Tomando un café en una agradable mañana otoñal, acepta mirar desde el sur hacia su país.

Explica que el pecado original del sistema democrático de México surge por el dinero público entregado sin rendición de cuentas a todos los actores políticos. "La manera en que se resuelven los ripios de la política es aceitando a todo el mundo con dinero".

-  México se ve claramente inmerso en un momento de crispación, ¿cómo observa usted el actual estado de cosas?

- Lo veo con un gran futuro y un presente pequeño. O sea, poco presente y mucho futuro. Se ve complicado, sin duda. Pero se han hecho reformas educativas, energéticas, de telecomunicaciones y de competencia económica que son de gran importancia. Todas ellas tardarán en dar sus frutos, pero le darán cosas muy buenas en México.

El tema es que mientras tanto el país sigue siendo básicamente el mismo, con condiciones muy difíciles de gobernar: bajo crecimiento económico, grandes contingentes de personas pobres, una vida política democrática de baja calidad -que irrita mucho a la gente-, mínima calidad de gobierno por la falta de un servicio civil de carrera y, por supuesto, la violencia, esa persistencia de la brutalidad y la fuerza de los carteles, frente a lo cual existe una clara debilidad del Estado y de los gobiernos locales.

Si frente a ese panorama uno pone encima la más prometedora de las inconformidades que hay en la sociedad mexicana, que es el rechazo a la corrupción, pues el cuadro es muy complejo para administrar. El gobierno se encuentra detenido ante ese presente, sin capacidad para oír, procesar y decidir, se encuentra sin instrumentos y pocas respuestas, muy asediado por la opinión pública, muy impopular en las redes sociales.

Creo que las reformas que se han hecho implican una positiva mirada hacia el futuro, le darán a México todo lo que no tiene ahora: mayor crecimiento económico y más oportunidades para la gente, cierta expectativa positiva para el futuro y, en tercer lugar, un poco más espacio para el gobierno y la sociedad: para el primero habrá más tiempo en el que puede ganar credibilidad con buenos resultados y en la segunda menos aspereza y crispación ante la mejora de la situación.

Veo preocupado el corto plazo, pero optimista el largo plazo. Como decía Keynes: en el largo plazo todos vamos a estar muertos, pero la verdad es que tengo confianza en lo que viene. El asunto es el presente...

- Lo bueno, en ese cuadro, es que el rechazo a la corrupción es transversal, algo que antes claramente no ocurría...

- Yo escribí hace un tiempo una serie de artículos en torno a las revoluciones morales que plantea un teórico africano inglés, Kwama Anthony Appiah, quien a partir de la esclavitud americana, el vendaje de los pies de niñas orientales para que no crezcan o la mutilación genital femenina, apunta a que hay momentos en que una sociedad empieza a ver como intolerables cosas que le parecían ancestrales o entrañables.

Creo que la sociedad mexicana, como muchas otras, ha visto de manera natural y casi inevitable el tema de la corrupción, pero en medio de esta crispación social que hay en México, cosas como la compra de la casa presidencial ya no son vistas como algo normal y surge un claro rechazo a ese tipo de cosas.

Pienso que lo de Apia es bastante posible y en México efectivamente ha habido un cambio muy importante ante la corrupción y cosas que eran parte de la picaresca local comienzan a ser situaciones intolerables.  Puede ser un comienzo hacia lo que Apia percibe.

Ojalá esto crezca porque esa mayor exigencia pública obliga al sistema público a hacer reformas. Se han hecho cambios en la transparencia y en la fiscalización, pero hay que seguir profundizándolas.

El problema de fondo de la corrupción es que la democracia mexicana se financia con dinero público, entregado sin obligación de rendición de cuentas a todos los actores políticos. La manera en que se resuelven los ripios de la prularidad en México es aceitando a todo el mundo con dinero.

El presupuesto federal mexicano equivale a US$400.000 millones. Sólo el gobierno central cobra impuestos, porque -pudiendo- los gobiernos locales no lo hacen. En estos años de la democracia se ha transferido desde el gobierno central a los estados el equivalente a cuatro veces la suma del plan Marshall.

Tanto dinero suelto ha desatado procesos de corrupción de la más amplia estirpe. Creo que llegó a un tope la tolerancia de la sociedad para tanto dispendio.

- ¿Dónde se sitúa esta intolerancia? ¿En los jóvenes, en algún grupo en particular o es algo transversal?

- En los tiempos de Fox se caricaturizó una situación, que de todas maneras sirve para entender el problema. Hay dos círculos en la opinión pública, el rojo y el verde. El primero es más enterado y preocupado que el segundo. Entonces, la idea es que ambos círculos nunca se tocan. Así, para bajarle el perfil a algo, se decía “eso le interesa al círculo rojo no más”…

Sin embargo en estos años se ha aprendido una lección en política: todo lo que se vuelve dominante en el círculo rojo, al final toma a toda la sociedad e interesa también al círculo verde.

El rechazo a la corrupción ya tiene a todos de acuerdo en temas claves como exigencias que todos los aspirantes hagan públicas sus declaraciones patrimoniales, de impuestos y de intereses. Son temas que hoy cobran importancia en los dos círculos, por así decirlo.

Los políticos se resisten porque, claro, se empieza a ser cada vez más evidente que esta clase es muchísimo más rica que su sociedad, por lo que le espera mucho trabajo para explicar cómo ha ocurrido eso.

Creo que la presión del círculo rojo llega cada vez más al círculo verde.  Y eso es muy bueno, claramente es una reacción bienvenida. Poco a poco, como sea, pero el camino ya está trazado: se llegará a una condición institucional de transparencia y fiscalización de los dineros públicos que nunca hemos tenido en México.

- O sea la corrupción no es sólo de la droga, sino que el problema central se ubica en el dinero público…

- El sistema se ha aceitado así. Los dineros del estado central pasan sin control a los congresos locales, sean del partido que sean, porque lo que realmente importa es que el sistema funciona y beneficia a todos. Es un mecanismo perverso.

Queda dinero suelto de muchos lados y ese capital siempre llega ilegalmente a las campañas políticas. Es un efecto corruptor enorme y progresivo, es un dinero que no se audita ni se fiscaliza. Se le debe sumar, por supuesto, el efecto corruptor del narcotráfico, pero ese fenómeno se da más en amenazas al sistema que en dinero.

 
- Y para dónde va la violencia del narcotráfico, no se observa un camino claro...

- Lo único claro es que mientras existan esas rentas tan altas en el negocio, siempre habrá personas dispuestas a ir por ellas. México ha capturado o muerto a cada uno de los capos de los carteles existentes en los últimos años y eso no ha servido de nada, porque apenas se toma a uno, aparece otro que le disputa el poder.

La cosecha de violencia y de capos no se acaba porque no terminan las rentas del negocio. Esta estrategia de atacar a los carteles lo único que ha hecho es ensangrentar a México, porque el flujo de drogas hacia Estados Unidos no se ha reducido.

El error es haber planteado el tema de las drogas como una guerra, desde el punto exclusivamente desde una guerra militar y policíaca y no como mercado. Si ese mercado se legalizara, se le quitarían los tiros. Me critican este tipo de ideas y me dicen que son utópicas. Y puede ser, pero mi utopía no sangra. Por el contrario, la utopía de que la droga se acaba con tiros, sangra demasiado todos los días.

 

Autores

Claudio Pereda Madrid