El 26 de septiembre de 1983 el destino del mundo estuvo en sus manos. Era el oficial a cargo de tomar una decisión tremenda: comenzar o no una guerra nuclear.
“No soy un héroe”, decía Petrov con un punto de irritación en la mayoría de entrevistas. En 2014 se realizó una película sobre su hazaña, titulada: “El hombre que salvó el mundo”.
Argumentaba que los extranjeros exageraban su heroísmo y parecía cansado de la atención pública que despertaba. “Estaba en el sitio adecuado en el momento justo”, dijo Petrov.
Aunque para los medios era difícil no calificar a Petrov como héroe. El 26 de septiembre de 1983 el destino del mundo estuvo en sus manos. Era el oficial a cargo de tomar una decisión tremenda: comenzar o no una guerra nuclear. Afortunadamente optó por evitarla. Si hubiera elegido lo contrario, quizá no seguiríamos estando aquí.
“En el puesto de control había una alarma con luces rojas parpadeando en la terminal”, recordaba en las entrevistas. Los hechos ocurrieron en la base cerrada de Sérpujov-15, en la que estaba el centro de mando del sistema de alerta temprana OKO.
Petrov estaba en su turno cuando el sistema informó a los oficiales de que EE UU había lanzado un misil y que le seguían otros cinco. Si Washington realmente hubiese apretado el botón, significaba el comienzo de una guerra nuclear.
En esos momentos las relaciones entre los dos rivales estaban cerca de ser desastrosas. Solo tres semanas antes la URSS había derribado por error un Boeing coreano que volaba sobre la isla de Sajalín, con un saldo de 62 víctimas estadounidenses El presidente Ronald Reagan abanderaba la idea de luchar contra “el imperio del mal”. Ambas potencias se intercambiaban amenazas y realmente parecía que una guerra era posible.
Petrov tenía que decidirse. ¿Había lanzado EE UU los misiles? Su computadora así lo decía. Los 30 niveles del sistema de alarma confirmaban que se había producido un ataque. Tenía 15 minutos para actuar.
Si creyese a su computadora habría dicho a las autoridades soviéticas que lanzaran un ataque de respuesta, que podría haber acabado con casi la mitad de la población de EE UU, dando comienzo a la Tercera Guerra Mundial.
Si el ataque fuese real y Petrov no actuaba, entonces cientos de miles de sus compatriotas habrían muerto en vano. Es fácil imaginar la terrible presión a la que estaba sometido.
El reloj seguía haciendo tic tac.
Tomó una decisión. Cuando sonó la línea del gobierno, Petrov alzó el teléfono y dijo: “Nuestro sistema nos está dando información falsa”. Tenía razón, el sistema había funcionado mal debido a una rara alineación del sol en nubes que estaban a gran altura. EE UU no había lanzado ningún misil.
Al preguntarle cómo había tomado la decisión, Petrov respondió tranquilamente que simplemente no podía creer que Washington hubiera lanzado un ataque contra la URSS solamente con cinco misiles.
Además, Petrov, que había estudiado escrupulosamente el sistema de computadores utilizado en la URSS, dijo que era escéptico. “Desconfié del sistema porque soy un hombre, no una computadora”, dijo a Gazeta.ru.
El oficial no fue ni premiado ni castigado tras su decisión. Tal y como comentó, el centro de mando no estaba dispuesto a elogiarlo oficialmente ya que eso significaba constatar serios fallos en el sistema de alerta nuclear y el gobierno no estaba dispuesto a ello.
Así que sus jefes le dieron algunos pocos halagos pero también le hicieron reprimendas por “no haber llenado adecuadamente el diario” durante el incidente.
La falsa alarma se mantuvo clasificada hasta principios de los años 90, cuando el general Yuri Votíntsev, excomandante de las Unidades de Defensa de Misiles de las Fuerzas Aéreas soviéticas publicó en sus memorias el incidente y habló del gran papel desempeñado por Petrov.
Posteriormente, cuando se retiró, Petrov se vio en el centro de los focos mediáticos, sobre todo los occidentales. Aunque a él no le agradaba esta situación. Vivía en un pequeño apartamento de Friázino, en la región de Moscú, y era reacio a comunicarse con los periodistas. Siempre enfatizaba que él “no era un héroe”.
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