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Historia, cultura y vapor: un viaje en tren al pasado de Argentina
Viernes, Marzo 20, 2015 - 09:30

El Viejo Expreso Patagónico, tal su nombre oficial, ofrece paseos que parten de esa ciudad de Chubut, ideales para los amantes de los rieles y de experiencias de antaño, que parten de Esquel y recorren durante una hora la Comarca Andina provincial.

Ver la estepa, valles y montañas andino patagónicas mientras se viaja en un antiguo coche de madera, calefaccionado por una salamandra a carbón y tirado por una locomotora a vapor, es una experiencia semejante a un viaje al pasado que se puede realizar en el tren La Trochita.

El Viejo Expreso Patagónico, tal su nombre oficial, ofrece paseos que parten de esa ciudad de Chubut, ideales para los amantes de los rieles y de experiencias de antaño, que parten de Esquel y recorren durante una hora la Comarca Andina provincial.

Mientras los trenes modernos mantienen cada vez más aislado al pasajero del exterior, en este tren se puede oír el típico ruido a riel, percibir el frío de los campos nevados en los vidrios empañados o, en época cálida, asomarse a disfrutar del aire seco de los valles andinos o viajar entre dos coches junto a los estribos.

Antes de partir de Esquel, el visitante puede realizar un recorrido por el "Paseo Ferroviario", espacio que conserva mobiliario y documentación de la época de apogeo de La Trochita, con entrada libre y gratuita.

Este antiguo expreso, considerado de trocha económica por sus 75 centímetros de ancho, hace un recorrido de 48 kilómetros desde Esquel hasta la pequeña localidad de Nahuel Pam, y ocasionalmente llega hasta El Maitén, donde están los talleres centrales de las locomotoras.

Durante el trayecto, cuya duración aproximada es de una hora, en cada uno de los cinco coches de pasajeros un guío turístico describe el paisaje y narra la historia de este singular medio de transporte.

Las locomotoras fueron construidas por las tradicionales firmas Baldwin y Henschel, de Estados Unidos y Alemania, respectivamente, y los vagones datan de principio del siglo XX, la mayoría proveniente de Bélgica.

Esta línea férrea de trocha angosta se instaló en la Patagonia a mediados del siglo pasado, y fue la primera del Estado nacional en la región.

El trayecto original del Expreso Patagónico era de 402 kilómetros, entre las localidades de Esquel y la rionegrina de Ingeniero Jacobaci, y duraba entre 15 y 20 horas, según la estación del año y las condiciones climáticas.

Durante el actual recorrido turístico, el guía explicaba que la locomotora necesita para su funcionamiento gran cantidad de agua, con un promedio de 100 litros por kilómetro.

Como el depósito tiene una carga máxima de 4.000 litros era necesario contar con bombas de agua a la vera de la vía para volver a cargar el tanque, a lo sumo cada 40 kilómetros.

Estas máquinas utilizaban como combustible el carbón, pero luego este fue cambiado y comenzó utilizarse el fueloil, derivado del petróleo, que resulta más barato y tiene un costo económico y ambiental inferior, ya que no requiere de tala de árboles.

Comenzar a oír el chirrido de los hierros en la partida, el vapor que se dibuja y entremezcla con las nubes cordilleranas, es un deleite continuo de sonidos y aromas que remite a historias de un pasado de trabajo y tesón de los habitantes sureños.

Los vagones, pintorescos por fuera, son confortables por dentro, con grandes ventanillas que permiten apreciar el paisaje en todo su esplendor.

Un detalle de calidez de estos coches es la calefacción, con una vistosa salamandra, que en los años de apogeo sirvió como centro de reunión de los pasajeros, que se arrimaban para protegerse del frío.

También se tiene una vista de la ciudad de Esquel desde diversos ángulos y altura, tanto desde los vagones de pasajeros como del coche comedor, donde es posible tomar algún trago, refrescos o chocolate caliente.

La llamada localmente "curva huevo" es el punto ideal del trayecto para tomar fotografías desde las ventanillas a la locomotora que deja su estela de humo oscuro en el cielo, y también un flujo blanco de vapor cuando suena el silbato.

Desde esa zona comienza a divisarse el cordón montañoso Nahuel Pan, de 1.800 metros de altitud y su altas cumbres que cobijan nieves eternas.

Al llegar a Nahuel Pam, nombre que hace honor al cacique Sergio Nahuelpan, se puede visitar el Museo de Culturas Originarias y la feria local, situada en la misma estación.

En ese mercado, los habitantes de la zona ofrecen productos artesanales, tortas, dulces, orfebrería, textiles, tejidos y talabartería, entre otros productos.

Los numerosos turistas que viajan en el único servicio semanal que se brinda en temporada baja -septiembre a enero- pueden también disfrutar de un número artístico a cargo de músicos locales.

La reapertura de este tramo ferroviario fue también un incentivo para la economía de los lugareños, quienes además disfrutan al compartir con turistas de todo el mundo la historia de la zona originalmente habitada por mapuches.

Autores

Télam