Probablemente si no le decían que su novela salió elegida en el certamen de género negro, Martín Sancia Kawamichi hubiese abandonado sus intenciones de asomar en los estantes de las librerías. Además, había escrito tres novelas pero sólo esta vio la luz.
En Hotaru, la primera novela publicada para adultos de Martín Sancia Kawamichi, ganadora del concurso Extremo Negro-BAN!, el autor compone una trama de tonos negros en un escenario ubicado en plena década del 70, con una geisha que cría luciérnagas, el amor entre una japonesa y un argentino, y el refugio de una cabaña escondida en los alrededores de Derqui.
Probablemente si no le decían que su novela salió elegida en el certamen de género negro, Kawamichi hubiese abandonado sus intenciones de asomar en los estantes de las librerías. Además, había escrito tres novelas pero sólo esta vio la luz. "Una cosa es escribir y otra cosa es publicar, en ningún momento dejé pensar de escribir, pero sí abandoné las ganas de publicar, es desesperante", cuenta el autor a Télam sobre este premio que "llegó en el momento justo".
Sancia Kawamichi (1973) se hizo un huequito en su trabajo administrativo de ocho horas para charlar sobre Hotaru (tiene escritos dos libros para niños, el segundo, Los poseídos de Luna Picante, fue distinguido con el 2ª premio Sigmar); dice que no está acostumbrado a que le hagan entrevistas y por las dudas avisa que lo consumen un poco los nervios, pero del otro lado del teléfono todo parece natural. Tan natural como le pareció a él la escritura de su novela.
"Ella misma me fue llevando por caminos que no busqué. Caí en el policial y en lo erótico sin darme cuenta", comenta este autor que todavía ve lejano el día en que sus horas se dediquen full time al oficio. "Me encantaría vivir de la literatura pero me resulta impensable todavía", dice. Mientras tanto, escribe por las noches, en sus ratos libres.
Así, por las noches se gestó Hotaru (Del Nuevo Extremo), que significa luciérnaga en japonés, una historia atravesada por los 70 y por la cultura japonesa, una trama que tiene a un puñado de protagonistas por demás singulares y hasta bastante exóticos, cruzados por el desconcierto, el pánico, el amor, la curiosidad y la guerrilla, en un contexto político, que entre tanta agitación sueña el regreso de Perón.
Y entre japonesas, origamis, kimonos, organizaciones guerrilleras y un secuestro cuyo secuestrador tiene más miedo que el secuestrado, Sancia Kawamichi levanta los hilos de esta trama. "Quería contar una historia entre un militante de Montoneros y una geisha, una historia que se interrumpe cuando ella se va a Japón y la retoman ya de grande. Me pareció materialmente posible esa relación".
"No quería hacer una novela loca ni exótica -profundiza el autor-; tenía un personaje montonero con la idea de que debía estar refugiado en un lugar, oculto, casi a oscuras, viviendo con movimientos limitados, y me pareció que podía acompañarlo una geisha, no había nada que impidiera que un montonero y una geisha se enamoren".
Y si de aparentes extrañas se trata, el autor nacido en 1973 tampoco hubiese imaginado que llevaba sangre japonesa. "Kawamichi es el apellido de mi abuelo biológico por parte de padre, un japonés de un metro noventa que murió cuando mi papá tenía dos años; mi abuela se volvió a casar con otro hombre y mi papá a los 18 años adoptó el apellido del segundo marido de mi abuela, Sancia", revela.
Martín supo de sus raíces pasados sus 16 años. "Cuando murió mi abuelo Juan Sancia me contaron la verdadera historia, y una vez que me enteré no quise saber mucho, me parecía una traición a mi abuelo investigar", confiesa el autor, quien descubrió la literatura "de grande" a través de Alejandro Dolina y vorazmente empezó a leer libros que buscaba en una biblioteca cercana porque en su casa no había. Así se leyó "Cien años de soledad" en dos días.
Hace unos tres años Sancia Kawamichi empezó a ir al Jardín Japonés, al principio se cautivó con las flores, con los peces carpas, y después le entró, como dice, un "interés enfermizo" por la cultura japonesa. "Empecé en muy poco tiempo a presenciar ceremonias del té, procesiones de ikebana, tambores japoneses, empecé a leer mucha literatura japonesa y como consecuencia de todo esto salió esta novela".
Pero no sólo fruto de su identificación "tardía" con la tradición japonesa lo llevó a este libro, también el espíritu de su infancia, marcada por la década del 70. "Cuando nací mi mamá era madre soltera, mi abuelo materno se enojó y la echó de casa: terminamos viviendo en lo de su prima, una ex monja que estaba casada con un ex cura, los dos montoneros", cuenta con trazos gruesos su propia historia.
Sancia Kawamichi seguirá escribiendo sólo que ahora más motivado con la idea de publicar, ya empezó a moverse en los círculos de las letras, y encima como yapa a principios de octubre lo invitaron a participar de un panel en la primera edición del festival literario "La Chicago argentina. Rosario, crimen y cultura".
Es que con Hotaru el autor logró hilvanar una "novela negra, japonesa, erótica y lisérgica", como define, con una prosa descarnada y provocadora que se llevó todos los aplausos. Ese llamado que le anunció que su libro había sido seleccionado ganador del concurso Nuevo Extremo-BAN! dio por fin vuelta una página: "Sentí que la escritura, después de tantos años, se había apiadado de mí".