Reabierto y reciclado por la empresa de capitales argentinos Fen Hoteles, el edificio construido en 1928 en la esquina de las céntricas Soriano y Maldonado, fue rebautizado, pues antes llevaba el nombre de Hotel Cervantes.
Pocos hoteles pueden ostentar la vanidosa declaración de haber hospedado a un escritor valorado mundialmente, y que uno de sus pasadizos o recodos le inspirara la creación de una obra memorable, como ocurre con el antiguo hotel Cervantes, de Montevideo, hoy Monumento Histórico Nacional, cuyo insigne huésped fue Julio Cortázar.
Aunque albergó ocasionalmente a otros famosos escritores argentinos, como Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, y antes a Carlos Gardel, fue Cortázar quien con su cuento "La Puerta Condenada" convirtió uno de sus cuartos en un tesoro.
Ese espacio, que fue motivo o leve telón de fondo de incomprobable inspiración literaria para Cortázar -de cuya muerte se cumplieron 30 años- es atesorado como una gema por las autoridades del hotel, con tanto celo que no está abierto a las visitas.
Como ninguno, el Hotel Cervantes se erige a sí mismo en obra y conserva intacto ese espacio que estructuró y proporcionó hasta el título de la obra de Cortázar.
Reabierto y reciclado por la empresa de capitales argentinos Fen Hoteles, el edificio construido en 1928 en la esquina de las céntricas Soriano y Maldonado, fue rebautizado con el nombre de Esplendor y ofrece habitaciones de diseño y servicios típicos de hotel boutique.
En el cuento que Cortázar escribió en 1956, un desconocido recomienda este hotel al protagonista mientras cruza el Río de la Plata -por motivo de negocios-, a bordo del desaparecido Vapor de la Carrera.
También hace referencia a un cine contiguo al edificio, el antiguo Teatro Cervantes, que hoy forma parte del moderno hotel, como amplio salón, y conserva marquesinas y luminarias de gran belleza y parte de cuyo proscenio quedó reconvertido en una piscina climatizada cubierta.
Lo cierto es que Cortázar se alojó en este edificio que indudablemente es fuente de inspiración, ya que Bioy Casares, quien se hospedó en 1962, escribió un cuento que guarda similitud con el primero: "Un viaje o El mago inmortal".
El viajero advertido puede descubrir la habitación que se describe minuciosamente en "La puerta condenada", sólo con subir -esta vez en un moderno y nada chirriante ascensor- al segundo piso del edificio y buscar el cuarto 205, que da al vestíbulo.
En un hotel que combina el reciclado y lo moderno, entre las yeserías y pinoteas que quedan de aquellos años gracias a minuciosas tareas de restauración se encuentran las baldosas originales del hall de acceso, sobre Soriano, donde puede leerse aún con letras doradas en los mosaicos "Hotel Cervantes".
La inesperada conexión de la mencionada habitación y la contigua tras el hallazgo de una puerta clausurada, con un misterioso llanto de niño en la madrugada, constituyen un umbral de acceso a lo desconocido en el cuento de Cortázar.
Los pasajeros prevenidos pueden viajar en el tiempo hacia aquella noche cortazariana y observar, desde el último piso y actual desayunador, la impactante vista de Montevideo, con su Palacio Salvo y la extensa playa, a cada lado.
Al preguntar si es posible al menos espiar la habitación 205, una empleada joven que se desempeña en ese piso es contundente: "Imposible", y sobre las razones, dice -con la naturalidad con que suelen ser cultos los uruguayos- "es la habitación donde Julio Cortázar se inspiró para escribir La puerta condenada".
Jorge Benítez, gerente del Esplendor, asegura que "se trata de un lugar único en Montevideo por sus características: se encuentra en la zona histórica de la ciudad y forma parte del denominado Barrio de las Artes, en cuyo marco el hotel renueva cada tres meses la muestra plástica que ocupa los espacios comunes".
"Gran cantidad de turistas argentinos visitan el hotel, intrigados por la magia", asegura Benítez, que le imprime el cuento y la presencia de Cortázar, así como por la de otros ilustres visitantes, entre ellos Gardel, que ocupó la habitación 104.
El escritor español Enrique Vila-Matas escribió, décadas después, que el Hotel Cervantes "continúa en pie. Así que, si algún día voy a Montevideo, iré a verlo y trataré de alojarme en el segundo piso, en una pieza 'chiquita', donde tal vez siga estando ese gran armario que tapa la misteriosa puerta condenada".