Lamentablemente, estamos moldeando un concepto de igualdad de género que parece más una homogenización de sexos que un crecimiento equiparado de hombres y mujeres.
Por Olivia Jaras. Hoy en día, está muy de moda hablar sobre la igualdad de géneros y los derechos de la mujer. Con mucho orgullo vemos como compañías implementan salas de lactancia y regulaciones que permiten a la mujer trabajar y desarrollar su carrera a la par con el hombre. Incluso las campañas políticas más exitosas suelen ser las que más tratan de nivelar el piso de trabajo para la mujer.
Lamentablemente, estamos moldeando un concepto de igualdad de género que parece más una homogenización de sexos que un crecimiento equiparado de hombres y mujeres. No nos damos cuenta el impacto tan detrimental que estamos teniendo sobre la delicada tela social que ha tomado milenios moldearse.
Pero antes de causar alarde con organizaciones a favor de igualdad de género, permítanme aclarar este concepto: no estoy sugiriendo que volvamos a una era del reinado supremo del hombre por encima de la mujer. Lo que sí estoy diciendo, es que el péndulo se está moviendo hacia el otro extremo, generando consecuencias igual de tóxicas.
Todo esto lo digo con la autoridad que me otorga el hecho de haber dedicado parte de mi vida a empoderar y mejorar la calidad de vida para las mujeres. Nuestra compañía www.salarycoaching.com existe con el único propósito de ayudar a mujeres en todo el mundo a averiguar lo que valen y aprender cómo negociarlo.
Hemos ayudado a miles de mujeres alrededor del mundo y, a decir verdad, la corrección más frecuente que hacemos con nuestras clientas, es el que NO deben negociar como lo harían los hombres. Todas llegan a nosotras pensando que tienen que ser directas, asertivas y que deben negociar decididamente. Lo que no se dan cuenta es que las mujeres tenemos muchos dones que podemos utilizar a nuestro favor en negociaciones.
Tenemos instintos sociales que nos hacen muy buenas negociadoras, pero si nos guiamos por lo que la "sociedad" dice que es un buen negociador, terminamos intentando negociar cómo un hombre... y generalmente fallamos en obtener resultados óptimos. Es una lástima ver que tantas mujeres piensen que tienen que ser IGUALES a los hombres para poder ganar lo mismo que ellos.
Desde la década de los 70, la emancipación de la mujer ha generado un cambio fundamental y necesario para que la mujer no sea relegada al cuidado de la casa y los niños, salvo que sea una decisión propia. Hemos obtenido logros tan fundamentales como el acceso a recursos, el derecho al voto, manejar, utilizar tarjetas de crédito y la habilidad de vivir una vida independiente del hombre.
La habilidad de poder trabajar y ganar lo mismo que un hombre también ha sido fundamental, en especial dado a que las mujeres remuneradas por su trabajo muestran menor incidencia de depresión que aquellas mujeres no remuneradas (me refiero a mujeres que se dedican a criar sus hijos o ejercer el rol exclusivo de ama de casa). Aunque los logros han sido monumentales en las últimas décadas, todavía nos queda un buen tramo por recorrer en nuestra cruzada por eliminar la toxicidad masculina social que reprime a la mujer.
Pero es importante destacar que nos hallamos en un momento fundamental en que debemos darnos cuenta que lo que buscamos NO es igualdad de género, si no más bien la oportunidad de crecer en paralelo al género masculino. La igualdad de género implica que no tengamos diferencias entre hombres y mujeres, aun cuando muchas de estas diferencias benefician la realidad en la cual vivimos.
Si no tenemos mucho cuidado con esta homogenización de los géneros, estamos arriesgándonos a remplazar la toxicidad masculina por toxicidad femenina. No es necesario emascular al hombre en la sociedad para que la mujer se sienta respetada. Pero si es necesario que ambos géneros crezcan en paralelo, respetándose mutuamente para no vivir en una sociedad tóxica.
Aunque hoy vivimos en una sociedad en la cual nos guiamos por impulsos externos, nuestros instintos ancestrales nos diferencian y nos pueden ayudar a sobrevivir en sociedad. Me explico- las mujeres tenemos habilidades maternales que simplemente no son innatas de los hombres. De la misma manera, el hombre desde pequeño tiene tendencias protectoras y necesita ejercer el rol de proveedor para los suyos.
Este no es un concepto fácil de entender, pero nuestras diferencias empiezan a demostrarse a una edad muy temprana, y si aprendemos a usarlas bien, podemos lograr el éxito en paralelo, sin tener que ser "iguales". Por ejemplo, es tan necesario para niñas tener un espacio para desarrollarse emocionalmente, como lo es para niños tener un espacio para liberar energía. Como adultos, nuestro rol es el proveer un ambiente seguro y confiable para las niñas, tanto como una forma para que los niños puedan canalizar en vez de reprimir toda su energía.
La realidad es que le tengo fe a la mujer. Espero que a medida que este péndulo se mueva a favor de la mujer, corrijamos caminos y nos demos cuenta de que lo que buscamos no es ser igual al hombre, sino que más bien, vivir en paralelo con él.
*Por Olivia Jaras, Fundadora y CEO de Salary Coaching for Women*