En los últimos 20 años, el ecosistema financiero global y latinoamericano ha enfrentado desafíos sin precedentes. En medio de la pandemia global, sus consecuencias, y más aún, la invasión de Rusia a Ucrania, cada vez más inversionistas a nivel mundial y en América Latina comprenden la importancia de la inversión ambiental, social y de gobernanza.
Las amenazas globales imprevisibles, algunas ya conocidas, otras por manifestarse, están generando la prueba de resiliencia más grande en la historia de la humanidad. Cómo transformar estas crisis provocadas por la pandemia, las demandas sociales, el desequilibrio económico, la guerra y la amenaza del cambio climático, en una oportunidad para crear una sociedad más segura, sostenible y equitativa, se convierte en la prioridad más urgente para el ser humano. Incluso antes de la pandemia, lograr la financiación necesaria para el cumplimiento de los ODS, parecía una tarea imposible, pero, con decisión y convicción, alcanzable. Sin embargo, la recuperación de los flujos de inversión en los sectores relacionados con los ODS en los países en desarrollo, bajaron durante la pandemia en casi todos los sectores. Así, los montos de inversión suscritos a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los países menos desarrollados, han venido disminuyendo fuertemente, debido a la situación de emergencia.
Hoy, necesitamos de forma urgente, un sistema financiero global que funcione para canalizar el capital y la inversión hacia productos y servicios que beneficien a las sociedades y economías sin que nadie se quede atrás, abriendo las vías para un trabajo colaborativo, e inspirador. En ese sentido, la ONU ha estimado que, considerando el retroceso de estos últimos dos años, el mundo necesitará gastar entre U$ 3 billones y 5 billones anuales para acercarse a las metas que plantean los ODS para 2030. Así, inversores y gobiernos depositan su esperanza en las oportunidades para que el sector privado desempeñe un papel preponderante en la transición hacia un futuro más sostenible y menos incierto.
El Foro Económico Mundial identifica como riesgos para la economía, asuntos como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, las crisis relacionadas con el agua o las enfermedades infecciosas, todas ellas cuestiones que los ODS buscan solucionar, teniendo en cuenta que la emergencia climática, se torna clave para el futuro de la humanidad. En este marco, la inversión sostenible está siendo contemplada como factor principal para reevaluar las finanzas modernas, dadas las oportunidades que abre la inversión con impacto positivo desde la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos. Es necesario invertir en tecnologías para lograr estructurar una economía global de cero emisiones. Muchas de estas están en desarrollo, pero aún no alcanzan un nivel de competitividad, como el hidrógeno verde, área en la cual Chile planifica tomar protagonismo. Los recursos necesarios para avanzar en estas nuevas tecnologías e investigar sobre ellas, es una de las oportunidades de inversión más esperanzadoras, para salir del círculo pernicioso de mayor crecimiento y más contaminación.
La Agenda 2030 constituye una guía para los inversionistas y líderes empresariales, para priorizar su estrategia corporativa en función de los ODS, consolidar su relación con sus grupos de interés, y movilizar la transformación hacia un sistema financiero sostenible, que pueda contribuir a una menor volatilidad de los mercados, a la viabilidad a largo plazo de las inversiones y a ayudar a proteger la economía global, de episodios de tan fuerte inestabilidad como los que el mundo ha estado viviendo.