Por Andrés Serrano, director general Structuralia.
Realizar un retrato robot del ingeniero del futuro no resulta una tarea demasiado compleja, pues todos los indicios apuntan en la misma dirección: sostenibilidad, ahorro energético, medioambiente y nuevas tecnologías.
Actualmente vivimos una revolución tecnológica de tal magnitud que se puede aplicar a casi cualquier objeto dotándolo de un valor añadido que se antojaba impensable hasta no hace mucho tiempo. Estamos hablando por ejemplo del internet de las cosas, los drones, las smart cities y de un sinfín de intangibles que generarán múltiples oportunidades pero que a su vez demandarán nuevas cualificaciones profesionales.
Se estima que el sector tecnológico experimentará un aumento de empleo hasta el año 2020 de un 12%, mientras que en el resto de sectores laborales el crecimiento será, tan solo, de un 6,5%.
Esta actualización constante se sale del mundo puramente tecnológico y se extiende a otros mercados más tradicionales aportando una mejora notable en los rendimientos, en los procesos y en definitiva, en los resultados.
Concretamente en el ámbito de la ingeniería y la construcción, aparecen nuevas tendencias como el BIM, la impresión 3D, Lean Construction o la Construcción Modular que obligan a los profesionales a mantener una capacidad de autoaprendizaje suficiente para poder mantenerse activos en el mercado laboral.
Todas estas tecnologías también se suman a una tendencia social, que se viene experimentando en los últimos años a nivel mundial, muy comprometida con obtener la mayor sostenibilidad y ahorro energético de cualquier actividad concebible. Esta situación ha propiciado por ejemplo las últimas y millonarias inversiones en proyectos de energías renovables, las cuales están cobrando especial importancia en muchos países de Latinoamérica.
EL INGENIERO DEL FUTURO
Con todo lo anterior, cabe esperar que ese dibujo del ingeniero del futuro contenga trazos relacionados con las nuevas tecnologías y con las energías renovables.
En cuanto a las innovaciones tecnológicas, los ingenieros, arquitectos y técnicos especializados de la construcción tendrán que estar formados en materias relacionadas con las nuevas técnicas constructivas, como la prefabricación de los materiales y su impresión en 3D, así como en el manejo o aprovechamiento de las posibilidades que los drones pueden ofrecer en la construcción, inspección y mantenimiento de infraestructuras.
En materia de sostenibilidad, deberán dominar la gestión inteligente de recursos y servicios (movilidad, energía, agua…) que serán de aplicación directa en las smart cities. Igualmente, las técnicas de edificación sostenible, tanto en la construcción como en la rehabilitación, orientadas a maximizar el ahorro energético, o la gestión de edificios y sus servicios (facility management), serán aspectos fundamentales a corto plazo.
En materia energética la tendencia es clara: las administraciones públicas apuestan cada vez más en la generación de energía por fuentes renovables. Y esto se nota en los últimos anuncios de inversión en la región latinoamericana. Argentina ya ha declarado el 2017 como “el año de las energías renovables” y ha avanzado una inversión de 12.000 millones de dólares en este ámbito. A esta tendencia se suman multitud de países latinoamericanos que anuncian importantes inversiones para el horizonte 2030, como Brasil (US$ 7.100 millones), México (US$ 4.000 millones) o Chile (US$ 3.400 millones). Y fuera de la región destaca China, que ha aumentado este año su financiación con más de 32.000 millones de dólares destinados a estos proyectos.
La revolución tecnológica ya ha llegado con el objetivo de mejorar nuestra calidad de vida, pero supondrá sin duda un cambio importante en los métodos de trabajo para que habrá que estar preparado. Se abren así nuevas oportunidades el horizonte: nuevas oportunidades de negocio que serán aprovechadas por aquellos técnicos que hayan conseguido “ver más allá” y formarse en las habilidades anteriormente descritas.
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