Ya no basta sólo con poseer un gran coeficiente intelectual o contar con varios títulos y grados universitarios. A la hora de liderar grupos de trabajo, es igual o incluso más importante, manejar los sentimientos y saber expresarlos adecuadamente y con efectividad.
Muchos expertos consideran que la obsesión por potenciar el coeficiente intelectual, con el que hasta ahora se han manejado la mayoría de los ejecutivos y gerentes de las diferentes organizaciones, ha sido equivocada. Según explican, para tener éxito en los cargos más elevados, o bien en los puestos de liderazgo, hoy por hoy, es estrictamente necesario contar, o bien desarrollar, la aptitud emocional.
Ya no basta sólo con poseer una gran inteligencia racional o contar con varios títulos y grados universitarios. Ahora, es igual o incluso más importante, manejar los sentimientos y saber expresarlos adecuadamente y con efectividad. Una investigación, realizada a nivel mundial por “The Consortium for Research on emocional Intelligence in Organizations”, concluyó que el éxito obtenido en una empresa se debe en un 23% a las capacidades intelectuales y en un 77% a las aptitudes emocionales.
Otro estudio, realizado por una academia comercial de la Universidad de Cambridge, en donde 120 equipos gerenciales fueron puestos para simular que tomaban decisiones para una organización, reveló que los equipos enteramente compuestos por personas con alto coeficiente intelectual -pese a su obvia ventaja- no tuvieron el mejor desempeño. Esto, debido al gran tiempo invertido en el debate competitivo. Todos los integrantes de estos grupos estaban dedicados a ser la estrella intelectual, mientras el equipo se desinflaba. Por el contrario, los equipos compuestos por personas cuyos miembros no eran tan brillantes racionalmente, ejercían un manejo grupal sólido y eficaz.
En su libro “Trabajando con inteligencia emocional”, Daniel Goleman, entrega las pautas para comprender el rol de esta inteligencia en el desarrollo de la empresa, como líderes y, por extensión, como integrantes de equipos de trabajo. En él, el autor distingue los cinco componentes que conforman la inteligencia emocional en relación al trabajo: auto-conciencia, auto-control, motivación, empatía y capacidad de relación social.
Y es que cultivar la inteligencia emocional (IE) en la dirección de grupos de trabajo, no sólo permite aprender a interactuar y sociabilizar con los pares, subordinados o superiores. También ayuda a dar y recibir retroalimentación y a reflexionar sobre los procesos internos, tanto para el desarrollo personal como profesional.
“Las habilidades de inteligencia emocional, llamadas habilidades blandas, aplicadas al trabajo, son esenciales para desempeñarse en equipo. Para que un equipo logre resultados, es necesario que los participantes tengan habilidades de IE como saber escuchar, ser flexible, trabajar en conjunto con otros, relacionarse, colaborar y llegar a acuerdos, tomando en cuenta las aportaciones de los diferentes integrantes del equipo”, dice Antonio Dieck, rector de la Universidad de Monterrey.
La iniciativa, el empuje, la energía, el buen criterio, el sentido común, la creatividad y el ser independiente, son igualmente valores propios de la inteligencia emocional. “Una aproximación, a través de la IE, puede ser altamente eficiente para el desarrollo de la organización. Hay organizaciones que hacen uso intensivo de la IE y obtienen excelentes resultados”, afirma Diego Cardona, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte en Colombia.
Más aún, diversos entendidos en el tema, afirman que el elemento emocional es el ingrediente oculto en el éxito o el fracaso de las relaciones y por ende, del posterior desarrollo de la organización. De modo contrario, advierten que las personas que no logran conectarse emocionalmente con su equipo, no logran transmitir mensajes claros.
En este escenario, la labor del líder se vuelve fundamental. Tal como señalan los especialistas, la base para conseguir un liderazgo bueno y fuerte se sienta, antes que nada, en las emociones. Los verdaderos directivos funcionan como líderes emocionales de sus grupos, encaminando los sentimientos colectivos hacia direcciones positivas. Generalmente son personas que inspiran y movilizan a la gente, despertando emociones en cuanto al trabajo, y provocando una mejora continua del rendimiento.
“Un buen gerente emocional es hábil en motivar a sus empleados, además de serlo en comunicación, liderazgo, trabajo en equipo y manejo de conflictos, y su puesta en práctica. Proveen las técnicas modernas de manejo de recursos humanos de una organización”, dice el académico de Incae Business School, Guillermo Edelberg.
La comunicación, herramienta clave. La comunicación se constituye como una herramienta clave en el proceso del liderzago emocional. El buen diálogo y la capacidad del director, de tomar distintos roles en la medida en que sean necesarios para afrontar las situaciones que se van produciendo entre los integrantes del equipo, son fundamentales.
Asimismo, es un imperativo que quien ejerza el liderazgo, sepa establecer una relación de comprensión y confianza entre la gente que dirige: ser empático, saber escuchar, ser capaz de persuadir en forma convincente, generar entusiasmo y compromiso, poseer adaptabilidad al cambio y un sentido de innovación permanente, serán primordiales a la hora de liderar equipos.
“La habilidad de ponerse en los zapatos del otro, ejerce una influencia fundamental a la hora de buscar el progreso y el éxito profesional”, asegura Patricio Fay, académico del Área de Comportamiento Humano de IAE Business School.
El líder del grupo tiene la responsabilidad de saber matizar sus roles, con humor, severidad y comprensión, algo que resultará clave para la interpretación de los integrantes del equipo. Manejar estos sentimientos, de manera que se transformen en virtudes, enriquezcan al grupo y mejoren el rendimiento y las aptitudes personales, es uno de los desafíos fundamentales de los líderes.
De igual forma, aseguran los expertos, la rápida adaptación y el cambio de rol serán elementos vitales, puesto que toda negociación lleva una carga emocional y por ende, quien sea más “inteligente emocionalmente” tendrá una ventaja comparativa respecto de la otra parte.
No obstante, si bien resulta evidente que las habilidades emocionales son una excelente herramienta para dirigir personas, Cardona aclara que “no son la panacea y por ende, no son aplicables en todos los casos”. En ese sentido, el especialista explica que aparte de estas habilidades, se deben tener otras que permitan solucionar problemas propios de otros ámbitos.
“La existencia de un acercamiento a través de la habilidad emocional puede generar muchos beneficios para el buen funcionamiento de la organización, al igual que una aproximación pragmática y estructurada totalmente contraria a la aproximación emocional”, dice.
En definitiva, aclaran los especilialista, la clave en la correcta dirección de equipos estará en mantener un equilibrio entre la inteligencia emocional y la inteligencia racional o cognitiva. Sería erróneo afirmar que las viejas nociones de coeficiente intelectual y capacidad analítica no son ingredientes esenciales para un liderazgo fuerte. Sin embargo, hoy por hoy, la inteligencia emocional -que hasta hace pocos años estaba en un segundo plano- está siendo igualmente valorada como herramienta de desarrollo empresarial, llegando a ser fundamental para lograr el éxito en las organizaciones.