La teoría de la ventaja comparativa, relativa al comercio internacional, planteaba que una nación debía especializarse en la producción de bienes y servicios en las que ella es más eficiente y productiva y dejar el resto para otras naciones. Su autor, David Ricardo, justificaba así que la fabricación de bienes tecnológicos, esté a cargo de los países más desarrollados, mientras que aquellos con un menor desarrollo, lo hagan con los que requieren el uso intensivo de mano de obra, como la agricultura, aprovechando sus ventajas naturales.
A pesar de que, casos como el de la República Popular China, que transformó una economía intensiva en mano de obra en la segunda más poderosa del mundo, ponen en entredicho los argumentos de Ricardo, lo cierto es que la tricentenaria teoría sigue vigente aunque ha tomado otro cariz, uno bastante sutil.
Es que el desarrollo y el subdesarrollo, ahora se dividen entre quienes crean conocimiento y quienes solo lo utilizan o lo incrementan. La creación de conocimiento está íntimamente vinculada con la innovación, es decir, con la creación de valor que se traduce en la producción de nuevos productos y su comercialización monopolística en el mercado mundial. Por otra parte, la utilización del conocimiento creado por terceros lo está con la mejora continua y la fabricación de bienes que ofrecen un valor redundante, es decir, aquellos que son producidos y comercializados por muchos países, lo que desemboca en una fiera competencia internacional.
Las letras pequeñas, están ocultas. Aquí viene la trampa y se llama innovación incremental. Parecería que las economías más avanzadas han dejado en manos de las que no lo son, la producción de bienes que, bajo este membrete, compiten por ser mejores que sus pares, pero no únicos y diferentes. Pero, mientras que la innovación crea riqueza, la mejora solo crea competencia.
Nada más contrario a la creación de valor que la mejora que está limitada a incrementarlo. El término “mejora continua” no solo es un oxímoron, también es un paliativo para la falta de capacidad para innovar y generar riqueza. Es que, de por sí, crear conocimiento es muy diferente que aplicarlo. La riqueza que puede generar la autoría de un libro se queda con el autor, nunca con el lector.
El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) del que el Perú forma parte y que reúne a 21 economías entre ellas la de los Estados Unidos y China, debe ser un mecanismo de creación de conocimiento que fomente el desarrollo de las naciones que forman parte de él, más aún cuando uno de los pilares del Foro es justamente la innovación. No es suficiente la transferencia de tecnología para generar riqueza. Es necesario recorrer esa milla extra que separa a las naciones desarrolladas de las que aún no lo están.