Gracias a las enfermeras obstetras, en algunas localidades la mortalidad materna ha pasado ‘casi a la historia’.
Días atrás, un periodista de La Razón viajó a tres municipios rurales de Potosí (Bolivia) para conocer de primera mano la trascendental labor que están realizando decenas de enfermeras y enfermeros obstetras en aquella región del país, salvando la vida de muchas madres y neonatos que sin su intervención podrían fallecer por complicaciones durante el parto.
Y es que, como bien se sabe, el acceso a la atención médica formal en el país no está garantizado ni siquiera para la población urbana, y mucho menos para los pobladores rurales debido a la ausencia de centros de salud (públicos y privados) de calidad con precios accesibles.
De ahí que no sorprenda que las tasas de mortalidad materna del país se encuentren entre las más altas de la región: 167 mujeres fallecidas por cada 1.000 nacidos vivos a nivel nacional, y hasta 255 mujeres fallecidas en regiones rurales alejadas como el norte de Potosí, según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Además, el 68% de estas muertes, siempre según la misma fuente, se da en mujeres indígenas quechuas, aymaras y de pueblos de tierras bajas. Y la mayoría de los fallecimientos devienen por hemorragias internas provocadas por la retención de la placenta y por hipertensión, factores que se complican por las demoras en la atención oportuna.
Por este motivo, desde hace algunos años, gracias al apoyo técnico y financiero de organizaciones internacionales como UNFPA, la OPS y el BID, el Estado boliviano ha decidido apostar por la formación de enfermeras obstetras en las universidades nacionales, que luego son enviadas a regiones alejadas del país. Y en aquellos lugares cumplen una importante labor que no se limita a atender los partos, ya que además realizan seguimientos a las mujeres durante todo su embarazo, diagnostican infecciones de transmisión sexual, promueven la planificación familiar e impulsan acciones para prevenir la violencia sexual.
De acuerdo con datos de UNFPA, actualmente existen aproximadamente 300 enfermeros obstetras en el país, la mayoría mujeres, de los cuales 30 se encuentran trabajando en los servicios públicos de salud de los municipios de Potosí como Chiquihuata. En aquella localidad, gracias a la llegada de estos profesionales médicos, la mortalidad materna ha pasado “casi a la historia”, en palabras del Director del hospital de ese municipio potosino. “Hasta el 2016 reportábamos al menos una muerte al año (por problemas durante el parto), pero el año pasado nada, y estamos seguros de que ya no habrá” afirma, con orgullo, el profesional médico.
Optimismo que también comparte Delia Aguilar, una de las 30 enfermeras obstetras que trabaja en Potosí. Cuando Aguilar empezó a trabajar en Uncía se enteró de la muerte de una gestante que se negaba a ir al hospital para ser atendida y que murió durante el alumbramiento. Y aquel día se propuso evitar, con mucho éxito hasta el momento, que tragedias de este tipo se repitan.