No tiene aún nombre ni lugar, pero ya es un proyecto aceptado: Atraer inversiones, empresas y ejecutivos, a través de la creación de una urbe modelo, tan modelo, que no parecerá hondureña. ¿Es posible gestionar una ciudad así?
Tendrá alrededor de 33 kilómetros cuadrados y pretende convertirse en la solución a todos los problemas de índole urbana que afectan la competitividad y la atracción de inversiones de uno de los países más caóticos de América Latina.
Pese a que no tiene aún un lugar específico, lo más probable es que sea en el Municipio de Trujillo, en la costa Caribe, la idea es fundar una mini ciudad dentro de Honduras, pero sin los problemas de Honduras.
Se trata de una ciudad charter o ciudad modelo, donde imperarán reglas especiales, que atraerán empresas y ejecutivos, quienes vivirán ahí inmunes a los problemas de empleo, educación, salud y seguridad que afectan a este país. Será –según sus promotores– una ciudad libre, donde circulará la inversión, el dólar, el euro y la lempira, la moneda hondureña, sin restricciones.
No. No se trata de un estado febril, sino de uno de los proyectos más relevantes del presidente hondureño, Porfirio Lobo, quien ya consiguió el apoyo del Congreso para crear Regiones Especiales de Desarrollo, en un formato muy similar al que se aplicó en la lejana China con la creación de Zonas Económicas Especiales o en menor escala, Panamá, con zonas industriales en las que simplemente las reglas son otras.
¿Le hace sentido? O visto de otro modo, si su empresa le asignara como destino la nueva ciudad charter en Honduras ¿tomaría la aventura?
El economista estadounidense Paul Romer cree que muchos lo harían, pues es quien ideó esta fórmula de solución para países pobres como Honduras u otros del África, que de todos modos no reciben mayores inversiones y proyectos. Según él, mediante leyes y reglas económicas independientes del gobierno de turno, se puede desarrollar una urbe administrada con criterios de país desarrollado. Romer argumenta que este mecanismo funciona, porque son las normas mal aplicadas las que fomentan la pobreza, y que puede mejorar a través de reglas eficientes que favorezcan un clima que fomente el crecimiento económico.
“Estas urbes surgen generalmente por dos razones. Primero para definir una cierta zona con características únicas o especiales, distintas al resto de una ciudad; segundo, porque da la posibilidad de determinar una zona de planificación urbana, es decir, en determinar la manera en cómo se construye diferente, dando respuesta a ciertas demandas y que pueda concentrar infraestructuras adecuadas”, explica Luis Valenzuela, director del Centro de Inteligencia Territorial, UAI.
Si bien para el actual gobierno de Honduras parte de la solución a sus problemas económicos es abrirse a la posibilidad de la fundación, por el momento, de una ciudad modelo -luego podrían multiplicarse, por ejemplo en Amapala, en la costa Pacífico-, reforzando el planteamiento de Romer, no significa que todos los países bajo problemas similares o más complejos, necesiten o puedan crear territorios bajo estatutos anexos.
Para Valenzuela “este sistema se ha dado en países de gran potencial económico como China, pero no en uno de las características de Honduras”. Sin embargo, reconoce que podría ser un “golpe estratégico de desarrollo”, pues hay una visión para un salto cuantitativo. “No existe un modelo político o económico en que uno pudiera decir que de aquí saldrá o no una ciudad modelo, habrá que ver”, dice.
Por ahora Lobo defiende su proyecto estimando que se trataría de un espacio en el que sin tener nada en ese sitio, agentes extranjeros construirán edificios y compañías, tal como sucedió durante la administración británica de Hong Kong, en medio de la China de Mao.
Éxito no asegurado
En el informe “Desarrollo Mundial: Una Nueva Geografía Económica”, elaborado por el Banco Mundial en 2009, se analizan algunas iniciativas de territorios bajo regímenes especiales, con mayor y menor éxito, como el caso del fracaso de la Egipto y el éxito en China.
En el caso del país árabe, entre 1974 y 1975, como una manifestación del compromiso político de conquistar el desierto y asegurar un crecimiento sostenible, se crearon grandes zonas industriales y se otorgaron generosos incentivos tributarios al sector privado. La tierra era virtualmente gratis. Primero se construyeron seis pueblos, cada uno con una propia base industrial, y luego a mediado de los 80' se lanzó el programa para crear nueve asentamientos alrededor de El Cairo. En una tercera oportunidad se incluyeron ciudades gemelas cercanas a capitales provinciales.
Nada de eso prosperó conforme a las expectativas.
En el informe se explica que “las urbes cercanas a El Cairo han atraído negocios y gente, pero en menor número de lo previsto. Las ciudades distantes continúan siendo no atractivas para la mano de obra calificada debido a la falta de servicios y enlaces de transporte. Las nuevas ciudades no tienen más de un millón de habitantes (1% de la población de Egipto) en comparación con los 5 millones establecidos por el programa para 2005”.
A su vez, en el caso de China, se menciona a Shenzhen como primera zona especial, la cual experimentó un intenso crecimiento poblacional de 1980 a 2000, aumentando en 60 veces el PIB per cápita. Las razones de ese éxito pasan, explica el informe, por su cercanía a Hong Kong, su conectividad con el interior y con otras ciudades de China, y sus especificidades urbanas.
O sea, estas ciudades prosperan, conforme al potencial de los contextos en que se enclavan y no al revés.
Fabrizio Lorusso, profesor en Administración de Empresas por la Universidad L. Bocconi de Milán y doctorando en Estudios Latinoamericanos de la Unam, México, afirma que aunque el proyecto hondureño tenga buenos resultados, son pocos los que se beneficiarían a corto plazo de esto. “Crear un "paraíso" en el medio de un territorio inhóspito plantea también otras exclusiones; además, los únicos en tener acceso a los supuestos beneficios de la ciudad charter serían los hondureños más calificados, nadie más, y los otros esperarían unas décadas, quizás, en ver algún beneficio concreto”, opina.
También la creación de una ciudad charter en Honduras plantea dudas respecto a la calidad de la inversión extranjera, atraída por ambientes desregulados. Probablemente esto no impactará en las relaciones laborales, pues –según Valenzuela– las compañías interesadas llegarán intentando atraer y retener buenos trabajadores y ejecutivos, y además porque detrás “probablemente habrá voluntad política para una buena administración de justicia”, dice Víctor Tomas, abogado empresarial argentino. Sin embargo, nada de eso asegura que esos puestos de trabajo serán perdurables, pues la desregulación puede llegar a atraer capitales especulativos, al no tener demasiadas barreras para salir de Honduras.
Un Estado dentro del Estado
“Tengo la impresión de que es difícil incentivar en un territorio arbitrariamente nuevas reglas, distintas a las del país de procedencia. Porque las reglas del juego no son cosas abstractas, no tienen vida por sí mismas, sino que son consecuencias de la cultura, la política, y las maneras en que se desarrolla el ejercicio del poder. Cuesta pensar que alguien podría crear arbitrariamente un contexto ideal para favorecer el empleo, la producción y la alta competitividad para el desarrollo económico”, explica el argentino Pablo Trivelli, de la UTDT.
Por su parte, Lorusso cree que una ciudad modelo no es la solución para Honduras. “Va a crear un Estado dentro del Estado, desligado de sus lógicas, ligado a poderes e intereses extranjeros que –sin ser malos de por sí, como afirmaría cierta izquierda–siguen sus intereses, no los de Honduras, que tiene un gobierno débil e incapaz de controlarlos, a diferencia de China”. Para Lorusso el gran desentendido es que Tegucigalpa, la capital hondureña, no es Beijing, así como la ciudad que nazca no será Honk Kong.
Ahora, de todos modos Honduras requiere urgente alguna ciudad con mayor infraestructura y conectividad física, así como de poder de marca, tal como lo revela el Ránking de las Mejores Ciudades de América Latina para hacer negocios de AméricaEconomía, donde en su última versión, Tegucigalpa calificó en el último puesto (37º), siendo esos factores sus principales debilidades.
Por ahora, la ciudad charter hondureña no tiene nombre, pero así y todo, es difícil que escape de las connotaciones del país donde estará enclavada: Honduras, una pequeña república centroamericana, deprimida económicamente, asaltada por una ola de violencia y paria internacional, dado que es junto a Cuba, el único país no aceptado en la OEA, por tener el triste registro de ser el único país latinoamericano que llegó a un régimen político en el siglo XXI a través de un Golpe de Estado.