Ya desde mayo pasado advertimos aquí que lo que estaba ocurriendo en el sector salud y en el aprovisionamiento de medicinas apuntaba a la tragedia. Por eso se fue Germán Martínez del IMSS, quien lo denunció y fue ignorado.
El desabasto de medicinas es una realidad. Se lo niega un día y la fuerza de los hechos lo imponen al siguiente. La protesta que hicieron padres y niños enfermos de cáncer obligó a aceptar algo que se había negado: no hay medicinas para atender los tratamientos de esa terrible enfermedad. Tampoco los hay, o son insuficientes, para la atención del VIH, y luego de que se dijo que no había problemas con las vacunas del sarampión, se tuvo que aceptar que tampoco hay vacunas, que no llegarán a tiempo y los casos siguen aumentando.
Lo ocurrido con el sarampión es lamentable. La empresa que tenía las vacunas, fabricadas en Estados Unidos, advirtió durante semanas que se debía realizar la compra, las vacunas habían sido encargadas antes de que concluyera el sexenio pasado y ya las tenían en sus depósitos. Pero se ordenó ahorrar y el gobierno federal alargó los plazos tanto que la propia empresa estadunidense, propietaria de las vacunas, ordenó a sus socios en México, luego de varias advertencias infructuosas al gobierno, que las mismas fueran destruidas. Las vacunas que hoy no tenemos estuvieron varios meses en nuestro país esperando a que fueran pagadas. Hoy hay sarampión, pero no hay vacunas.
Lo mismo sucede con infinidad de medicamentos en el sector público y en el privado. Ya desde mayo pasado advertimos aquí que lo que estaba ocurriendo en el sector salud y en el aprovisionamiento de medicinas apuntaba a la tragedia. Por eso se fue Germán Martínez del IMSS, quien lo denunció y fue ignorado.
En las medicinas, para hacer ajustes presupuestales, se cancelaron compras de licitaciones anteriores, no se hicieron nuevas licitaciones a tiempo, no había suficientes reservas de medicamentos y la consecuencia fue y es el desabasto.
No hay medicinas porque las compras consolidadas de medicinas son anuales, se deciden desde junio y comienzan a abastecerse a partir de agosto. Cuando se aproximó el cambio de administración, el equipo entrante pidió al gobierno saliente que cancelara las compras de medicinas en las licitaciones que ya habían sido acordadas porque las quería revisar. Quedó, como siempre ocurre, un stock para cubrir los primeros meses de gestión, pero lo cierto es que se cancelaron las compras, no llegaron nuevas medicinas y, por ende, se fue profundizando la escasez e incluso el desabasto, sobre todo de medicinas que son muy especiales, como las del VIH y el cáncer.
El presidente López Obrador dijo que, si es necesario, se comprarán medicinas en el exterior. Esas medicinas se pensaba comprarlas, sobre todo en la India, que cuenta con laboratorios que generan una enorme producción, que fabrican a muy bajo costo, en muchos casos violando patentes internacionales, con condiciones de producción y de control de calidad muy por debajo de los estándares internacionales. Esas medicinas, por esas razones, no son comercializadas en Estados Unidos, Canadá ni Europa.
Si entraran en forma masiva a México para solventar la carencia de medicinas provocada por la decisión de cancelar las entregas de las que ya estaban compradas desde el sexenio anterior, serían medicinas de menor costo, pero también de menor calidad, que no tienen el control de producción que demandan los estándares internacionales, que no están diseñadas para el genotipo específico del mexicano y que violan patentes internacionales.
El gobierno tampoco tiene las cadenas de distribución suficientes para hacer llegar medicamentos (si los obtuviera) a todo el país. Las empresas especializadas en ello son las que el gobierno dejó fuera de las licitaciones. Hoy están negociando con empresas de otros ramos para que los ayuden a distribuir, junto con sus productos, las medicinas que llegarán, dicen, en las próximas semanas. Habrá, quizás, medicinas, pero será difícil hacerlas llegar a todos los puntos del país. Con un agravante: muchas medicinas necesitan procedimientos especiales, como refrigeración, para su traslado y distribución. No cualquiera puede hacerlo.
El Tratado de Libre Comercio obliga a los países a comprar los productos que existan en su propio país a empresas allí asentadas o, si no, en los otros dos países socios. Las medicinas se hubieran podido comprar aquí garantizando, al mismo tiempo, su distribución. Si se viola el TMEC en ese sentido o en la compra de medicamentos que violen patentes internacionales, habrá una ola de amparos que pondrá en peligro, como ocurrió con los gasoductos, el propio Tratado desde antes de que sea ratificado en Estados Unidos y Canadá.
La salud y las medicinas son prioritarios para la gente. Alguien no le está diciendo al Presidente lo que en realidad sucede en los hospitales y en las farmacias.