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La década disruptiva: lo que deja la adolescencia del siglo XXI a los mercados
Martes, Diciembre 24, 2019 - 15:33

Desde las tasas de interés negativa hasta el bitcoin, estas son algunas de las tendencias que han trastocado los modelos económicos y de inversión durante los últimos diez años.

Londres.- Los años adolescentes del siglo XXI incluyeron el final de la crisis financiera en su comienzo y la revolución fintech en las postrimerías de una década de cambios profundos.

Desde las tasas de interés negativa hasta el bitcoin, estas son algunas de las tendencias que han trastocado los modelos económicos y de inversión durante los últimos diez años:

Los cinco "Faangtásticos". Si fueran un país serían el quinto más grande en términos de producción económica, superando a Gran Bretaña y pisándole los talones a Alemania. Con un valor de mercado de US$3,9 billones (que se compara con unos US$100.000 millones en enero de 2010), los gigantes tecnológicos Facebook, Amazon.com, Apple, Netflix y Alphabet (propietario de Google), conocidos colectivamente como FAANG, no solo están a la vanguardia de la racha alcista más larga de la historia, han transformado la forma en que los humanos trabajamos, compramos, nos informamos y nos relajamos.

Los FAANG representan hoy el 7% del índice accionario global de MSCI, en comparación con el 1,6% de principios de 2010. El inversor oportunista que colocó US$25.000 en Netflix en 2009 ahora tiene 1 millón.

Pagar por prestar. Una característica que ha definido los años que han seguido al colapso de los mercados en 2008-2009 fue la caída de las tasas de interés y los costos de endeudamiento del gobierno por debajo del 0%, posiblemente por primera vez en la historia. Los costos de endeudamiento a 10 años de Estados Unidos y Alemania cayeron 200 y 400 puntos básicos, respectivamente, en esta década.

Aproximadamente US$12 billones en deuda tiene rendimientos negativos, casi una cuarta parte de todos los bonos en circulación.

Las causas (la compra de activos de los bancos centrales, las tasas de interés bajo cero, la manipulación de la curva de rendimiento y los efectos deflacionarios de la revolución tecnológica) fueron innovaciones, al menos en términos de escala.

Bonos centenarios. Las tasas bajas y los inversores hambrientos de rendimientos han puesto de moda los bonos con plazos más largos que el promedio de vida humana.

En 2010, había un puñado de bonos a 100 años, pero la emisión de US$1.000 millones de México con vencimiento en 2110 propició un aumento de emisiones que vio a universidades estadounidenses y británicas, Irlanda, Bélgica y Austria, municipios y corporaciones estadounidenses como Coca Cola y Petrobras vender bonos centenarios.

Incluso un moroso en serie con calificación especulativa como Argentina atrajo una enorme demanda por su bono de vencimiento 2117.

Hay en circulación un poco más de 1.400 bonos centenarios por un valor de casi US$170.000 millones, según Refinitiv.

Los resultados, sin embargo, pueden ser dispares. Los compradores del bono centenario argentino han perdido la mitad de su inversión, mientras que la emisión de Austria, también vendida en 2017, ha subido más del 60%.

Acuñación digital.  En 2010, Bitcoin era una idea que sacudía foros especializados en línea. Diez años después, las criptomonedas se entrelazan con las finanzas, los negocios y la política.

Los criptomercados, que no existían en 2010, ahora valen más de US$200.000 millones, tras haber alcanzado un pico de US$815.000 millones durante la cúspide de la burbuja de bitcoin.

El primer bitcoin cambió de manos por solo 3 centavos en su primera transacción pública y ahora cotiza más de US$7.500. Sin embargo, eso está lejos de su máximo cercano a los US$20.000, un recordatorio de su volatilidad.

Su uso también se ha extendido. Coin Metrics estima que de 130 direcciones activas de bitcoin hace una década se ha pasado ahora a casi 750.000.

El clima en las inversiones.  El clima está entrando en el pensamiento de los inversores de una manera que no se conocía hace una década, luego de que los cuatro años fueron los más calurosos de los que se tenga registro, según la Organización Meteorológica Mundial.

Las malas cosechas, las inundaciones y los incendios forestales pueden causar pérdidas en las carteras.

Más fondos están reduciendo la exposición a industrias contaminantes, adoptando tecnologías de energías renovables y conservación del agua o invirtiendo en empresas como Beyond Meat, cuya OPI de 2019 fue recibida con éxtasis en Wall Street.

Hay más de US$30 billones en inversiones sostenibles o ecológicas, según la Alianza Global de Inversiones Sostenibles, más del doble que 2011.

Petróleo de esquisto. Después de aprender a extraer el petróleo del esquisto bituminoso con fracking, Estados Unidos ha alcanzado el primer lugar entre los productores de petróleo, con 12,5 millones de barriles por día de producción, el doble que en 2010.

La producción de petróleo de esquisto excede los 9 millones de bpd, desde menos de un millón de bpd en 2010, lo que convirtió a Estados Unidos en un exportador de petróleo por primera vez en 40 años.

El auge del esquisto bituminoso es, en parte, el motivo por el cual la discusión sobre energía se ha trasladado desde el pico de oferta al pico de demanda. El aumento de la producción viene junto con las preocupaciones ambientales, lo que significa que un exceso de petróleo es más probable que la escasez.

Autos eléctricos. Después de más de un siglo de confiar en el motor de combustión interna, la industria automotriz mundial se está volcando a los automóviles que funcionan con baterías. En 2010, el fabricante de automóviles eléctricos Tesla vendió acciones en bolsas a US$17, ahora cotizan en US$380.

Cientos de miles de millones de dólares se han comprometido en una nueva generación de automóviles eléctricos. Las industrias que suministran baterías para automóviles están en auge y la demanda de su componente principal, el litio, podría triplicarse para 2025.

Las ventas de vehículos eléctricos hasta ahora han decepcionado: solo dos de cada 100 automóviles son eléctricos. Los vehículos de gasolina y diésel son más baratos y la infraestructura de carga eléctrica es limitada.

Pero la creciente alarma sobre el cambio climático y los incentivos gubernamentales para alejar a los consumidores de la gasolina auguran una revolución eléctrica que parece imparable.

Autores

Reuters