Supervisar la enfermedad respiratoria puede mejorar tanto los niveles de depresión como ansiedad en los pacientes.
La ansiedad y la depresión son trastornos frecuentes en pacientes con asma. Por ello, se asocian a una mayor frecuencia de exacerbaciones de la patología, una mayor utilización de los recursos sanitarios (como consultas extras o atenciones en urgencias) y a un mal control de la enfermedad.
Un reciente trabajo multicéntrico –en el que participaron 180 neumólogos y alergólogos españoles bajo la coordinación de médicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau– se propuso averiguar la asociación del diagnóstico de asma con síntomas de depresión o ansiedad y con su grado de control.
“Estas asociaciones se realizaron al inicio del diagnóstico y a los seis meses, tras un tratamiento solo para el asma y realizado por un especialista”, explica Joaquín Sastre, primer firmante del estudio y profesor de la Facultad de Medicina de la UAM.
“Para ello –agrega– incluimos a 3.182 pacientes asmáticos que fueron evaluados por primera vez por los especialistas en neumología o alergología. Lo primero que se realizó fue confirmar el diagnóstico de asma y medir con diversos cuestionarios estandarizados su nivel de control, así como su nivel de ansiedad y depresión. Posteriormente el especialista decidió el tratamiento y los pacientes fueron evaluados a los tres y seis meses tras la primera consulta”.
La ansiedad mostró una influencia casi 4 veces mayor sobre el control del asma en comparación con la depresión
De este modo, el trabajo –realizado con el apoyo de Mundipharma España y publicado en The Journal of Allergy and Clinical Immunology– evidenció que en la primera consulta el 24% de los pacientes fueron diagnosticados de ansiedad, y el 12% de depresión.
“Las cifras de ansiedad en las personas con asma son claramente más altas que las de la población general española (9%), si bien las cifras de depresión son similares”, detalla Sastre.
Después de seis meses, los investigadores pudieron observar que tanto la ansiedad como la depresión mejoraron de forma significativa. De igual forma evidenciaron una importante mejoría de la función pulmonar y del control del asma.
“Esta mejoría en el seguimiento –asegura Sastre– es realmente la novedad del estudio, pues ya se había demostrado en otros estudios que los pacientes asmáticos tenían más ansiedad que la población general. Los pacientes que durante el estudio no mejoraron su ansiedad o depresión tuvieron más exacerbaciones de asma y utilizaron más recursos sanitarios”.
Influencia sobre el control del asma
Tras un complejo análisis estadístico, los investigadores concluyeron que la ansiedad y la depresión actúan independientemente de otros factores en un mal control de los síntomas asmáticos. De hecho, la ansiedad mostró una influencia casi 4 veces mayor sobre el control del asma en comparación con la depresión.
El trabajo destaca que la depresión, y especialmente la ansiedad, deben ser tenidas en cuenta en todos los pacientes asmáticos, y que el mero tratamiento correcto del asma es capaz, en la gran mayoría de los pacientes, de mejorar estos trastornos del ánimo. Sus consecuencias también se traducen en un mejor control de los síntomas de asma, una mejoría en la función pulmonar y una disminución en el uso de recursos sanitarios.