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La escasez de "coboleros" y los riesgos para la industria financiera
Jueves, Abril 18, 2013 - 14:39

Cobol es un lenguaje informático creado a fines de la década de 1950. Debido a su antigüedad y a las alternativas más modernas, las universidades prácticamente ya no lo enseñan y, por lo tanto, hay una estrecha oferta de especialistas. Esto impacta, sobre todo, a la industria financiera que aún lo mantiene en uso. ¿Hay riesgos en esta situación? ¿Deben las academias reincorporarlo en los planes de estudio? ¿Cómo solucionan los bancos, por ejemplo, una falla en las aplicaciones basadas en Cobol?

Al preguntar a jóvenes informáticos acerca del lenguaje Cobol, cuyos orígenes se remontan a 1959, la respuesta unánime es que está obsoleto. Que ya no se usa. Uno de ellos, muy ingenioso, incluso dijo que se debía escarbar en la época jurásica de la computación y usar Carbono 14 para conocer algunos antecedentes. Sin embargo, y no es una afirmación gratuita, esas impresiones están lejos, muy lejos, de ser reales.

En efecto, pese a opciones más modernas ese código sigue siendo usado en todo el mundo, sobre todo en un sector económico muy sensible: la industria financiera. Así, Cobol (acrónimo de Common Business Oriented Language, o Lenguaje Común Orientado a Negocios) está presente en los sistemas diseñados para las operaciones y transacciones de la banca, las administradoras de fondos de pensiones y las aseguradoras, entre otros agentes del rubro. Un ejemplo de esos sistemas basados en Cobol, y que es usado con relativa transversalidad en la industria financiera, es el AS/400.

Hasta ahí, de todos modos, no hay inconvenientes. No obstante, se avizora un problema que podría suponer riesgos para esos actores y sus clientes. Y es que, dada la antigüedad de Cobol las universidades prácticamente ya no lo enseñan y, si a ello se le adiciona el surgimiento de alternativas y los acelerados cambios tecnológicos, la oferta de "coboleros", como se conoce en el ambiente a los programadores Cobol, es cada vez más estrecha en todo el orbe.

De los que se educaron con ese código, muchos se han jubilado. Y del resto, la mayoría están prontos al retiro. “Desde mediados de la década de 1980, con el desarrollo de nuevas tecnologías y de lenguajes de programas, Cobol, que no cumple con los estándares actuales, comenzó a dejarse de trabajar. Entonces, quedamos los dinosaurios”, asevera entre risas David Hernández, director de la Asociación de Informáticos UTE – Usach, de la Universidad de Santiago, en Chile.

Rafael Gamboa, académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México (Itam), declara que “quienes sufren con la escasez de recurso humano en Cobol, lo ven como un problema bastante grande”. En tanto, Manuel Tello, informático de la Universidad de Santiago y programador Cobol en la firma española Atos, comenta que las universidades “no toman en cuenta” este código, a pesar de lo “imprescindible” que es para un joven que busca desenvolverse en la industria financiera.

Micro Focus, consultora con oficinas en países de Europa, América, Asia y Oceanía, publicó en marzo de este año una investigación que corrobora estas opiniones. Según el sondeo, las compañías del área de las tecnologías de la información (TI) tienen dificultades para encontrar, contratar y retener a estos especialistas. Es más, asegura que el 73% de los alumnos de informática hoy no tienen Cobol integrado en su plan de estudios, aunque al menos el 71% de las grandes organizaciones empresariales estima que, en los próximos diez años, seguirán confiando en aplicaciones con ese código.

La encuesta -cuya muestra fueron 119 universidades de todo el mundo- arrojó además que el mayor porcentaje de egresados corresponde a programadores Java (32%), seguidos de C# y C++ (16%) y, a una distancia considerable, los Cobol (5%).

¿Más números? Micro Focus consignó que en la actualidad Cobol soporta el 90% de los sistemas de negocios de las compañías del Fortune 500; procesa el 85% de las transacciones comerciales diarias y el 95% de las operaciones hechas en cajeros automáticos.

¿Riesgos?

De lo descrito surgen varias preguntas. Una de ellas es: ¿por qué la banca, las aseguradoras y otras instituciones financieras persisten en la utilización de este lenguaje y no han migrado a alternativas más contemporáneas?

Lo que sucede es que, pese a su antigüedad, Cobol ofrece ventajas. Por un lado, tiene la capacidad de procesar con rapidez grandes volúmenes de datos y, por otro, sus aplicaciones trabajan automáticamente y con poco mantenimiento. Pero si en la ecuación se ingresan variables como una posible falla humana o del software, una actualización o el tiempo transcurrido desde la creación del programa, la herramienta puede transformarse en amenaza.

¿Por qué? A veces se extravían los diseños originales, revela Hernández, y como hay escasez de profesionales capacitados, muchas organizaciones financieras prefieren no intervenirlos para que sigan funcionando de manera automática. “Hay un riesgo en la escasez de recurso humano calificado. Perder un programa y rehacerlo no es cosa de un día para otro. Se requiere conocer en detalle el problema, se necesitan las personas adecuadas, que estén trabajando o que tengan la expertise”, complementa.

Gamboa ejemplifica: “Pensemos en una empresa de manufacturas a la cual se le cae el sistema por seis horas. No va a pasar nada, salvo que los clientes y empleados se van a enojar. ¿Pero qué acontece si lo mismo ocurre en un banco? Se cae un pedazo de la economía del país”.

También hay que considerar el tiempo que demora un individuo en adquirir los conocimientos. Al respecto, Tello expone que, aunque tiene una trayectoria de catorce años en el ámbito, está permanentemente aprendiendo. “Venía de una rama de la banca, de pasivos, y entré a otra, transferencias online, y me di cuenta que ambas funcionan con distintos tipos de Cobol. Todavía me encuentro con sistemática nueva”, detalla.

Ahora bien, ¿es posible una migración de estas entidades hacia códigos más jóvenes? Gamboa contesta: “sería una irresponsabilidad. Lo que se hace es ir modificándolo de a pedacitos, por lo que el gran soporte queda. Eso es lo que pasa con los sistemas financieros: no se pueden cambiar (...) Hay mucho riesgo informático”.

Por cierto, otra razón para no migrar son los cuantiosos capitales introducidos por años en las aplicaciones y sistemas diseñados en Cobol para la industria financiera. En esa línea va el planteamiento de Rubén Minond, socio de Staffing IT y miembro de la subcomisión de recursos humanos y educación de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina (Cessi): “la inversión tras los sistemas Cobol es muy, muy grande y tiene años de desarrollo. Es complejo de reemplazar”.

Cabe reseñar que para este reportaje fueron contactadas asociaciones de bancos e instituciones financieras de diversos países, declinando su participación.

Las universidades

Otra interrogante dice relación con una eventual necesidad formativa. O sea, en un contexto de estrechez de estos profesionales, ¿existe una oportunidad para que las universidades incluyan en su malla curricular la enseñanza de Cobol? ¿Habrá interés y demanda por parte de los estudiantes de informática?

Minond asevera que “efectivamente hay escasez” porque no se están generando nuevos recursos en estas instancias de educación superior. No obstante, estima que esa situación no es una oportunidad para las universidades. “Son demandas puntuales”, argumenta. 

Concuerda Hernández al manifiestar que esta instrucción no sería para las universidades, sino que para institutos o centros de formación técnica. Gamboa sostiene que el mercado de los informáticos es estrecho en toda su gama de especialidades y que es transversal a las distintas áreas económicas y que, por ese motivo, en las “universidades nos enfrentamos al dilema de a qué le dedicamos la atención”. Así, explica que, en general, las casas de estudio han optado por no enseñar lenguajes específicos y que, en cambio, imparten las bases algorítmicas para que, posteriormente, los alumnos aprendan por su cuenta los códigos.

Por ahora, dice Minond, las entidades financieras capacitan a su personal en algunas consultoras que imparten Cobol. Otras formas son la transmisión de conocimientos del personal más antiguo a las nuevas generaciones y, por cierto, el outsourcing.

Con todo, no hay que olvidar la vieja ley de la oferta y la demanda: A menor oferta, mayor precio. Es decir, que en un escenario de escasez de “coboleros”, quienes los demandan están dispuestos a pagar en mejores condiciones. “Saber Cobol y tener experiencia, es un plus fantástico”, describe Hernández. Coincide Tello: “Se paga bien (…) La rentabilidad es buena”.

Autores

Claudio Reyes R.