Aunque vivió en una zona reservada para diplomáticos, el fotógrafo chileno Ramiro Lavín pudo observar algunos aspectos de la vida en la hermética nación asiática.
El fotógrafo chileno Ramiro Lavín ha contado en diferentes medios de comunicación, sobre su experiencia de vivir en Corea del Norte entre 2009 a 2011, enfatizando en la personalidad de los norcoreanos.
“Corea del Norte es un país muy exótico, bonito, te dan ganas de conocerlo al principio, pero después de tres meses te empieza a dar pena. Te das cuenta que las personas no viven, sólo sobreviven”, señaló Lavín en conversación con el programa Miércoles de Mundo de La Tercera.
El chileno indicó que llegó a vivir a Corea del Norte a causa de su esposa, quien en 2009 se integró a trabajar en el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, siendo enviada al país gobernado en esos años por Kim Jong-il, padre del actual líder, Kim Jong-un.
Lavín y su familia residieron en un barrio diplomáticos, junto a otros funcionarios de organismos internacionales y de las escasas embajadas que hay en Corea del Norte, donde el ambiente es totalmente diferente a otros lugares de Pyongyang.
“Yo viví en un área diplomática, donde había de todo: un colegio, supermercado, hospital, peluquería (…) Todo con el fin de que los extranjeros saliéramos lo menos posible al Pyongyang de verdad. Son bien precarios, no hay muchas cosas”, indicó en conversación el programa El Informante de 24 horas.
Lavín cuenta que para salir fuera del área diplomática, siempre iba acompañado por representantes de las autoridades, agregando que son reacias al uso de cámaras fotográficas o similares.
“Hablar de Corea del Norte es entretenido, es un viaje en sí sólo. Todo lo que se dice sobre que no hay perros ni gatos en las calles, es cierto. Nunca vi a alguien en silla de ruedas, a un mendigo, una mujer embarazada, por ejemplo. Es raro para un país de 27 millones de habitantes”, agregó.
Un aspecto de la vida norcoreana que le llamó la atención a Lavín es la falta de combustible que había en el país asiático, explicando que nunca supo qué sistema de calefacción ocupan, siendo este ítem una de las tantas carencias que se observan en Corea del Norte.
“Nunca vi gente obesa. los gorditos son gente millonaria. Hay mucha desnutrición. Cuando me visitó mi papá, que es un poco gordito, se sacaban fotos con él”, afirma.
Lavín indicó que debido a los controles gubernamentales, no podía desempeñarse como fotógrafo en Corea del Norte, por lo que debió buscar otra ocupación. Primero intentó con trabajos de oficina, pero se percató de que no era lo suyo, así que pensó que podía instalar un bar en la zona diplomática.
“Cuando le conté la idea a mi esposa ella me contestó ‘¡estás loco!’ y yo le respondí ´¡pero si este es un país de locos!’”, acotó Lavín.
El chileno elaboró un informe y lo presentó a los representantes de la ONU, explicando los beneficios que traería a la comunidad internacional. Luego el proyecto fue visado por las autoridades norcoreanas, quienes aceptaron la propuesta con un saldo de USD$3.000 para iniciar el emprendimiento.
El bar de Lavín funcionó por un año y seis meses en Corea del Norte y, según él, tuvo bastante éxito, pues solía tener una alta concurrencia.
“Iban todos los embajadores, se relajaban, podían tomarse un trago o simplemente salir de la casa”, concluye.