Por Rosa Madera, fundadora y CEO de Empatthy.
Fue hace apenas un año y, sin embargo, parece toda una vida. Mucho antes de oír hablar de COVID-19, muchos de nosotros nos preparábamos para que 2020 fuera un año con proyectos, viajes, crecimiento, pero llegó la pandemia. Además, en muchos lugares se produjeron levantamientos por la justicia racial y por la equidad de género, también hubo incendios forestales y elecciones. Cada punto de inflexión en este año tumultuoso ha reafirmado que la justicia es una cuestión de vida o muerte.
En el sector filantrópico en la región, los donantes se han movilizado para responder de inmediato. Hemos visto un aumento de los pagos, la eliminación de la burocracia innecesaria y los compromisos de apoyo flexible, no solo de fundaciones públicas y privadas, sino que también de filántropos individuales que han apoyado de diferentes maneras.
Más de la mitad de los grupos filantrópicos de la región se han fundado desde 2000, según indican varios estudios. Pero, la ley y cada vez más la política ponen obstáculos. En muchos países, registrar una organización benéfica es difícil. Chile, por ejemplo, tiene 60 leyes que rigen el tratamiento fiscal de las donaciones. Los donantes pueden dar dinero libre de impuestos a instituciones culturales, pero no a grupos ambientalistas o de derechos humanos.
Las familias empresarias, que están comenzando su viaje filantrópico en la región, tienen dos preguntas iniciales importantes que responder. Deben preguntarse qué diferencia quieren hacer en la comunidad y qué diferencia quieren hacer para nosotros. Responder a estas dos preguntas ayudará a las familias a ser más efectivas al trabajar juntas y a elaborar una declaración de misión igualmente valorada que oriente sus donaciones para lograr ciertos tipos de impacto.
Tenemos el poder de cambiar las reglas. El año pasado todos aprendimos dentro de nuestras organizaciones que podemos hacer precisamente eso, y hacerlo sin demora. A medida que avanzamos, debemos asegurarnos de que estos nuevos compromisos de los filántropos sean sostenibles y no solo debido a una crisis. Los movimientos no deberían tener que depender de titulares desgarradores para
impulsar el flujo de recursos futuros.
El trabajo de la filantropía: presente y futuro
En Empatthy hemos visto desde hace varios años que las organizaciones sin fines de lucro han establecido metas y métricas ambiciosas para lograr el crecimiento y el logro de sus misiones, sin embargo, el entorno actual ha dejado a estas organizaciones con preocupaciones sobre cómo mantener el éxito de sus causas. Las organizaciones sin fines de lucro ya no pueden evaluar su éxito de la misma manera, deben redefinirlo y así demostrar valor y ser más efectivos en sus misiones.
En la filantropía asumimos problemas complejos que son difíciles de abordar y pueden ser casi imposibles de resolver, y lo hacemos en un panorama social, político y tecnológico siempre cambiante y estresante. Para hacerlo bien, debemos ser resistentes. Y tenemos que aceptar la idea de que la asociación y colaboración son elementos esenciales del éxito.
Creo, además, que las generaciones mayores se preocuparon un poco más por ganar dinero durante su vida. Luego, hacia el final, se preguntaron qué contribución podían hacer a la sociedad con ese dinero.
Para las generaciones más jóvenes, la idea de contribuir está más entrelazada con su vida profesional y personal. También están pensando no solo en dar dinero, sino en contribuir en términos de talento, conocimiento y redes.
Si la filantropía de las generaciones anteriores tendía a basarse en intereses personales o en un fuerte vínculo emocional, la gente más joven de hoy es mucho más sistemática. Tratan de enfocarse en los desafíos y encontrar soluciones de manera organizada. Creo que eso es una gran diferencia muy necesaria para hacer cambios profundos. Esta mirada es una buena noticia para la colaboración: no se trata tanto del ego, porque no se necesita un gran cartel dorado en un proyecto que diga quién lo hizo o quién lo financió. Consiste en querer cambiar las cosas o contribuir a un mundo mejor para todos.
Hay más apetito por el riesgo y para abordar problemas complicados. Por ello, debemos asumirlos. Tenemos que estar dispuestos a cometer errores, ser transparentes sobre lo que salió bien y lo que salió mal y aprender de ello para avanzar rápidamente a los siguientes pasos.
La diversidad es una "obviedad" para estas nuevas generaciones. Si bien los miembros del directorio y los directores ejecutivos de mayor edad todavía luchan con la diversidad, esto es mucho más natural para sus sucesores. Veo con mucha alegría cómo las próximas generaciones resolverán eso. Realmente, estoy convencida de que si tenemos un grupo diverso de personas en los lugares donde se toman las decisiones podremos avanzar.
La filantropía se ve mejor como "capital de riesgo" con el potencial de impulsar la innovación. Los esfuerzos del Gobierno se ven cada vez más limitados por el estancamiento político y las limitaciones financieras. La inversión privada, motivada por el rendimiento financiero, a menudo evita muchos riesgos. El capital filantrópico privado es más libre, por lo tanto puede probar nuevas ideas que podrían tener éxito.
Las soluciones a los problemas más desafiantes de la sociedad requerirán innovación, lo que necesariamente implicará riesgos. Dedicado a un retorno de la inversión puramente social, el capital filantrópico bien puede ser el bastión más eficaz y definitivo para una verdadera asunción de riesgos.
Esta es una de las cosas más emocionantes que veo en las generaciones posteriores a la mía. Nuestra industria, práctica de la filantropía, la economía del bien común y las inversiones de impacto están tomando mucha fuerza. Reclamemos esta oportunidad reinventando nuestros estándares y adoptando prácticas que continúen catalizando la transformación. La antigua filantropía fue declarada inadecuada. Generar más y mejor impacto se puede y hay muchas estrategias para lograrlo.