En el artículo titulado “¿Intentará Rusia capturar Kiev?” decíamos que, aunque ese era su objetivo inicial, la forma en que se había desarrollado la guerra debía indicarle al gobierno ruso que había cometido errores de cálculo, y que un intento por capturar Kiev sería el mayor de todos. Ahora el gobierno ruso alega que capturar Kiev jamás fue su objetivo, y que intentaron cercarla sólo para evitar el envío de refuerzos a las tropas ucranianas en la región del Donbás, cuya “liberación” fue siempre el objetivo principal de esta guerra. Existen, sin embargo, razones para dudar de esa versión. Una nota de la BBC, por ejemplo, indicaba que la agencia oficial rusa RIA-Novosti publicó el 26 de febrero (la invasión comenzó el 24), un artículo que celebraba el hecho de que “Ucrania ha regresado a Rusia”, sólo para retirarlo dos días después (cuando quedó claro que Kiev no estaba a punto de caer). La BBC añadía que el artículo en ruso seguía disponible en los archivos de dicha agencia. Es decir, el gobierno ruso no sólo creía que podría capturar la capital de Ucrania, sino además que lo conseguiría en cuestión de días.
Pero que ese gobierno cambiase su objetivo inicial debería ser considerada una buena noticia. Implica que Putin está dispuesto a corregir sus errores cuando la evidencia le indica que sus cálculos iniciales estaban equivocados. Esa lección debería ser aplicada a la ofensiva militar en el Donbás. Al igual que en Kiev, es posible que comience con objetivos maximalistas que irá corrigiendo según el curso que tome la guerra. El objetivo más ambicioso que podría trazarse Rusia en esta nueva etapa es el de capturar toda la región del Donbás, y crear un corredor terrestre entre esa región y la península de Crimea (de allí la importancia de Mariúpol, la ciudad más importante en ese trayecto). De conseguir ese objetivo, podría intentar continuar con el avance hasta capturar el puerto de Odessa, privando a Ucrania de su acceso al Mar Negro. En ese escenario, podría anexar a Rusia el territorio capturado (como ya hizo con Crimea).
En el Donbás, una ofensiva rusa tendrá ventajas de las que careció en su intento por capturar Kiev (como que el principal contingente que atacó esa capital lo hizo desde un tercer país, Bielorrusia, con los problemas logísticos que ello implicó). Pese a esas ventajas, me parece improbable que consiga esos objetivos por varias razones. La primera es que el curso de la guerra hasta ahora no sugiere que Rusia tenga la capacidad de conquistar una extensión de terreno tan amplia (entre Mariúpol y Odessa, por ejemplo, median unos 600 kilómetros). De un lado, según análisis de inteligencia occidentales, las bajas rusas habrían sido tan grandes que hasta una cuarta parte de la fuerza de invasión inicial no se encontraría en estado operativo. De otro, según esas fuentes, Rusia no tendría suficientes reservas para compensar esas bajas. Pero aún si consiguiera capturar esos territorios, las tropas ucranianas los someterían a una interminable guerra de desgaste, lo que podría hacer prohibitivo el costo de aferrarse a ellos. E, incluso en el mejor escenario militar, Rusia no podría aspirar a que se levanten las sanciones en su contra (y se expondría a sanciones más graves contra su industria de hidrocarburos), si decidiera anexar territorios conquistados durante la guerra en curso.
Por eso, tal vez Rusia emplee el terreno conquistado como un medio de negociación, no sólo con Ucrania sino también con las potencias occidentales. Si ese fuera el caso, podríamos saberlo el 9 de mayo, cuando se conmemora la rendición del régimen nazi en 1945 (recuerde que uno de los objetivos declarados por Rusia era “desnazificar” Ucrania). La prueba sería una posible declaración de “misión cumplida” por parte de Putin durante esa conmemoración.