Uno de los motivos que nos inspira cierta confianza sobre la naturaleza del ciclo actual es la ausencia de desequilibrios estructurales en los sectores privados estadounidense y europeo, a diferencia de lo que ocurrió en 2000 (exceso de inversión empresarial en telecomunicaciones) y en 2007 (exceso de inversión de los hogares en el sector inmobiliario).
He aquí el aspecto más difícil de evaluar en la actualidad: ¿han dado lugar los largos años con tasas de interés nulas, o incluso negativas, a una asignación inadecuada del capital a tal escala que el actual intento de normalización por parte de la Fed baste para que la reducción de la liquidez se extienda a la esfera real ˗a medida que las pérdidas se materializan y se acelera aún más la contracción de los balances que intervienen en el sistema˗ y provoque una recesión, lo que implicaría una nueva caída del 15% en la renta variable, acompañada de una reducción más o menos equivalente de los beneficios?
Tras la crisis financiera de 2008, los Gobiernos y los organismos reguladores implementaron normas muy restrictivas para las entidades financieras reguladas. Como producto de ello, el sistema financiero es mucho menos vulnerable hoy en comparación con los 90 y la década de 2000.
De hecho, en este momento no hay indicios de tensión sistémica, a pesar de que el descenso acumulado de la renta variable (que ronda los US$ 10 billones), la renta fija (unos US$ 8 billones) y los criptoactivos (cerca de US$ 2 billones) asciende a aproximadamente US$ 20 billones. El boom de financiación del actual ciclo alcista se ha desarrollado en gran medida en el sistema bancario paralelo, donde la regulación es escasa o nula; los criptoactivos y las finanzas descentralizadas forman parte de este sistema. Las pérdidas del sistema probablemente estén ocultas en esta esfera, lo que evidentemente dificulta su detección, así como la evaluación de su magnitud.
Lo que estamos viendo no es sino el mero comienzo del ciclo de ajuste de la Fed, con subidas de tasas de 75 puntos básicos en este momento y un alza de otros 100 puntos básicos antes del verano. Es cierto que hemos visto cómo el sistema financiero reacciona cada vez más rápido a cada intento de ajuste, el más reciente de ellos a finales de 2018. Sin embargo, ¿habrá llegado al punto de que la liquidez se derrumbe en la economía real anticipándose al propio ajuste? Este hecho nos parece inusual a la vez que improbable.
Por lo que respecta a la crisis de los criptoactivos, resulta irónico que la fuente de las tensiones actuales sean las stablecoins vinculadas al US$, cuando la mitología fundacional de los criptoactivos implica de entrada la privatización del dinero, cosa que no sucederá en modo alguno. En nuestra opinión, los acontecimientos actuales son, para los activos digitales, el equivalente a la burbuja de internet de 2000. La fase de la utopía está terminando y dará paso a una etapa menos estruendosa, de penetración de las tecnologías de encriptación de activos en un proceso de transformación que implicará la convergencia con el sistema financiero centralizado y regulado. Por tanto, no deberíamos dar por muertos los criptoactivos sino que, por el contrario, deberíamos empezar a tomarlos en serio