La próxima película del rey del rock and roll abarcará los 20 años en que mantuvo la complicada relación con su manager, el coronel Tom Parker.
El próximo 16 de agosto se cumplen 42 años de la muerte de Elvis Presley. No es un aniversario redondo, pero la figura del cantante ha vuelto a los primeros planos al confirmarse días atrás la noticia de que de Baz Luhrmann, director australiano nominado al Oscar por The Great Gatsby y Moulin Rouge!, quien durante años estuvo anunciando sus intenciones de hacer un filme sobre el llamado “rey del rock and roll”, ya eligió al actor que lo protagonizará.
Con papeles en dos filmes de reciente estreno, The Dead Don’t Die, de Jim Jarmusch, y Once Upon a Time In Hollywood, de Quentin Tarantino, el californiano Austin Butler, de 27 años de edad, será Elvis. La película no es una biografía exhaustiva de la vida del cantante, ya que cubre únicamente los 20 años que duró la conflictiva relación con su manager, el coronel Tom Parker, quien será interpretado por Tom Hanks.
Tal cual las fotos lo resaltan, el rostro de Butler no tiene gran parecido con el de Presley, pero los maquilladores de Hollywood pueden hacer maravillas para lograr simétrica similitud entre ambos. Considerando que en el mundo hay una industria de imitadores del cantante, la elección de Butler resultó sorpresiva, aunque Luhrmann informó que al casting se presentaron infinidad de candidatos y que el ganador fue elegido por su “capacidad de evocar el movimiento natural singular y las cualidades vocales de esta estrella sin igual, pero también su vulnerabilidad interna”.
Después de los filmes llamados “biópicos” (la RAE debería aceptar la nueva palabra) sobre Freddy Mercury y Elton John, el primero un extraordinario éxito de taquilla, el segundo, no tanto, y el muy promocionado proyecto actualmente en fase de desarrollo sobre los Ramones (que tendría a Martin Scorsese como director), el filme sobre Presley ha generado gran expectativa, sobre todo por tratarse del artista más popular de la historia de Estados Unidos, alguien que en vida y luego de muerto ha tenido el extraño don de generar noticias de portada. Presley es algo así como un pretérito de tiempo presente, habiendo millones de estadounidenses que creen que todavía está vivo. Aunque usted no lo crea (ni yo tampoco).
Quienes creen en esa “leyenda urbana” afirman que el cantante, agobiado por la fama y problemas de salud que no lo dejaban en paz (insomnio y trastornos gastrointestinales, entre otros) decidió buscar una nueva vida en reclusión absoluta, abandonando Graceland, su mansión en Memphis, Tennessee, para irse a vivir lejos, por ahí, manejando un colachata Cadillac por alguna larga carretera estadounidense, como las que recorren los personajes de On the Road, de Jack Kerouac. No en vano, continúan reportándose avistamientos del rey del rock and roll, convertido hasta la fecha en algo así como un furtivo extraterrestre que de vez en cuando hace su aparición –o reaparición– para que los parroquianos en bares y tabernas de su país tengan tema de conversación mientras comen una hamburguesa y toman una cerveza light.
Hubo un momento de la historia reciente, casi una década atrás, en que alrededor de 18 millones de estadounidenses creían librados de dudas que Elvis Presley continuaba vivo. La cantidad de ‘creyentes’, varias veces la población total de Uruguay, dijo tener “argumentos” para respaldar su en apariencia descabellada hipótesis. Esos 18 millones son bastante más que los millones de personas que creen que el planeta Tierra es visitado regularmente por extraterrestres. En su libro, Elvis: The Last 24 Hours, Albert Goldman, considera que tras su supuesto deceso en 1977 Presley vivió una vida tranquila en la clandestinidad más difícil de rastrear, lejos del mundanal ruido, sin tener que andar esforzando la voz ni el cuerpo, pues los frenéticos movimientos corporales que al ritmo de la música y cerca del micrófono hacía sobre los escenarios podían poner en riesgo su integridad física. Otras de las cosas increíbles respecto a la imagen de culto del cantante convertido en mito –y este sí es uno en serio– tiene que ver con la cantidad de gente, cientos, miles, que viven a costa de su imagen.
De manera regular en Las Vegas hay certámenes para ver quién se parece más a Presley y lo imita mejor. Los ganadores obtienen fabulosos premios. A diario en las calles de la ciudad del juego puede verse circular a personajes con gran similitud física con el cantante. A tanto llega la similitud, que cualquiera podría llegar a creer en la hipótesis de Goldman respecto a que Elvis habría vivido todos estos años escondido en la luz pública, residiendo en una ciudad grande donde pululan imitadores suyos. Todavía más, tendría serios problemas para demostrar su verdadera identidad en caso de que decidiera decir la verdad. En la entrada a uno de los populares concursos de imitadores que se realizan con regularidad, se daría un diálogo como el siguiente:
–Y usted, el del jopo canoso, ¿quién es?
–¿Cómo, no lo puede ver? Soy Elvis Presley.
–Vaya y póngase en la fila donde están quienes quieren registrarse para participar en el torneo anual de imitadores…
–Pero yo no soy imitador, soy el verdadero.
–Y yo soy Martin Luther King (responde molesto el guardia afroamericano)
Años atrás, en Houston, conocí a un camionero, que además de recorrer carreteras al volante de un semirremolque, ganaba muy buen dinero en sus ratos libres como “imitador top” de Presley. Aunque resulte difícil creerlo, hay cinco categorías de imitadores, siendo considerados “top” aquellos que pueden pasar perfectamente por Elvis, sin que sea fácil encontrar diferencias entre el imitador y el referente. Me dijo el camionero con jopo que había épocas del año, como el mes de diciembre, en que ganaba más plata imitando al cantante, que manejando su camión de 18 ruedas.
Las pequeñas fortunas monetarias las hacía en bodas, cumpleaños, despedidas de soltero y fiestas de fin de año. Era un profesional total, pues podía cantar más de 40 canciones de las que conforman el repertorio clásico de Presley, a la vez que imitar a la perfección los movimientos somáticos. La gente le pedía autógrafos de tan igual que era el parecido físico. Le llevó años perfeccionar su arte de imitador mayor, habiéndole servido su profesionalismo para cotizar muy bien cada una de sus presentaciones.
“En esta ciudad hay cientos de imitadores, circula incluso una lista de gente que ofrece servicios como imitadores, pero los realmente buenos no somos más de cinco”, comentó con orgullo, mientras daba los últimos retoques a su pelo con brillantina antes de salir al escenario. Luego del show uno de los asistentes me dijo extasiado: “Fue maravilloso. Era más Elvis que el propio Elvis. Mi sueño siempre fue ser Elvis como este Elvis, pero no sé si hubiera podido hacerlo tan bien como él”. El arte de ser igual a otro está de moda y por eso Hollywood ha transformado la tendencia en el género cinematográfico de moda.