¿Se acuerda de aquellos días de verano en la playa, los paseos por la orilla del mar y los largos baños de sol? Probablemente esos recuerdos ya se han borrado de su mente, pero no de su piel. Quemarse es peligroso y una excesiva exposición solar puede pasar factura muchos años después.
El actor Hugh Jackman ha sido intervenido, de nuevo, debido a un cáncer de piel, seis meses después de que le extirparan un tumor situado en la nariz. Es otro carcinoma de células basales. ¡Por favor, usen protección solar!, escribía el actor en sus redes sociales.
Es probable que el caso del intérprete de Lobezno tenga que ver con una falta de cuidados en el pasado, cuando vivía en Australia, su país de origen, según estiman los especialistas de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Evitar la sobreexposición a los rayos ultravioletas
Australia tiene la mayor incidencia de cáncer de piel en todo el mundo. De hecho, según datos del Departamento de Salud de este país, aproximadamente a dos de cada tres australianos se les diagnosticará cáncer de piel antes de que cumplan 70 años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las radiaciones ultravioleta, y en particular las solares, son cancerígenas para el ser humano y provocan distintos tipos de cáncer de piel, como el carcinoma basocelular, el carcinoma espinocelular y el melanoma.
Evitar la exposición excesiva, utilizar filtro solar y ropa para protegerse son medidas preventivas eficaces, detalla este organismo.
Además, la OMS advierte de que la exposición frecuente al sol y las quemaduras solares en la niñez pueden causar un daño irreversible que, en una etapa posterior de la vida, puede desembocar en un cáncer de piel.
Del mismo modo, Pablo Lázaro, vicepresidente de la AEDV, afirma que el que da la cara en la actualidad es un cáncer de los años 80 y 90, cuando la cultura del sol estaba en lo más alto.
En este sentido, la AEDV recalca que el principal factor de riesgo evitable para la mayoría de los cánceres de piel es una sobreexposición a la radiación ultravioleta, ya sea natural, a través del sol, o artificial, es decir, mediante el uso de cabinas de bronceado.
También hay factores genéticos que no se pueden modificar, como el tipo de piel, es decir, la mayor o menor capacidad para broncearse; la tendencia a desarrollar lunares; y determinadas mutaciones que predisponen a padecer tumores, aun en ausencia de una exposición solar excesiva, expone.
Los tumores se desarrollan cuando se rompe el equilibrio que existe entre el daño producido y la capacidad de reparación, destaca la AEDV.
Esta asociación médico-científica precisa que existen diversos mecanismos de defensa, el más visible es el bronceado tras la exposición solar y señala que las personas que se broncean con facilidad tienen una buena maquinaria defensiva, no así las que apenas se broncean, que tienen más riesgo de desarrollar cáncer de piel.
Un período de incubación de unos 20 años
A nivel molecular hay una compleja red de vías de reparación en respuesta al daño que se produce en el ADN pero, con el paso del tiempo, esta maquinaria se vuelve menos eficaz.
Además, las defensas también se ven disminuidas y, por ello, el cáncer de piel es más frecuente en mayores de 50 años. No obstante, cada vez se diagnostican más casos en personas jóvenes debido a los hábitos poco saludables de exposición solar intensa en cortos periodos, subraya.
La AEDV explica que las formas más frecuentes de cáncer cutáneo se pueden prevenir modificando el principal factor de riesgo evitable que es la sobreexposición solar desde la infancia.
Por ello, considera de suma importancia concienciar a padres o tutores para que ofrezcan unos buenos hábitos de protección a los niños en una etapa que resulta crítica.
Esta educación debe hacerse también extensiva al ámbito escolar donde adquiere mayor importancia durante la adolescencia, ya que la influencia de los compañeros puede ser superior a la del entorno familiar. Además, durante esta etapa, es cuando comienza el uso de cabinas de bronceado, sobre todo entre las jóvenes, apunta.
Así, José Carlos Moreno, presidente de la AEDV, explica que las cabinas de rayos ultravioleta son un enorme peligro por la radiación que emiten. Además, en numerosas ocasiones se utilizan sin ningún tipo de fotoprotección y las deficiencias de muchos de estos aparatos escapan al control de las autoridades sanitarias.
El doctor Moreno comenta que fue en la década de los noventa cuando comenzó la moda del bronceado artificial. Como el cáncer cutáneo tiene un periodo de incubación de unos 20 años aproximadamente, ahora empiezan a surgir las primeras afectaciones y son francamente preocupantes, manifiesta.
Es más, el dermatólogo explica que nuestro organismo tiene una capacidad determinada de recibir radiación ultravioleta pero, una vez que la hemos superado, los rayos se acumulan en nuestra piel y comienzan a producir radicales libres, que son el primer paso para la aparición de efectos indeseables.
La piel tiene memoria y acumula la radiación de forma irreversible, lo que produce un daño difícil de reparar, detalla el especialista.
La AEDV aclara que en el desarrollo del cáncer de piel intervienen varios factores, algunos están determinados genéticamente y no son modificables, pero otros son ambientales y sí se pueden controlar, como es el caso de la radiación ultravioleta.
Probablemente el haber sufrido quemaduras durante un verano no conduce necesariamente a un cáncer de piel, aunque la susceptibilidad individual es muy variable. Así, si ha ocurrido una sobreexposición al sol, ya sea inadvertida o intencional, hay que evitar que vuelva a producirse, sostiene esta entidad.
* Reportaje EFE