El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad de La Plata lanzó investigación que estudia este tema.
La investigación titulada ¿Brechas que se cierran? Aumento y desaceleración de la participación laboral femenina en América Latina muestra que en la región la incorporación de las mujeres al mercado laboral se está desacelerando desde comienzos de los años 2000. Mientras que en los noventa la tasa de participación laboral de las mujeres creció aceleradamente, en los 2000 la velocidad se redujo a un tercio, y en algunos países se detuvo. La brecha salarial entre los sexos y la falta de políticas públicas que favorezcan a las mujeres serían las principales causas de este fenómeno.
Durante los últimos 50 años la creciente participación de las mujeres en los mercados de trabajo ha generado una notable transformación no solo en la vida diaria de millones de mujeres y familias en la región, sino que tiene también importantes consecuencias globales sobre la sociedad y la economía.
Este incremento ha tenido su origen, según lo que plantea la investigación del CEDLAS, en un numero variados de factores, comparando con la situación de hace veinte años atrás, hoy en día las mujeres latinoamericanas permanecen 2 años más en el sistema educativo, tienen un 3 % más de probabilidad de no formar pareja, y su tasa de fecundidad es un 60% menor, todo lo cual ha alentado (y a su vez ha sido retroalimentado por) su participación en el mundo del trabajo fuera del hogar. En el mismo sentido han contribuido algunos cambios económicos que favorecieron la expansión de actividades donde la presencia de la mujer es más frecuente, como es el caso del sector de servicios, y transformaciones en las normas sociales que tendían a desalentar el ingreso de mujeres en ciertos tipos de empleo.
En contraste con esta tendencia, y según lo que plantea esta investigación, la participación laboral femenina se desaceleró significativamente en América Latina en los últimos 15 años. En los años 90 la tasa de participación creció 0,9 puntos por año y a partir del año 2000 la velocidad se redujo 0,3 puntos anuales. En Argentina, por ejemplo, 54% de las mujeres de entre 25 a 54 años formaba parte de la fuerza laboral en 1992, porcentaje que creció de forma sostenida y alcanzó el 67% en 2002. No obstante, en la siguiente década el crecimiento de comenzó a desacelerarse (68% en 2012), se estancó y finalmente cayó (67% en 2015).
Este patrón de crecimiento y posterior desaceleración está presente en todos los grupos de mujeres, pero sobre todo en las mujeres casadas o de contextos socioeconómicos más vulnerables, bajo nivel educativo, residentes en áreas rurales o con cónyuges de bajos ingresos. Estar casada o ser madre son factores que también favorecen el retiro del mercado laboral. La tasa de actividad de las mujeres pasa de 54% entre las que no tienen hijos a 39% cuando hay más de un menor en el hogar.
¿Cuáles son los motivos de esta desaceleración?, ¿Es posible que la a participación laboral de las mujeres en América Latina haya llegando a su techo?
En este sentido, el estudio señala que parece poco probable que esto sea así, considerando lo que ha sucedió en muchos países del mundo. En la mayoría de los países con alta presencia de las mujeres en el mercado laboral, la tasa de participación femenina sigue subiendo, sin signos de estar acercándose a un techo.
Por otro lado, la participación laboral de las mujeres latinoamericanas urbanas con alta educación converge a los niveles de los países desarrollados, mientras que la participación de las mujeres más vulnerables se estanca en una meseta mucho más baja. De hecho, a diferencia de lo que venía ocurriendo en décadas previas, la brecha laboral entre estos grupos y las demás mujeres se ha ensanchado en los años dos mil en algunos países de la región. Lo que da cabida a pensar en un escenario dual.
La investigación plantea que esta situación es debido a un mercado laboral deprimido, con pocas expectativas de conseguir un empleo razonable para la mujer y también a una falta de políticas que aliente la inserción de las mujeres en el mercado laboral.
Sumado a que culturalmente se entiende que son las mujeres la que tiene la responsabilidad del trabajo doméstico, incluso si poseen un empleo de tiempo completo. La Encuesta Permanente de Hogares, en Argentina, muestra que las mujeres argentinas hacen casi el doble de trabajo doméstico no remunerado que los varones, una mujer que tiene un empleo de tiempo completo dedica más horas promedio al trabajo doméstico que un hombre desempleado (5,5 horas vs 4.1 horas).
También, el estudio señaló que el alejamiento de las mujeres del mercado laboral no solo favorece los roles de género tradicionales en los hogares, sino que también las hace menos propensas o tener menos oportunidades de trabajar en el futuro, incluso si en el futuro mejoran las perspectivas laborales, es posible que estar fuera del mercado de trabajo durante algún tiempo implique pérdidas de productividad.
En este sentido, la investigación plantea que tanto el Estado como la sociedad en general deberían promover políticas y medidas eficientes para fomentar la participación de la mujer en el mercado laboral, tales como: ayuda en el cuidado de los niños a través de una oferta masiva de jardines maternales con jornada extendida, rever el sistema de licencias apuntando a la equidad de género y el rol del padre, campañas de sensibilización acerca de la responsabilidad compartida en el hogar, diseño de programas sociales que desalienten la división tradicional de roles de género, programas expansivos de educación e implementación de políticas laborales, entre otras.
Una sociedad donde las mujeres puedan ejercer su derecho a trabajar y no tengan que aceptar menores condiciones o que le paguen menos que a un hombre que ocupa una posición similar o de la misma manera puedan elegir y tengan la posibilidad de dedicarse a ser madres a tiempo completo sin tener que disculparse ante un mandato social, una sociedad que no condicione esta decisión por desincentivos económicos o trabas institucionales, es una sociedad que va a contribuir no solo a los objetivos de equidad de género si no también a disminuir los índices de pobreza.