La cinta ya fue estrenada en España donde se convirtió en la más vista del país en este año.
Esta semana en Colombia se estrena la película ‘El Mayor Regalo’, del director español Juan Manuel Cotelo. La cinta que se estrenó hace un mes en España y se proyecta en 85 teatros, ya es la más vista del año en el país ibérico.
La película ya se estrenó en Centroamérica, México, Argentina y Panamá, cuya premier fue el pasado jueves donde las personas estaban sentadas hasta en los pasillos, según Cotelo. Llegará también Ecuador y Chile, y están trabajando en el doblaje para que sea proyectada en Alemania, Hungría, Brasil y Japón.
Fue posible gracias al ‘crowdfunding’ (aportes colectivos) en el que colaboraron más de 1.200 personas de 30 países y se obtuvieron un 20 % más de recursos por encima de lo solicitado.
El filme fue realizado en año y medio en países como España, Francia, Irlanda, México, Ruanda y Colombia. Tiene dos instancias: la realidad, sin actores, en la que los protagonistas de reconciliaciones de los países mencionados cuentan su propia experiencia sin guión. Luego está la ficción, que es el marco de esas historias, que ayuda a reflexionar sobre el papel del cine.
La Agencia Anadolu habló con Cotelo, quien contó los pormenores de su producción y su punto de vista frente al significado de ‘El Mejor Regalo’ en el contexto actual de Colombia, país que inspiró al cineasta español.
¿En qué momento nació la película?
Fue el 3 de marzo de 2014 en un encuentro con espectadores de mi película anterior, "Tierra de María". Una persona me dijo que había un grupo de personas que querían pedir perdón y hacerlo a través mío. Me presentaron a través de Internet a paramilitares que habían cometido muchos crímenes. Ellos estaban en la cárcel La Picota.
Me fui hasta allá y estuve con ellos una mañana. Fue un encuentro muy bonito a pesar de que iba con cierto nerviosismo. Eran personas que estaban muy humilladas y arrepentidas, lloraron, cada uno confesó lo que había hecho sin ningún tipo de arrogancia u orgullo.
Me dijeron que por qué no hacer una película sobre el perdón, o más bien sobre el arrepentimiento, para que llegara a todo el mundo. Y ya el remate de la jugada fue cuando les acompañé a sus encuentros con víctimas. Ellos pidieron a las autoridades poder encontrarse con las víctimas cara a cara para pedirles perdón. Estuvimos en zonas del Magdalena Medio, Villavicencio, entre otros, visitando casas o lugares donde ellos cometieron crímenes. Fue algo realmente insólito y maravilloso ver cómo las víctimas les abrazaban, les besaban, cómo comían juntos y cantaban.
Usted creyó que sí es posible el perdón
¡Claro! era un perdón real. Yo estaba grabando y tratando de contener las lágrimas de la emoción. Esto es demasiado bonito, esto sí que es un tratado de paz, sí que es el fin de una guerra, no un encuentro frío en el que solo se dieron la mano... Entonces, anunciamos en las redes sociales de la productora que teníamos una película sobre perdón y empezaron a llovernos cantidades de historias preciosas de reconciliación en otros países. Filmamos en España, Francia, Irlanda, México, Ruanda y Colombia sobre tipo de conflictos, no solo cuestiones violentas o de grupos armados, sino violencia intrafamiliar, peleas de padres con hijos, etc.
Tantísimos tópicos del cine y de la información se me derrumbaron por completo, viendo que en solución de conflictos los políticos pueden hacer lo suyo, pero si al final el pueblo está reconciliándose, eso es mucho más eficaz que cualquier discurso.
¿Diría que el perdón es más fuerte que el conflicto mismo?
Una frase que utilizamos como eslogan es: ‘El perdón es el arma de construcción masiva más fuerte que existe y pone fin a cualquier guerra’. Podríamos decir que al final, la última palabra la tiene el amor. Muchas veces, como periodista y contador de historias uno le pone punto final a una historia en la venganza. No pongas punto, pon coma; porque la historia continúa y nos falta contar cómo se arreglan las cosas. No hay una venganza que haya arreglado nada, por el contrario, el rencor, odio y venganza lo ha estropeado más.
Se puede decir que el perdón está demostrando que es un arma demasiado poderosa, que es gratuita y que funciona siempre. No hay ningún caso de alguien que pueda decir: yo pedí perdón y me salió mal. Sucede.
Entonces, si esto que no es una teoría sino algo avalado por la experiencia de la gente que lo ha vivido, ¡pues contémoslo! Es como si se tuviera una vacuna contra una enfermedad masiva; hay que contar que existe esa vacuna y buscarla.
Es común ver eso en películas donde la venganza es el final feliz, donde se justifica la muerte del 'malo'. ¿No le dio miedo arriesgarse y salirse de ese ‘status quo’?
En absoluto. Y además los estamos comprobando ya. En España es el documental más visto del año, las salas de cine están abarrotándose y de momento, está garantizado el estreno en 14 países.
A veces, existe el prejuicio de que si haces las cosas diferente te va a ir mal. Yo digo, esto es confundir la oferta con la demanda. Si resulta que no hay oferta de esto, cómo puedes saber si va a gustar. Y al final me fijo en mis propias reacciones. Cuando yo estoy en esos encuentros me lleno de una felicidad inmensa y ganas de bailar, y cada vez que lo cuento, la gente dice -¿wow, en serio has visto eso? Si a mi me emociona y a la gente que le cuento también, pues vamos a ponerlo en público a ver qué pasa.
Yo aprendo cada día que hay un modo diferente de hacer las cosas. También he aprendido que la solución de los conflictos no pasa sólo por los poderosos, sino que aquí, hasta el más pequeño, tiene un poder impresionante de arreglar las cosas.
En el caso de Colombia, que atraviesa un periodo de transición tras la firma del acuerdo de paz, aún muchos se niegan a imaginar una reconciliación total y piden castigos. Incluso, hay grupos sociales y políticos que rechazan el acuerdo firmado, que ha sido elogiado internacionalmente.
Aquí hay que aclarar un criterio y romper dos dicotomías. Primero, perdón no significa impunidad. Si entendemos perdón por impunidad, se está cometiendo una nueva injusticia. Y segundo, castigo no significa venganza. Si el castigo se traduce como venganza no va a arreglarse nada. Dicen que hay que meterlos a la cárcel a que paguen frío, hambre, calor… ¿pero qué estás arreglando? No haces nada. Si le condenas a 300 cadenas perpetuas, no arreglas nada. En cambio, si castigo se traduce en una oportunidad de que el agresor se regenere como persona y ciudadano, bueno, ahí sí tiene sentido.
Por otro lado, a las víctimas no se les hace un favor cuando se les transmite la idea de que al encarcelar a esa persona que hizo daño, se acabó el problema. No. ¿Qué hacemos con el corazón de esa víctima que está herida, triste o amargada? Habrá que plantearse también qué solución le damos para que viva feliz.
Para mi el modelo perfecto que he conocido de lo que se llama justicia restaurativa, es lo que han hecho en Ruanda, que han buscado el final feliz de las dos partes. Limitarse a castigar entendido eso como venganza, es como aspirar a un cinco en un examen en el que puedes llegar al diez.
Hay casos de víctimas que sí han sido capaces de perdonar, pero también de quienes no han sido víctimas, directa o indirectamente de la guerra, y se mantienen reacias de ese proceso de perdón. ¿Algún mensaje para ellos?.
Pues que tengan la generosidad y sensatez de promover la paz en lugar del odio. Es muy fácil sumarse a las manifestaciones del odio, hasta piensan que ganas puntos, pero la pregunta sencilla es, ¿crees que estás aportando algo positivo con ese rencor o algo negativo?