Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
En América Latina el cáncer es un problema de salud pública sumamente serio. Fue responsable de prácticamente una de cada cinco muertes ocurridas en el 2015 en la región, y conforme va el ritmo de crecimiento es de preverse que si no hay cambios en la curva esa mortalidad se duplique en cuestión de 18 años (para el 2035).
Un reporte realizado por la Intelligence Unit (EIU) del grupo londinense The Economist -bajo encargo de la farmacéutica Roche- destaca que el cáncer es la segunda principal causa de mortalidad en casi todos los países de Latinoamérica después de la enfermedad cardiovascular. México es la excepción, pues el cáncer es la tercera causa de muerte, y no por otra cosa sino porque la diabetes le ha desplazado junto con los problemas cardiovasculares.
El análisis, centrado en 12 países, seleccionados por tamaño y desarrollo socioeconómico, fue presentado en esta ciudad argentina durante el Press Day anual de Roche, que reunió a un centenar de periodistas latinoamericanos la semana pasada. Los países incluidos fueron: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay.
En estas economías la EIU analiza los avances del combate del cáncer en la región y hace ver que sí hay más acceso a la atención del cáncer que antes, pero la notable desigualdad entre zonas urbanas y rurales así como la fragmentación de los sistemas de salud -situación característica de la mayoría de los países de la zona- son factores que impiden una mejoría e imponen enormes desafíos.
Otro dato destacable es que no hay un vínculo directo entre un mayor PIB per cápita y una mejor atención del cáncer. En lo que casi todos se parecen es en las inequidades en el acceso de atención, sobretodo para aquellos segmentos de población que no tienen seguridad social basada en el empleo y menos pueden cubrir seguros privados. Una aportación valiosa del estudio es que con base en la investigación documental y 20 entrevistas a expertos de cáncer en la región y a nivel global, la EIU diseña una tabla de calificaciones en materia de control del cáncer (LACCS, por su sigla en inglés) donde incluye seis categorías: plan estratégico, monitoreo del desempeño, disponibilidad de medicamentos y de radioterapia, prevención y detección temprana y finanzas.
Resulta interesante revisar las calificaciones de cada país y en cada categoría donde se encuentran niveles muy diversos. Ahí está que los mejor ranqueados fueron Uruguay y Costa Rica, con primero y segundo lugar. En contraste, Bolivia y Paraguay se situaron en los últimos puestos: siete y nueve, respectivamente.
Se reflejan contrastes grandes, por ejemplo, en prevención y diagnóstico temprano. En este aspecto Costa Rica se ubica en nivel deficiente, en tanto que Chile ocupó el tercer puesto, mientras que refleja problemas en la calidad de los datos que tiene sobre cáncer.
Otro aspecto notorio del reporte de EIU es que el dinero importa pero no lo es todo, pues el principal problema es la distribución ineficiente de los recursos. Y ello se explica por tres problemas entrecruzados: la fragmentación de los sistemas de salud, la disparidad en la dotación de servicios basada en capacidad de pago y las diferencias geográficas en esa provisión de servicios.
Por ende, los editores de The Economist concluyen que las respuestas al cáncer en cada país deben basarse mucho más en un diferente esquema de gasto de recursos, que en elevar las inversiones.
Perú y Colombia tienen un desempeño mucho mejor que el esperado por el tamaño de sus economías, ello debido en parte a que cuentan con planes pormenorizados de control del cáncer.
De los 12 países analizados, la mitad sí tiene planes de control de cáncer aprobados, pero una tercera parte de ellos no está actualizada y la mitad no incluye medidas específicas para combatir las inequidades.