Ver imágenes y vídeos de personas fumando podría ayudar a los adictos a desactivar los mecanismos de memoria asociados al consumo.
El Espectador. ¿Alguna vez vio La Naranja Mecánica? En ella, tanto el autor de la obra Anthony Burgess como el director Stanley Kubrick, se esforzaron en adaptar las enseñanzas sobre el condicionamiento psicológico del ruso Iván Pavlov. Las mismas que ahora un grupo de científicos creen que podrían resultar útiles para ayudar a los pacientes fumadores a abandonar el hábito.
Kubrick y Burgess exageraron bastante la técnica para hacer atractiva la película. La llamaron método Ludovico. Consistía en exponer al protagonista de la película, Alex DeLarge, ante imágenes violentas durante largos periodos de tiempo, mientras estaba bajo los efectos de las drogas. Imágenes de horribles violaciones, peleas y otros actos de violencia eran proyectados frente a sus ojos con el propósito de que su cerebro conjugara esas imágenes con el malestar que producían las drogas. El resultado debía ser que Alex abandonara sus comportamientos agresivos.
Retomando los pasos de Pavlov, los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur Michael E. Saladin, Lisa Germeroth, Matthew Carpenter y Nathaniel Baker, analizaron las ventajas que podría tener la “terapia de extinción” en un grupo de 44 fumadores.
Menos dramático de lo que experimentó Alex en La Naranja Mecánica, a los voluntarios del estudio les presentaron inicialmente un video-clip de personas fumando con el propósito de desestabilizar su memoria relacionada con este hábito. Diez minutos después, los participantes fueron expuestos a imágenes y videos sobre fumadores, pero esta vez con un ingrediente extra: les entregaron cigarrillos para que jugaran con ellos sin permitirles prenderlos.
Para comparar si la terapia era efectiva, otro grupo de 44 fumadores voluntarios se sometió a un ejercicio similar pero sin el video inicial. La sesiones de “terapia de extinción” se ejecutaron durante varios días. Un mes mas tarde los investigadores revisaron qué había ocurrido. Los fumadores del primer grupo habían reducido el consumo de cigarrillos comparados con el otro grupo (siete frente a diez cigarrillos por día). Los resultados del trabajo fueron publicados en la revista Jama Psychiatry y los mismos autores reconocieron que existían algunas dudas. Por ejemplo, los niveles en orina de cotinina, una señal del consumo de nicotina, no se redujeron. Por otro lado, los voluntarios sometidos a la terapia no lograron a largo plazo mantenerse lejos de los cigarrillos.
Michael Saladin, psicólogo y líder del estudio, comentó que “cuando vi los resultados del estudio me sorprendí”. Cree que la terapia se puede perfeccionar y mejorar sobretodo para ayudar en las primeras etapas a las personas dispuestas a abandonar el hábito. Un problema que enfrentan los fumadores es que a lo largo de muchos años, su cerebro aprendió a asociar algunos elementos como el encendido al baño de nicotina segundos después. De ahí la importancia de enseñarle al cerebro a cambiar ese recuerdo para desactivar la ansiedad.
El profesor Robert West, experto del University College de Londres, comentó en el periódico The Guardian que el “la técnica de extinción es un proceso difícil” porque en el caso de los fumadores esos recuerdos están muy marcados. En su opinión, los medicamentos que bloquean la acción de la nicotina en el cerebro pueden ofrecer mejores resultados con tasas de abandono del hábito de 30 a 40% a seis meses.
Ravi Das, un psicólogo de la misma universidad y que ha intentado la misma terapia de extinción entre alcohólicos, opinó que “el estudio es importante porque por primera vez demuestra efectos reales en fumadores”.