Es difícil llegar a acuerdos distributivos cuando virtualmente no existe excedente alguno que repartir. Por esa razón, en Haití los escasos momentos de estabilidad política se dieron bajo la égida de gobiernos autoritarios como los del clan Duvalier.
Haitífue uno de los primeros lugares del hemisferio occidental en acceder a lacondición de Estado independiente. Su pobreza de recursos fue, paradójicamente,uno de los factores que facilitó su independencia. Pero en una sociedadcompuesta por esclavos emancipados, al menos esa pobreza se distribuía conrelativa equidad. A diferencia de países como Estados Unidos y el Perú, pero aligual que en Brasil y Cuba, la mayoría de aquellos esclavos procedían de la mismaregión del continente africano. Por ello se trata además de una sociedad dotadade un alto grado de homogeneidad cultural.
Pero como demuestran diversos estudiosempíricos, la violencia política está más asociada con el grado de pobreza de unasociedad que con su grado de heterogeneidad cultural. Y, huelga recordarlo,Haití es el más pobre entre los países del hemisferio occidental: 80% de supoblación vive bajo el umbral de pobreza propuesto por el Banco Mundial, y54% vive en pobreza extrema.
Según parece, es difícil llegar a acuerdosdistributivos que eviten la violencia cuando virtualmente no existe excedentealguno que repartir. Por esa razón, los escasos momentos de estabilidad políticaque conoció el país se dieron bajo la égida de gobiernos autoritarios como losdel clan Duvalier. Clan que exprimió Haití como una piedra, hasta hacerla sangrarliteral y metafóricamente.
El que fuera corresponsal de AFP, Albert Brun,preguntó alguna vez a Papá Doc qué tan cierto era el alegato según el cual susrivales políticos solían ser arrojados al mar para ser devorados por tiburones.Pregunta a la que el patriarca de los Duvalier respondió con ironía digna demejor causa: “Algo tienen que comer esos pobres animales”.
Trasla caída de los Duvalier no hubo gobierno electo que no fuera depuesto tarde otemprano por un golpe de Estado o que, cuando menos, no afrontara una asonadainsurreccional. En 2004, siguiendo el itinerario trazado por experiencias comolas de Kósovo o Timor Oriental, Haití se convirtió en un protectorado bajomandato de Naciones Unidas. El único caso en nuestro hemisferio, y también elúnico en el que el principal contingente entre las tropas internacionales estácompuesto por soldados sudamericanos bajo el mando de un general brasileño.
Pero a diferencia de Timor Oriental, que eventualmente logró una existenciaindependiente (y a similitud de Kósovo), no se vislumbra aún un escenario plausibleen el cual Haití vuelva a ser un Estado soberano. Y no sólo ni principalmenteporque la labor de construcción institucional avanza con una lentitud pasmosa (pese a la elección 2006 de RenéPreval, como nuevo presidente), sino sobre todo porque construir una economía nacionalque le sirva de sustento parece una quimera inalcanzable: según algunasfuentes, las remesas de los haitianos residentes en el exterior representan másde un tercio del PIB (pese a que la remesa promedio apenas supera los 100dólares mensuales cuando procede de los Estados Unidos, y se ubica por debajode esa cifra cuando procede de República Dominicana, país con el que Haitícomparte la isla La Española).
Y cabría recordar que, por primera vez en unadécada, las remesas internacionales tendieron a decrecer durante 2009, comoconsecuencia de la crisis económica internacional. Ante la virtual inexistenciade una base tributaria, 40% del presupuesto público proviene de lacooperación internacional: ese es el país que acaba de padecer el peor terremotoque haya asolado sus costas en los últimos 200 años.