Un acorde puede transportar mágicamente en el espacio y en el tiempo. La música es, sin duda, protagonista en las ciudades norteamericanas que seducen con sus acordes a visitantes de todo el mundo.
En el anecdotario viajero se suele asociar los destinos con experiencias que involucran los cinco sentidos; de esta manera, un aroma, un sabor, o, en este caso, un acorde puede transportar mágicamente en el espacio y en el tiempo. La música es, sin duda, protagonista en las capitales que componen este recorrido por estas capitales norteamericanas que seducen con sus acordes a visitantes de todo el mundo.
Nueva Orléans y el jazz
Este enclave del estado de Louisiana, al sur del territorio norteamericano, tiene una bien ganada reputación por el exceso, aunque este sea solo un aspecto de esta polifacética ciudad que combina una colorida historia con una mistura cultural que incluye influencias africanas, indias, cajun y créole.
Para el viajero que procure misterio e intriga, o tan sólo una buena fiesta callejera, Nueva Orléans tiene un sabor que no se compara con ninguna otra ciudad en norteamérica. Con el lago Pontchartrain al norte y el río Missisipi en uno de sus cantos, las partes más originales y visitadas de esta ciudad son las que descansan sobre el agua.
Sin embargo, es en el extremo Este donde se encuentra el verdadero corazón de Nueva Orléans: el French Quarter o Barrio Francés. El “Vieux Carré” como tantas veces es llamado, era el epicentro de la ciudad original, y así se mantiene hasta la fecha. la calle Bourbon Street y su agitada vida nocturna alimentada por bares y sex shops, define gran parte del carácter irreverente de esta ciudad.
Se estima que ningún viaje estará completo sin una noche en cualquiera de los jazz clubs de la ciudad. Uno de los más conocidos es el Preservation Hall, en el número 726 de St. Peter Street en el French Quarter. Allí se puede escuchar el tradicional jazz acústico de Nueva Orléans; solo una cosa a tener en cuenta: no se sirve comida ni bebida, es 100% música.
Si la idea es ver gente linda y tomarse trago (incluso hasta hacer algo de “celebrity sightseen” y cruzarse con Britney Spears, Kate hudson o Dustin Hoffman), “el” lugar es el French Quarter Bar, en el hotel Ritz-Carlton de Canal Street. Cualquiera sea el lugar elegido, nada mejor para “amenizar” las noches un “Hurricane” (un brebaje con una mezcla de alcoholes tan explosiva como secreta).
Nashville y la music city
El fenómeno country hace rato que trascendió las fronteras de su país de origen e, incluso, las de su género: desde el año pasado, la serie de TV Nashville, protagonizada por Connie Britton, le ha dado a esta ciudad proyección internacional. Aprender las coreografías vaqueras, escuchar a cantantes solitarios o cumplir el sueño de grabar su propia canción country: todo es posible en Music City.
El espíritu del country nació y creció en esta ciudad que tiene más de un motivo para ostentar el título oficial de la Ciudad de la Música de los Estados Unidos de Norteamérica. Este género musical tiene mucho que agradecer a la combinación de radio, disqueras, shows en vivo, a los cantautores y a la ciudad que los engloba magistralmente a todos. Originalmente, el “country” fue un género en busca de un nombre. Muchos pasaron sin tener mayor suceso hasta que el término “folk” fue el que ganó aceptación gracias a una canción de “The weavers”.
En el año 1952, el término cambió a “country”, tal como se le conoce actualmente. Sin embargo, la música country se lanzó “oficialmente” el 1ero de agosto de 1927 en Bristol, Tenessee, cuando una disquera llamada Bristol Records contrató a Jimmier Rodgers, el “padre de la música country” y a la familia Carter, que serían puntales del género musical y marcarían su desarrollo.
Durante los años 30 y 40, el Western Swing se puso de moda. Era un ritmo bailable, una fusión de jazz y swing de las grandes bandas de la cultura del suroeste americano. La popularidad de este género cayó en 1940 frente al Honky Tonk. Tal vez no haya otro estilo country que haya tenido tanta influencia en los artistas contemporáneos como esta música que representa el espíritu del baile, la bebida, el amor y la pérdida del ser amado.
El Nashville City Walk es la introducción ideal al distrito histórico de la capital del estado de Tenessee; la caminata de aproximadamente 3 kilómetros, traza la historia de la ciudad, desde su pasado como asentamiento fronterizo a la realidad contemporánea de Music City USA. Siguiendo la línea verde pintada en el suelo se realiza un recorrido que abarca dos siglos de esta ciudad y su historia.
La mayoría de las locaciones son de acceso gratuito para el público y algunos edificios específicos ofrecen la opción de tours guiados. La casa del Presidente Andrew Jackson está abierta al público y es una parada tradicional en el circuito turístico.
Si el día está soleado, también es posible dejar de lado un poco la historia y deleitarse en alguno de los hermosos parques que tiene Nashville, relajarse en en un entorno natural y disfrutar con algún improvisado espectáculo...quién sabe, tal vez ese artista en la plaza sea el próximo ídolo country ...
La leyenda del Bluebird Café
Nashville es la prueba de fuego para cualquier cantante o compositor que esté intentando hacer de la música country un medio de vida.
Los bares y centros nocturnos de la ciudad juegan un papel preponderante en esta lucha por el estrellato, oficiando de vidrieras para los artistas. Quienes sigan la serie Nashville o hayan visto la película “Esa cosa llamada amor”, reconocerán el Bluebird Café como un escenario legendario. En la película, protagonizada por Sandra Bullock y el desaparecido River Phoenix, cuatro jóvenes cantantes viajan a Nashville a participar en el tradicional concurso del Bluebird: el ganador podrá actuar en vivo en las noches y mostrar su trabajo a los buscatalentos habitués del lugar.
La historia tiene poco de fantasía y bastante de realidad: quien frecuente el Bluebird Café podrá constatar que el argumento de la película es moneda corriente en este histórico centro nocturno que se oculta en la semi oscuridad de Green Hills.
El lugar responde a la visión de su dueña, Amy Kurland, quien perfiló un club que idealiza a los cantautores como héroes de la poesía. Sin embardo, cuando abrió el Bluebird en junio de 1982, en el número 4104 de Hillsboro Pike, su idea era bien diferente: crear un restoran gourmet con shows musicales ocasionales. En este local donde habían funcionado un salón de apuestas, una pizzería, un local de máquinas de coser y una farmacia, entre otros negocios, la idea se reformuló y Kurland agregó un pequeño escenario que más adelante albergaría a los nombres más grandes de la música country.