El feroz sismo de 8,8 grados también fue un fuerte golpe a la economía del país, aunque no la dejará fuera de combate. Expertos consideran que los daños en la infraestructura productiva son reparables y que habrá financiamiento disponible.
La historia de Constitución tuvo un giro hace 40 años: en 1969, el gobierno chileno decidió instalar en ese puerto una gran planta productora de celulosa. Desde entonces, el destino de este poblado estuvo íntimamente ligado al de la pulpa de madera. La ciudad creció, se enriqueció y contaminó con una de las mayores fábricas del commodity forestal.
Esa historia llegó a su fin el pasado sábado 27 de febrero. La ciudad de Constitución, que albergaba a 50.000 habitantes, prácticamente desapareció con el terremoto de 8,8° que la sacudió y el posterior maremoto. Al cierre de esta edición, se contabilizaban unos 360 muertos y varios desaparecidos que se seguían buscando entre los lotes de escombros donde antes había casas. La planta no corrió mejor suerte. Como acompañando el destino de sus habitantes, las instalaciones de Celulosa Arauco y Constitución (Celco), propiedad de Empresas Copec, se perdían entre toneladas de barro y escombros.
El desastre convierte a Copec en una de las empresas más afectadas del país por el sismo. Al cierre de esta edición, la firma mantenía todas sus plantas cerradas, sin prever una fecha de reapertura. Sólo en la de Constitución, que producía 350.000 toneladas de celulosa -el 10% del total de Celco-, trabajaban 700 personas.
El hecho es sólo un ejemplo del golpe a la economía y al sector productivo de Chile que implicó el cataclismo. Las tres regiones más afectadas por el terremoto, la VI, VII y VIII, acumulan 25% de la población del país y el 18% del Producto Interno Bruto (PIB). Los daños tendrán efectos inmediatos en la economía, entre los que están la caída en la actividad y un alza de precios. No obstante, los esfuerzos de reconstrucción y la capacidad de Chile para financiarlos sin complicar sus equilibrios macro podrían neutralizar en el mediano plazo los efectos del terremoto e, incluso, incentivar una nueva ola de crecimiento.
En términos de la academia económica, lo que Chile ha sufrido con el terremoto es un gran shock de oferta negativo, producido por la destrucción de una porción del stock de capital. “Una parte de las construcciones está inutilizada, al igual que parte de la red vial; los aeropuertos han sufrido daños y eso es una destrucción del stock de capital”, dice el economista chileno Guillermo Le Fort, socio de Le Fort Economía y Finanzas, y ex director ejecutivo del FMI en representación de varios países del Cono Sur. “Eso se traduce en una tasa de depreciación muy alta, probablemente del doble de lo habitual”.
Para Andrés Velasco, el saliente ministro de Hacienda, aún no es el momento de hacer balances, sino de ayudar a las víctimas. “Las proyecciones las haremos responsablemente, como siempre, cuando tengamos toda la información disponible”, dijo al cierre de esta edición. No obstante, varios empezaron a sacar cuentas.
Eqecat, un centro de investigación de catástrofes localizado en Estados Unidos, que realiza estudios para la industria aseguradora en base a modelos de simulación, estima preliminarmente entre US$15.000 millones y US$30.000 millones los costos del terremoto en los activos.
“Esta es una cifra de locos”, dice Matías Braun, socio del banco de inversiones IM Trust. “Las tres regiones más afectadas acumulan cerca del 20% del capital físico del país, unos US$60.000 millones… Estimar pérdidas de US$30.000 millones significaría que el 50% se destruyó, lo cual no fue así”.
Braun estima hasta en un máximo de US$8.000 millones los daños. De esa cifra, unos US$2.500 millones vendrían de la destrucción del 20% de los hogares de las zonas afectadas; US$1.500 millones en edificaciones comerciales e industriales; US$2.000 millones en infraestructura vial y portuaria; US$500 millones en maquinaria y equipos, y unos US$500 millones en inventarios perdidos.
Efectos macro. Con menos activos en pie, la capacidad productiva de la economía cae. El sector más afectado es el forestal, que exportó US$4.100 millones en 2009. Casi la mitad de ese monto lo representa la celulosa, y del cual Celco es responsable de US$1.250 millones. La forestal CMPC Celulosa, del grupo Matte, también paralizó plantas. “Esto afectó toda la cadena de abastecimiento”, dijo Sergio Colvin, gerente general de la empresa en una carta enviada a sus clientes.
Las acereras cuentan una historia similar. Huachipato, la siderúrgica del grupo CAP ubicada en Talcahuano, a pasos del mar, fue seriamente dañada. La compañía informó que demorará al menos tres meses en volver a funcionar normalmente. Las plantas de la procesadora de chatarra Gerdau Aza, en la Región Metropolitana, también detuvieron su operación.
Hay otros casos: 50% de la capacidad instalada de los pesqueros de la zona centro y sur del país quedó inutilizable con el terremoto, y las posteriores marejadas de la Región del Biobío, según la Sociedad Nacional de Pesca (Sonapesca).
“El impacto de la oferta va a ser inmediato”, dice Le Fort. “Vamos a tener malos Imacec en los meses que siguen y en 2010 un crecimiento del PIB menor al esperado”. El análisis coincide con el de variados analistas. “En términos de actividad, el terremoto creará una seria interrupción durante unas pocas semanas, lo cual impactará negativamente al PIB real durante el primer trimestre y el segundo”, dice Alberto Ramos, economista jefe de Goldman Sachs.
No obstante, eventos como este tienen un efecto neutro en el mediano y largo plazo. Así lo comprueba Le Fort en un estudio realizado junto a los economistas Helmut Franjen y Eric Parrado, en el que analizan los ciclos económicos y la resistencia a los shocks en Chile durante 50 años, hasta 2003. “La conclusión es que el efecto sobre el PIB de las tragedias de los terremotos o grandes inundaciones con lluvias o sequías, termina por anularse”, dice Le Fort. “Pasamos por un período agudo, pero luego la recuperación permite ponernos en el mismo punto al que habríamos llegado sin el desastre natural”.
Desde el Banco Central lo complementan. “Es difícil anticipar el impacto del terremoto en la economía, pues un evento como éste tiene impacto para los dos lados”, dice su presidente, José De Gregorio.
Esto se podría ver facilitado por la buena posición y credibilidad fiscal de Chile, así como por la capacidad del sector privado. Ambos factores permiten augurar que habrá financiamiento para iniciar un generoso plan de reconstrucción, el que incluiría un gran plan de reedificación de viviendas. Según el ministerio de Vivienda, cerca de 1,5 millón de viviendas fueron dañadas, de las cuales 500.000 tendrían daños severos, lo que significa un esfuerzo de edificación inédito en la historia de país. “Probablemente veremos un rebote adicional de la actividad, anclado en los esfuerzos de reconstrucción del capital perdido o dañado de la economía”, dice Ramos, de Goldman Sachs.
Para que ello ocurra, el nuevo presidente, Sebastián Piñera, y su ministro de Hacienda, Felipe Larraín, deberán impulsar un fuerte plan de gasto desde el gobierno, lo cual probablemente los llevará a operar con déficit fiscal durante 2010. Nadie descarta que así sea, pese a las fuertes críticas que ambos hicieron a la Concertación por haberlo hecho durante 2009 para enfrentar la crisis global. No obstante, el dinero ahorrado por el alto precio del cobre en 2002-2008, en el Fondo de Estabilización Económica y Social, sirve de respaldo para emprender la campaña sin perjuicio a los fundamentos macroeconómicos.
“Chile tiene más de US$11.000 millones en activos financieros y una particularmente baja carga de deuda de menos de 7% del PIB”, dice Gabriel Torres, vicepresidente de la calificadora de riesgo Moody’s, la cual asegura que no revisará la positiva calificación que tiene la deuda soberana chilena producto del terremoto. “Eso permitirá al país incrementar sus pasivos en caso necesario”.
Tampoco es esperable que haya un salto en las tasas de interés en el corto plazo. “Tenemos una política monetaria expansiva que va a seguir siendo expansiva por un tiempo más, lo cual permite (...) que la inversión y el gasto se hagan con el costo financiero adecuado”, dice de Gregorio.
En palabras más simples, el Central favorecerá una mantención de tasas, estirando al máximo posible el estímulo monetario para favorecer la recuperación. Sí se espera que por efectos directos del terremoto muchos precios suban, especialmente en el área afectada, lo que haría a las tasas de corto plazo aún más bajas. Sin embargo, no es esperable que se mantenga así por mucho tiempo. “Una vez que se dé la recuperación, el Banco va a verse obligado a subir la tasa significativamente”, dice Le Fort. “Va a haber un aumento de tasas más fuerte de lo normal, pero va a ser rezagado”. Matías Braun lo dice de otra forma: “la mayor necesidad de recursos para financiar proyectos de largo plazo hará subir las tasas largas”.
Sin feriado bancario. Para los bancos, el impacto del terremoto fue inmediato. Una muestra fueron sus sucursales cerradas, sitios de internet caídos y centrales telefónicas que no funcionaron por varios días. El Banco de Chile, por ejemplo, fue uno de los más liados, pues su proveedor de servicios de almacenamiento de datos, Global Crossing, tuvo serios problemas en sus centros de servidores ubicados en Huechuraba. Las autoridades, no obstante, vieron con calma cómo los mecanismos de transacciones de valores y de pago funcionaron normalmente.
“Cualquier país del mundo habría decretado feriado bancario el lunes, después del terremoto”, dice De Gregorio. “Acá no lo hicimos y el mercado financiero operó normalmente, pese a algunas fallas puntuales”. Es bueno que sea así, pues según Cristián Gardeweg, economista de Celfin Capital, los bancos y aseguradoras (por los pagos que realicen) serán los que proveerán de la liquidez necesaria para el sistema. Y están en condiciones de hacerlo. “Hay liquidez suficiente”, dice. “El sistema financiero va enfrentar una mayor demanda por crédito, por lo tanto, puede haber un alza de colocaciones más fuerte de lo que se esperaba”. Las fuentes serán principalmente recursos internos. Y si los US$4.000 millones que deberán pagar las aseguradoras tienen respaldo de reaseguros en el exterior, no debiera haber problemas.
Pero la mayor demanda de créditos que favorece a los bancos, podría verse contrarrestada por un incremento de la morosidad. “Esperamos un deterioro mayor al esperado de la cartera de créditos, por la menor capacidad de pago y garantías sin seguros contra sismos”, dice Javier Pizarro, analista sénior del Departamento de Estudios de LarrainVial. Eso afectará sus utilidades, aunque en un margen menor. Según un estudio de la corredora de bolsa de BCI, el terremoto podría impactar con una caída de 5,9% en las utilidades del sistema bancario, en un modelo que simula una morosidad equivalente al 1% de las colocaciones en las zonas afectadas.
La velocidad de la infraestructura. El terremoto ocurre en el peak de la temporada de cosecha de la zona centro-sur. Aunque gran parte de la fruta ya estaba embarcada con rumbo a sus mercados del norte, los daños provocados en la infraestructura afectarán el proceso de exportación del remanente.
“Los puertos no sufrieron daños de consideración”, dice el informe del BCI. “Lo más grave es el transporte por las carreteras de la zona hacia los puertos”. Y es que la velocidad de recuperación de muchas industrias depende de la velocidad con que vuelva a operar la infraestructura que las sostiene. No hubo área de las infra que no se viera afectada por el sismo. Desde el agua potable, hasta las telecomunicaciones, pasando por la electricidad y los puertos. No obstante, los tiempos de recuperación son distintos entre unos servicios y otros.
La energía eléctrica tiene sus problemas focalizados en la distribución eléctrica, pues las grandes generadoras, tanto hídricas como térmicas, pueden seguir operando sin problemas. Es en las redes de cables que llevan esa energía, a los distintos puntos del país, donde está la crisis.
El suministro se comenzó a normalizar poco a poco, al igual que los servicios de telecomunicaciones. La Asociación Gremial de Telefonía Móvil, Atelmo, que reúne a las compañías Entel PCS, Movistar y Claro, aseguró que el problema de la red de celulares radica en que las radioestaciones y antenas repetidoras funcionan con energía eléctrica y baterías de respaldo, las que se agotaron rápidamente.
Los procesos de reparación serán mucho más largos en la infraestructura vial y puertos. Valparaíso, por ejemplo, reinició operaciones un día después del terremoto, pero sólo en algunos de sus terminales, lo que reducirá su capacidad de embarque por un tiempo. Por su parte, los daños en autopistas y carreteras totalizarían entre US$200 millones y US$300 millones, según estimaciones del sector. Los principales problemas estarían en las concesiones Vespucio Norte Express y Ruta 5 Sur, donde no se descarta que las restauraciones duren entre seis y ocho meses.
Los supermercados, pequeños comerciantes y las industrias de distribución de alimentos fueron unas sorpresivas víctimas del terremoto ante la fiebre de saqueos que siguió al sismo. No obstante, es un hecho puntual que poco afectará a sus cuentas para 2010.
“Los supermercados están abastecidos y los pequeños comerciantes también”, dice Carlos Jorquera, presidente de la Cámara Nacional del Comercio. “Si bien hay un retraso, porque los camiones en lugar de tardarse ocho horas de Santiago a Concepción, se están demorando 18, la comida está llegando a todos lados, incluso en la zona del terremoto”.
Algunos proveedores claves del comercio también se vieron afectados. Las lácteas como Nestlé y Soprole tuvieron daños en sus plantas y centros de distribución. “Las fábricas de Nestlé de Los Ángeles y Graneros presentan problemas estructurales. La primera de ellas recepciona leche de nuestros proveedores, por lo tanto, decidimos recibirla en la VIII Región y luego transportarla a las fábricas lecheras de la compañía en Osorno y Llanquihue, para procesarla. Con esto la recolección de la leche está normalizada”, dice Fernando del Solar, presidente ejecutivo de Nestlé Chile. “Por otra parte, los centros de distribución presentan daños que están siendo evaluados en terreno. Por el momento tenemos claro que los de Santiago y Temuco tienen problemas serios, y el de Talca está inhabitable”.
El terremoto tuvo pocos efectos en compañías de bebidas como Andina. Sus filiales, Envases Centrales y Vital S.A., sufrieron daños de mediana magnitud, pero al cierre de esta edición ya se anunciaba su reapertura.
En el caso de CCU, se prevé que los principales problemas estarían ubicados en su filial vitivinícola San Pedro, que tiene alrededor de 3.000 hectáreas de viñedos en Chile. Y es que acá sí hay daños fuertes.
“El de los vinos fue uno de los sectores más afectados”, dice Luis Mayol, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura en Chile. Las bodegas de vino, desde Casablanca hasta el valle de Curicó y el Maule, fueron dañadas. En Colchagua, ciudad devastada por el sismo, se veían ríos de vino fluir por la calle. En muchas bodegas, los sistemas antisísimicos que tenía instalados simplemente no funcionaron. En algunos, los tanques se cayeron empujando unos a otros, en un verdadero efecto dominó enológico. La industria estima en US$250 millones las pérdidas por el sismo. Muchos adelantan una vendimia muy triste para este 2010, la que terminará con un nivel de exportaciones inferior a los US$1.381 millones exportados en 2009, y que permitirá el paso a competidores como los vinos argentinos.
Sebastián Piñera asume la presidencia 12 días después del sismo, cuando ya habrá pasado la parte más urgente y critica del desastre, y empiecen a tomar forma los esfuerzos de reconstrucción. Su capacidad de gestión y sintonía con el sector privado serán escenciales para tener éxito. No obstante, deberá transformar al Estado en el motor fundamental de este proceso. Si logra superar las trabas ideológicas de sus aliados, será bueno para él, pues transformará en capital político los buenos resultados que debiera tener Chile en este proceso de reconstrucción, y para el golpeado país que tiene a la mano las herramientas para salir adelante.