Capacitar laboralmente a quienes no tienen acceso a una buena instrucción es una gran idea.
Cuando las mujeres aprenden algo el impacto comunitario es más grande, sostiene Cristina Azuara, una de las directoras de Reto4Mil, un programa enfocado en capacitarlas para que sean las mejores candidatas a un buen empleo o que inicien emprendimientos.
La experta en cultura financiera, egresada del Tec de Monterrey, afirma que las mujeres tienden a llevar lo aprendido con su familia, la comadre o quien esté dispuesto a escuchar. Los varones, en cambio, “captan y lo aplican, hasta ahí”, explica en entrevista para Factor Capital Humano. Azuara lanza un llamado al próximo gobierno federal para que replique a nivel nacional este proyecto, que ha beneficiado a más de 4.500 mujeres en 11 estados.
Independencia económica para no ser violentadas
Cristina Azuara, ingeniera en sistemas computacionales y facilitadora en conocimientos de finanzas personales, comenzó el proyecto en 2016 con Elena Olascoaga, académica e investigadora del Tec de Monterrey y ex consultora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Reto4mil Mujeres Invirtiendo en su Vida, el nombre completo del programa, está dirigido por una parte a adultas “en estado de progreso” o en situación de vulnerabilidad. Es decir, que tienen bajo nivel educativo y pocos ingresos.
Por otro lado, apoya a estudiantes de bachillerato entre 15 y 18 años que viven en una familia con bajos ingresos económicos. Para ambos casos el objetivo central es ayudarles a “evadir o salir de relaciones violentas, de las que dependan económicamente”.
“No sé hacer nada”
En todo el mundo, señala Azuara, las mujeres son dueñas de tan solo 16 por ciento de la propiedad privada. “Nosotras tenemos pocos modelos a seguir de mujeres poseedoras de bienes o que sean autónomas en sus finanzas. Los hombres al contrario siempre tiene referencias culturales o familiares”.
La cultura condiciona a muchas a que, al dejar de depender de sus padres, “estén subordinadas económicamente a su pareja y luego a sus hijos”. Recuerda que en un taller que impartía en García, Nuevo León, de pronto una mujer se puso de pie, se agarró del respaldo de la silla y luego se recargó en la pared, “como tratando de sostenerse”.
Le preguntó si se sentía bien, “me dijo que hasta ese momento se había dado cuenta que ella y sus hijos eran dependientes económicos de su esposo”. Y, aunque no tenían problemas de violencia, qué pasaría si él algún día faltaba, “no sé hacer nada”, se cuestionaba.
El mercado, algo más que un espacio físico
Reto4Mil es financiado por el Departamento de Estado de Estados Unidos. En 2016 Azuara y Olascoaga respondieron a una convocatoria que lanzó esa oficina para ayudar a mujeres mexicanas en pobreza. Con los 75 mil dólares que les otorgaron han desarrollado el proyecto, que está basado en la metodología Marketplace Literacy Project (proyecto de alfabetización del mercado), creada por Madhu Viswanathan, profesor del Colegio de Negocios de la Universidad de Illinois, y que ha puesto en práctica en más de siete países.
Temas de finanzas, mercado, emprendimiento, desarrollo personal y autoestima son impartidos a mujeres en situación de pobreza. Las ventajas de quienes viven con pocos recursos económicos es que son creativas para sortear las limitaciones. Pero esa inventiva “se basa en el aquí y el ahora, muchas veces en cómo salvar la vida o el día” y desarrollan un pensamiento concreto y no abstracto, indica Azuara.
Todos los conceptos de emprendimiento son abstractos, por eso hay un gran porcentaje de fracasos cuando el gobierno apoya a esa población para que inicie proyectos productivos. "Muchas personas no entienden conceptos tan sencillos como mercado. Para ellos es un espacio físico donde compran o venden”, afirma la emprendedora social.
Enseñar estrategias
Para ingresar a los talleres no es necesario que sepan leer o escribir. Azuara explica: “Utilizamos la experiencia que cada una tenga. Hacemos que tomen conciencia de sus recursos y les demostramos que el dinero es solo uno más, si no lo tienen no es un impedimento para iniciar un negocio. Lo único indispensable para vender es tener a quien te compre”.
Estos talleres son una manera de capacitar capital humano para incorporarlo al mercado laboral, subraya. Por ejemplo, en el sector minorista, este tipo de preparación les ayuda a brindar un mejor servicio al cliente, sugiere.
A las más jóvenes, las estudiantes de bachillerato, además de enseñarles estas estrategias, las hacen reflexionar para que, si trabajan para ayudar a su familia o ayudarse a sí mismas con sus estudios, no abandonen la escuela, pues esa preparación les brindará más oportunidades económicas, lo cual las hará más independientes.
Para poder llegar a tantos estados del país Cristina Azuara y Elena Olascoaga han hecho alianzas con secretarías de Desarrollo Social y de Economía locales. Están en proceso de certificar sus talleres en el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (Conocer), para que también se puedan implementar en empresas.
Pero si la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) federal lo pusiera en funcionamiento “sería algo muy poderoso para mejorar la calidad del capital humano y de la economía no solo de las mujeres, sino de una gran comunidad”.
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