Además de Machu Picchu, Tenochtitlán y Chichén Itzá, el continente latinoamericano posee una riqueza arqueológica cautivante que no debemos dejar de visitar. Conjuntamente con la naturaleza emblemática de sus playas, bosques, desiertos, montañas y glaciares, el acervo cultural de la América Latina indígena –en constante expansión por las excavaciones e investigaciones que van echando luz sobre el legado histórico– es un mojón en el cual el viajero curioso encontrará otra excelente opción para recorrer estas tierras.
Palenque (México)
A 200 km de San Cristóbal de Las Casas, en la selva chiapaneca de Lacandona, se ubica el complejo arqueológico de Palenque. Perteneciente a la cultura maya, el sitio se compone de varias construcciones entre las que se destaca el Templo de las inscripciones, donde fuera hallada la tumba de Pakal el Grande, uno de los gobernantes más influyentes del emplazamiento, pese a que tomó el poder a los 12 años. Además del Palacio con su Observatorio, el acueducto, que da curso al río Otolum bajo la plaza central, el Juego de Pelota y el Templo del Sol, con su característico muro calado en el remate de la estructura, entre otros.
Este emplazamiento posee una arquitectura muy particular y diferenciada de otras que pueden verse por la zona, y el marco de la selva, con los gritos afelinados de los monos aulladores, le da una atmósfera sugerente.
Tikal (Guatemala)
Esta imponente ciudad, una de las más grandes del mundo maya, cuyas construcciones datan de entre el año 250 y 900 d.C., se encuentra situada en el Parque Nacional Tikal, que además comprende una vasta región de bosque tropical, en la región de Petén, al norte de Guatemala.
Esta urbe, cuyas cinco pirámides emblemáticas se ubican en consonancia con algunas posiciones del sol, dominó gran parte de la región, en lo político, económico y militar, y mantuvo lazos con otros emplazamientos mesoamericanos, inclusive con Teotihuacan, el gran polo de la cultura azteca.
Desde sus gigantescas ruinas, que llegan a alcanzar los 70 metros, puede apreciarse una vista espectacular del sitio y de la selva que la rodea, de donde provienen los aullidos de los monos araña y, con suerte, los rugidos de los jaguares. Construidas en piedra caliza, comprende templos, que rematan la cúspide de las pirámides y que poseen un acondicionamiento acústico para que la voz de los sacerdotes se propagara hasta los fieles abajo, residencias, sedes administrativas, palacios y plataformas. Posee también siete pistas para jugar el juego de pelota, tres de las cuales forman un conjunto único en la región. Su belleza y dimensiones llevaron a George Lucas a utilizar la escenografía natural de Tikal para dar vida a la base rebelde en Star Wars, Episodio IV (1977).
Copán (Honduras)
Cuando los conquistadores españoles llegan a la zona, en el siglo XVI, el centro ceremonial había sido abandonado desde hacía tiempo y el valle de Copán estaba prácticamente despoblado. Sin embargo, esta fue una poderosa ciudad-estado que imperó sobre un vasto reino en el sur de la región. La delicadeza y ornato de su arquitectura y de sus estelas magníficamente talladas le ha valido el mote de la Alejandría de los mayas, lo cual es un justo reconocimiento aunque hoy se haya perdido buena parte del yacimiento por la erosión producida por el río de igual nombre.
A pocos kilómetros de la frontera con Guatemala, se encuentra este complejo arqueológico, uno de los más bellos de la Mesoamérica, cuyo principal aporte, además de los diferentes edificios (que superan los 4500), pistas de pelota y cementerios, son las estelas, monumentos conmemorativos de piedra caliza a modo de pedestal. La más antigua de ellas data del año 460 pero el emplazamiento habría sido fundado mucho antes por la cultura olmeca.
Entre sus destaques, se encuentra la Escalinata de los jeroglíficos, de 63 escalones que narran la historia de la ciudad y el Altar Q, sobre el que se representan los primeros 16 reyes de la dinastía de Copán.
Teyuna (Colombia)
Más conocida como la Ciudad Perdida, uno de los aspectos que la hacen tan interesante es que aún permanece protegida por la selva del Parque del Tayrona, en la zona de la Sierra Nevada de Santa Marta, y que para acceder a ella se deben recorrer unos 40 kilómetros –entre ida y vuelta, desde el pueblo de El Mamey–que se realizan en cinco días. El duro trekking, a través del valle alto del río Buritaca, se realiza por un bosque tropical húmedo bellísimo con árboles milenarios, cascadas y centenas de animales que emergen por entre las nieblas matinales. En el camino, además, hay posibilidad de tener contacto con comunidades indígenas de arsarios, koguis y arauacos, que aunque habitan en la alta montaña tienen cabañas desde donde custodian el parque.
Construida alrededor del año 700 d.C. y siendo el corazón de una red de aldeas habitadas por los tayrona, que albergó entre 2.000 y 4.000 personas, ni siquiera los conquistadores la encontraron y fue diezmada por acción de guerras y enfermedades hasta que quedó abandonada. Teyuna es descubierta en el siglo XX por huaqueros que se dedican a saquearla hasta que en la década de 1970 entra bajo la tutela del gobierno.
Actualmente, como las viviendas eran de materiales vegetales, solo han resistido el paso del tiempo los anillos circulares sobre las que estas estaban construidas, así como la red de caminos, canales y la escalera de 1.200 escalones por la que se accede. Todos los 31 de diciembre, el sitio es lugar de un concilio de mamos (chamanes) y representantes de los tres grupos nativos, que toman guarapo y buscan un estado alucinógeno para oír la naturaleza y saber cómo será el año entrante.
En 2003, las FARC secuestraron a ocho extranjeros en reclamo de más atención social a los pueblos apartados. Por ello, en el lugar funciona un campamento militar de unos cincuenta hombres.