Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Ya sabemos que tenemos un grave problema de resistencia antimicrobiana. Que el uso excesivo e incorrecto de los antibióticos por muchos años ha derivado en que ahora las bacterias se han vuelto superresistentes y que se ha vuelto un reto enorme combatirlas adecuadamente incluso con los mejores antibióticos disponibles.
Requerimos nuevos antibióticos capaces de plantar cara a las bacterias. Los fármacos usados para tratar infecciones comunes se vuelven menos potentes e inútiles provocando enfermedades más graves. La industria farmacéutica investiga para ello, pero eso aún no se ve cerca.
Mientras tanto la prioridad está en prevenir las infecciones, y por supuesto aprender un uso racional y ordenado de los antibióticos.
El problema es multifactorial y el descontrol se ha extendido a todas las áreas de producción animal para alimentos. Esto es, en la agricultura, ganadería y acuacultura, porque la resistencia a los antimicrobianos se encuentra igualmente entre las vacas, reses e incluso en el pescado que consumimos.
Es un hecho: la resistencia antimicrobiana proviene no sólo de los medicamentos sino de lo que comemos (leche y sus derivados, carne, pescado, embutidos, etcétera).
Esto indica que ha habido un traspaso de genes de microbios altamente resistentes entre humanos y animales.
La propagación acelerada del problema de la resistencia antimicrobiana ya es una alerta mundial por diversos motivos. México tiene un papel protagónico en el tema y a fines del año pasado se comprometió ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de establecer una estrategia para combatir la resistencia antimicrobiana en el ámbito de la salud humana y animal. Desde septiembre pasado en México se conformó una comisión de autoridades contra la resistencia antimicrobiana. En este grupo participan directamente los titulares de las distintas secretarías involucradas: José Narro, con la de Salud; José Calzada Rovirosa, por parte de la Sagarpa (quien tiene una gran parte de responsabilidad en este asunto); Rafael Pacchiano, cabeza de la Semarnat, y Luis Videgaray por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Ya llevan unos ocho meses trabajando en un plan. De hecho, los avances fueron presentados en junio pasado por el titular de la Cofepris, Julio Sánchez y Tépoz, en una reunión de alto nivel en Nueva York con 15 países durante la Asamblea Mundial de Salud, y ahí México asumió el compromiso no sólo de emitir su propia estrategia en los siguientes dos meses, sino de ser facilitador e impulsador para que los otros miembros desarrollen sus propios lineamientos. Este esfuerzo se ubica como One Health, una sola salud, y el reto es difundir que la problemática es real y delicada, que la causa es multifactorial, donde la salud animal es un ámbito primordial pero también la del medio ambiente por la contaminación que generan los microbios superresistentes en los ecosistemas.
A más tardar en septiembre México ya deberá estar presentando dicha estrategia contra la resistencia antimicrobiana, y debe incluir no sólo la parte de control de venta de medicamentos y asegurar su uso responsable, sino todo lo relativo a la supervisión y vigilancia de los antimicrobianos utilizados para la salud animal. Debe incluir además lo relativo a la prevención de contaminaciones en clínicas y hospitales donde existe un gran descontrol de infecciones nosocomiales, así como en el aspecto de desechos residuales por la contaminación de tierras y agua.
Total que los bichos resistentes se encuentran en personas, animales, alimentos, agua y medio ambiente. Pero en donde hay que concentrar los esfuerzos por lo pronto es en el ámbito agropecuario por aquello de que si no hay una adecuada sanidad animal, el riesgo podría derivar en pérdidas productivas e inseguridad alimentaria que a la larga podría representar problemas de insuficiencia de alimentos.