Por Pedro Martínez, profesor de Westfield Business School.
Ya en 1976, Daniel Bell avanzaba cómo sería la sociedad post-industrial, con la integración de las nuevas tecnologías, el crecimiento económico y la estratificación de la sociedad, utilizando como elemento de unificación el conocimiento teórico. Las enormes ventajas de esta nueva sociedad descritas en su obra, no esconden los problemas de justicia social que pueden aparecer, y que describe como “los que están arriba pueden convertir sus posiciones de autoridad en amplias y diferenciadoras ventajas materiales y sociales sobre otros”.
Efectivamente, no resulta difícil comprobar cómo el uso de la tecnología está muy ligado a diferencias sociales y oportunidades. Es fácil ver cómo grupos urbanos, fundamentalmente jóvenes, son pioneros en la adopción y uso de las nuevas funcionalidades tecnológicas. Estos grupos cuentan además con acceso a otros beneficios sociales, tales como la educación de nivel superior, un buen nivel sanitario, entre otros.
Por el contrario, como indica Oyarzo, la mayoría de los ciudadanos experimenta lo inaccesible de estas nuevas herramientas debido a su costo, complejidad, discapacidades o reducidas habilidades. Existen esfuerzos para reducir esta brecha, pero las dificultades no sólo son relativas al acceso puramente tecnológico, sino que es producto de las diferencias relacionadas al ámbito social y económico de los ciudadanos.
No cabe duda que las TIC pueden abrir nuevas oportunidades para la producción, la distribución y la comunicación, tal y como señala Kirby, “transformando las industrias y haciendo posible la integración a nivel global, al mismo tiempo que han ido reduciendo (en muchos casos de forma abrupta) las barrearas nacionales al comercio mundial”. Pero estas transformaciones positivas han traído consigo también enormes presiones a los estados de bienestar, que, aún cuando no han sucumbido como los estados comunistas o los países en desarrollo, soportan enormes presiones para reducir sus costos, lo que origina recortes en la extensión de la protección que anteriormente proporcionaban. Como resultado, Kirby indica que “hay un aumento en las amenazas sociales, políticas y personales, y una erosión de los activos humanos y sociales”.
Pero a pesar de ese incremento de las amenazas, también surgen importantes oportunidades. Así, atendiendo un análisis de los datos del Eurobarómetro, realizado por el Instituto Sueco de Estudios de Prospectiva, los países escandinavos se diferencian de la mayor parte de países de la Unión Europea por la mayor cualificación (y a la actitud ante la adquisición de tales cualificaciones) de su población en el uso de las TIC. Además, los países escandinavos también se incluyen como referencia de un sólido sistema de bienestar social y nos permite concluir que el modelo escandinavo está basado en una brecha digital muy reducida, siendo este uno de los grandes problemas que deben acometer todos los países inmersos en el proceso de transformación hacia una sociedad de la información.
Podemos asociar el origen del término "brecha digital" a un informe anual de la Agencia Nacional de Telecomunicaciones e Información del Departamento de Comercio de Estados Unidos, publicado a mediados de los noventa, utilizado básicamente para distinguir la desigualdad producida entre los que tenían un ordenador y los que no lo tenían. En la actualidad, este concepto ha alcanzado una dimensión más amplia, se ha generalizado su uso, y el objetivo de evitar o superar esa brecha digital se ha convertido en una de las prioridades de gobiernos y organismos supranacionales en muchos países del mundo.
Podríamos decir, como mantiene Ballestero, que hay dos fases en el surgimiento y evolución de la brecha digital. Una primera fase se establece al existir personas que tienen ordenador y otras que no lo tienen. La segunda fase, más importante en mi opinión, estaría establecida por la diferencia que separa a aquellos que se integran en el uso de las TIC, que incorporan las mismas en todas sus actividades, ya sean laborales o de ocio, y aquellos otros que no son capaces de hacerlo y, poco a poco van quedando socialmente excluidos.
No cabe duda que a medida que el uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) se van generalizando (teléfono móvil, ordenador, uso de internet,…) quedan grupos o colectivos sociales, como por ejemplo son los mayores, los desempleados de una cierta edad, jóvenes con fracaso escolar, ex reclusos, inmigrantes ilegales, que al no estar familiarizados con el uso de éstas, apenas tienen posibilidades de utilizarlas para acceder al mercado laboral, lo que provoca un círculo vicioso que les va apartando poco a poco de la nueva sociedad.
Por tanto, no se trata sólo de disponer o no de un ordenador y un acceso a internet. La clave está en saber utilizarlo y en la capacidad del usuario para comprender la información que puede encontrarse en la red y a "aprovechar en sus máximas capacidades los nuevos recursos y canales a los que se puede tener acceso". En definitiva, el problema de la brecha digital no sólo tiene que ver con dotación de ordenadores e infraestructuras y conexiones a un precio asequible (sin menospreciar esta parte, ya que si no existen esas infraestructuras, conexiones y medios, difícilmente se puede pase a la segunda fase). Tiene que ver también con la necesidad de disponer de un nivel de formación suficiente en el manejo de las nuevas herramientas y una educación básica que permita a los ciudadanos mantener la mente abierta al uso de las nuevas tecnologías y puedan, de esta forma, aprovecharse de ellas.
Pero el problema no se circunscribe exclusivamente a una dimensión nacional o doméstica, sino que también existe una dimensión internacional, ya que puede hablarse de la brecha digital que separa a los países avanzados tecnológicamente, en los que se ha asentado la nueva sociedad de la información y aquellos otros países que van quedando rezagados y que, cada día tienen más difícil su incorporación a la Sociedad de la Información.
En países poco avanzados, tecnológicamente es difícil que exista interés por parte de los inversores para dotar de las infraestructuras necesarias, ya que es muy bajo el número de usuarios y la rentabilidad de la inversión sería nula. Por tanto, nos encontramos con un panorama muy delicado, que difícilmente pueda solucionarse por sí solo. A nivel internacional, es claro que no.
En el caso de España, si bien es cierto que cada vez son más los ciudadanos que se van incorporando al uso de las TIC, también lo es que cada vez hay más personas marginadas tecnológicamente y que van sumándose a ese "cuarto mundo" compuesto por las zonas más atrasadas y empobrecidas del planeta, y por los barrios y enclaves marginales de las grandes ciudades donde se aglomeran personas que la propia sociedad considera no valiosas o útiles.
Es necesario enfrentarse a esta realidad y a este gran reto. De otra forma, las TIC pueden llegar a ser origen de nuevas desigualdades sociales, generando un círculo vicioso que impida el desarrollo completo de estos grupos o países, haciendo que la situación empeore cada vez más.