Si no ha podido ir a Europa, en apenas 6,5 kilómetros de una monumental calle llena de luces y casinos, uno puede encontrarse con los canales de Venecia, la vieja Roma, La Torre Eiffel y lo mejor de Montecarlo.
Delirante, frenética, ardiente, impactante, impresionante, apasionante, excitante, deslumbrante, exorbitante, extraordinaria, monumental y hasta exagerada y encandilante. Así es Las Vegas, una ciudad que genera tantas sensaciones y emociones que cualquier calificativo se queda corto a la hora de describirla.
La más grande del desértico estado de Nevada en Estados Unidos. Una ciudad cuya magnitud de sus hoteles y casinos poco se compadece con la cantidad de personas que la habitan, apenas unos 1,5 millones, y de las pocas en el mundo que puede tener tantos turistas en un solo día como ciudadanos.
Uno puede tener sentimientos encontrados con Las Vegas; definitivamente es un destino turístico que no puede faltar en la agenda de un viajero y de esos sitios que definitivamente hay que conocer, para vivirla frenéticamente, para dejarse cegar por sus luces apabullantes o para perderse en la maraña de casinos que nunca duermen y que se las arreglan para que las horas nunca se acaben; tal vez porque hoteles como el París, el Venecia, o el Cesar Palace tienen dibujados dos en sus techos cielos de eterno medio día que hacen perder la noción del tiempo sin mucho esfuerzo.
Tanto se habla, tanto se escucha sobre Las Vegas que pareciera una frase de esas que sólo puede crear el realismo mágico afirmar que ¡Las Vegas no es una ciudad, es apenas una calle! una calle que es capaz de albergar una oferta hotelera de no menos de 150.000 habitaciones. Una calle que ha sido fuente de inspiración para un incontable número de películas de esas que sólo saber hacer Hollywood y que han visto pasearse por la alfombra roja de los óscares a sus protagonistas. Una calle que le ha dado vida a sagas como las de Ocean Eleven, Hangover , a la segunda parte de El Padrino, a Leaving Las Vegas (con un lucido Nicolas Cage como protagonista), a Propuesta Indecente, a una de las tantas de James Bond (Diamantes para la eternidad), a una película sobre estudiantes que aprenden a leer cartas y para volverse millonarios (21) y hasta para las típicas comedias gringas de Cameron Díaz y Ahston Kutcher.
Una calle, Las Vegas Strip, que en apenas 6,7 kilómetros de extensión recoge los mejor de Venecia, París, Roma, Nueva York, Miami, Hollywood, la antigua persia y hasta la polinesia; todo esto en sus majestuosos hoteles que se han dado a la tarea de replicar con sorprendente belleza y aproximación los canales de agua de Venecia (con góndolas y todo), la torre Eiffel, los rascacielos de Nueva York y la Roma antigua entre muchas otras cosas.
Y Las Vegas es esa calle, porque atrás dejó a otra calle, a la vieja Fremont del centro de la ciudad , donde están los primeros casinos -como el Four Queens- y que con un espectáculo no menos deslumbrante que el de los nuevos hoteles, el Fremont Street Experience, busca frenar el declive de una zona que le dio vida y nombre a esta urbe que nunca duerme y que se ha inmortalizado como 'la ciudad del pecado'.
Este último calificativo es suficiente razón para entender que no es una ciudad para visitar en familia, o por lo menos con niños pequeños; no es una ciudad para caminar, como se camina por Roma por el mercado de Turquí, porque salir de la habitación del hotel a la calle principal puede tomar fácilmente 30 o 40 minutos debido al tamaño de estos lugares. Y ojalá no se le haya olvidado la cámara o el dinero porque llegará tan cansado de nuevo al hotel, que preferirá quedarse a hacer la siesta.
Es una ciudad que para verla en todo su esplendor habrá que verla desde el cielo, sobre todo en la noche, y las ofertas de viajes en el helicóptero que incluyen, por supuesto, el Gran Cañón se ofrecen en cada esquina como se ofrecen los volantes de acompañantes de todos los tipos y razas, que prometen noches inolvidables, aunque noches inolvidables se pueden pasar viendo los impresionantes shows permanentes como el Circo del Sol, David Copperfield, Criss Angel o Celine Dion, entre decenas de actos de primera calidad.
Pero si los casinos, las acompañantes o los espectáculos le han dejado algo en su billetera para el día, allí también se puede ir de compras. Hay un par de outless con buenas marcas, pero los impresionante son las tiendas de los diseñadores famosos y en donde se puede comprar zapatos de hasta cinco mil dólares que recomiendan sólo usar cuando se quiere manejar un Ferrari. Así es Las Vegas, una ciudad de encanto para la extravagancia y los excesos; no una ciudad para caminar, el descanso y mucho menos para la reflexión. Una ciudad que tiene el encanto de no cobrar impuestos a las ganancias, a la renta o la consumo. Una ciudad tan brillante que puede llegar a encandilar.