Dos semanas después del huracán María, muchos enfermos y ancianos dependen de que un generador no falle para recibir su tratamiento de diálisis o que sus medicamentos críticos no se malogren.
En el centro comunitario de Orocovis, un aislado poblado agrícola de 23.000 habitantes en las montañas del centro de Puerto Rico, seis pacientes que dependen de dispositivos de oxígeno respiraban sólo con la ayuda de un generador diésel.
En un momento, el generador suena como si fuera a detenerse.
Una decena de doctores voluntarios y estudiantes de medicina de San Juan comenzaron a decidir qué pacientes deben ser transportados primero -en la única ambulancia del pueblo- a un hospital que queda a una hora, y cuáles pueden sobrevivir sin oxígeno por un corto tiempo.
Javier Sevilla Rodríguez, un estudiante de medicina, tiene una sola manera de tomar una decisión. Quita el respirador a una de las mujeres y mira con cuidado cómo responden los niveles de oxígeno en la sangre.
"Así es como estamos haciendo la selección y clasificación en este momento", dijo.
Dos semanas después del huracán María, muchos de los enfermos y ancianos de Puerto Rico dependen de que un generador no falle para recibir su tratamiento de diálisis o que sus medicamentos críticos no se malogren.
Y los residentes de varias partes de la isla no pueden pedir ayuda por las interrupciones generalizadas de la red de telefonía móvil.
Muchas regiones del interior de la isla sólo ahora perciben la llegada de la ayuda, tras la lenta respuesta de Washington al desastre en la isla de 3,4 millones de ciudadanos estadounidenses.
El mal estado de la economía y de la infraestructura del territorio han agravado la crisis humanitaria que causó el huracán más fuerte en nueve décadas en llegar a Puerto Rico.
En Orocovis, incluso los pacientes más enfermos han estado en gran medida sin atención médica desde la tormenta. Por lo que los doctores trabajan rápidamente durante el día, instruyendo a cuidadores y escribiendo recetas para que las lleven a San Juan y puedan volver con los medicamentos.
En el centro comunitario, la última parada en la ciudad de los médicos voluntarios antes de seguir su camino, el tiempo se acaba.
De golpe, el murmullo de las máquinas de oxígeno se apaga y en su lugar se oye un coro de pitidos y alertas avisando que se acabó la energía. El generador falló.
"No podemos esperar"
En Orocovis, tras la falla del generador, los doctores buscan una solución rápida. Guzmán corre al centro de urgencias del pueblo que está cerrado donde hay media docena de tanques de oxígeno. Cada uno ofrece un día de apoyo a un paciente.
Los tanques fueron rápidamente trasladados al centro comunitario, donde los médicos enseñaron a los miembros de las familias a usarlos. Pero antes de que fuera necesario, el generador volvió a funcionar.
Los doctores se prepararon para irse tras asegurarse de que las familias de los pacientes podían cambiar los tanques si el generador falla de nuevo.
"Cosas como estas suceden en cada ciudad en estos momentos", dijo Guzmán. "Es por eso que necesitas que gente como nosotros vaya. No podemos esperar".