Investigadores plantean que la leche y la fórmula de soya podrían interferir en el desarrollo infantil debido a su alta carga de estrógenos.
La soya representa el 12 % del mercado de la fórmula en EE.UU. y según cifras de la Asociación de Alimentos de Soya de Norteamérica, se estima que las ventas de productos aumentaron de US$ 1.000 millones al año en 1996 a 4.500 millones en 2013.
Debido a este auge, Deborah Blum, escritora científica y directora del Programa de Becas de Periodismo Científico Knight del MIT, plantea en su informe El gran experimento de fórmula de soya la preocupación de los expertos por las consecuencias que puede generar en los bebés este grano.
Blum comienza explicando que por el efecto que tiene la soya en las personas –el 75 % de los consumidores perciben los productos de soya como sanos–, tal vez se haya creado una especie de experimento con quienes consumen este producto, pues a pesar de que una serie de investigaciones han señalado que la leche y la fórmula de soya contienen hasta 4.500 veces más fitoestrógenos (compuestos químicos que se encuentran en los vegetales pero son similares a los estrógenos humanos) que la leche de vaca o la materna, no se han tomado medidas al respecto.
Jack Taylor, investigador principal del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental en Estados Unidos, ha comparado los cambios en el desarrollo en bebés alimentados con fórmula de soya, fórmula de leche de vaca y leche materna. Su trabajo más reciente, Soy Formula and Epigenetic Modifications, informó que las niñas lactantes alimentadas con soya muestran algunos cambios genéticos distintos en las células vaginales.
Por eso, cuando Blum le pregunta si los bebés que consumen leche de soya hacen parte de alguna prueba no conocida, Jack Taylor afirma que podría ser posible. “Es verdad que estos bebés están recibiendo una dosis mucho más alta de un compuesto estrogénico de lo que no obtendrán de otros. En este sentido, podría considerarse una especie de experimento”.
Situación que tampoco descarta Heather Patisaul, profesora de biología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte. “Cuando hablo con padres sé que muchos están eligiendo fórmula de soya por razones vegetarianas o éticas. Trato de aconsejar contra eso, de decir que no debe usarse a menos que sea una elección médicamente necesaria”.
Blum argumenta en su artículo que desde años atrás se han llevado a cabo diferentes estudios para identificar los males que puede tener este alimento. Unos decían que no había riesgo alguno y otros que la alteración que podía causar era mínima, pero no se llegó a ninguna conclusión. Ese desconocimiento es otra de las razones por las que resalta que la soya puede ser una especie de experimento entre sus consumidores.
¿Por qué el miedo por la soya?
Blum halló que en 2014, investigadores del Niehs (The National Institute of Environmental Health Sciences) informaron que las niñas de seis meses de edad, criadas con fórmula de soya mostraron claros signos de estrógeno impulsados por los cambios en las células del sistema reproductivo. El estudio señaló que “estos cambios en las células vaginales sugieren que una dieta exclusiva de soya se asocia con una alteración en las niñas jóvenes, lo que es coherente con la exposición a los estrógenos que tuvieron por este producto”.
Aunque se conocen más riesgos en las niñas, ya que poseen más receptores estrógenos, los niños no están exentos, pues la soya también está relacionada con la esterilidad. “Tenemos indicios de que esta exposición temprana a los estrógenos puede tener consecuencias a largo plazo”, asegura Heather Patisaul. Aunque acepta que los resultados sobre la soya son bastante sutiles, pide a las personas precaución con su consumo.