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Let me think in spanish
Martes, Mayo 10, 2011 - 11:25

Andrés Almeida es editor MBA & Educación Ejecutiva en AméricaEconomía e investigador sénior en AméricaEconomía Intelligence

¿Cuál es la diferencia entre el spanglish de una comunidad de latinos migrantes en Nueva York y el lenguaje lleno de anglicismos de serios académicos de toda América Latina? Ambos grupos entremezclan conceptos de una lengua y otra, con el propósito simple de comunicar mejor, pues tanto el inglés como el español tienen palabras y expresiones que se presentan como más precisas según cada conversación.

De regreso de un congreso académico, la Business Association of Latin American Studies (BALAS, por sus siglas en inglés), me pregunté por qué se decidió realizarlo íntegramente en inglés.
Claro, “gringos” había y también brasileños, pero no los suficientes como para no optar por el español como la lengua del encuentro. Mejor hubiese sido que cada invitado se expresara a su antojo.

El campo del management (gestión) es territorio fértil para la lengua de Shakespeare. Mal que mal, ese know how (saber hacer) responde en su origen a un pensamiento típicamente anglosajón –el liberal– que se extendió por el mundo en los siglos XIX y XX, siendo particularmente fuerte en el ámbito de la economía y los negocios. Nada de extraño que “marketing” o “Balanced Scorecard” sean palabras preferibles a “mercadotecnia” o “Cuadro de Mando Integral”.

Pero distinto es renunciar a pensar en el idioma que nos es propio y en el que somos más competentes. Al optar por el inglés, los organizadores de BALAS perdieron la opción de entrar en las capas más finas de pensamiento y reflexión de temas que fueron pensados e investigados en español, sobre realidades latinoamericanas. 

En cada conferencia dada por un hispanohablante en el fantástico edificio de posgrado de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), hubo una triple traducción: desde la investigación (inicialmente en español) al Power Point (en inglés), y desde éste hacia la conversación de pasillo (de vuelta al español), que es donde las ideas cuajan.

El sentido común es que los PhD que asistieron a BALAS son duchos en el inglés, pero la verdad no es tan así. Hubo excepciones y hasta pude disfrutar el acento de Oxford de uno que otro conferencista, pero la mayoría de los latinoamericanos presentes hablaban un inglés claramente inferior a la potencia de su pensamiento.

Se dirá que hacer BALAS íntegramente en inglés expresa y muestra una región global, donde cualquier ciudadano hábil en la lengua franca puede sentirse como en casa, pero dudo que haya causado tal efecto en la audiencia anglohablanteEllos debieron percibir la riqueza que se perdía en el alarde; son además personas interesadas en América Latina, que vienen a la región a interiorizarse más sobre sus desafíos y problemas, lo que incluye exponerse al español y al portugués, dos lenguas fuertes, extendidas y parecidas

América Latina no responde al caso de Europa, donde la total diversidad idiomática sí justifica una lengua franca.

Tiempo atrás, en Miami, luego de escuchar (en inglés) al experto en calidad hospitalaria Thin Tran, del Baptist Health South Florida, me acerqué para preguntarle cosas a propósito de nuestro Ránking de Hospitales, excusándome de entrada por mi deficiente inglés [disclaimer], ante lo que él refrendó diciendo que su situación era peor: no hablaba –ni mal ni bien– sino ni jota de español (la traducción es libre), pese a estar interesado en la situación de América Latina.

Suponer que el inglés es tanto más prestigioso que el español o el portugués es reconocer implícitamente que nuestras lenguas son menos aptas para pensar. O sea, que pensamos menos. O, en el mejor de los casos, que para reflexionar correctamente sobre un tema específico (en mi caso, el management latinoamericano), hemos de hacerlo como los monjes medievales que pensaron a Dios en latín, mientras en la realidad las lenguas romances se colaban por todos los intersticios de la espiritualidad y el pensamiento.

* Esta columna fue publicada en la sección Línea Directa de la edición de mayo de AméricaEconomía.

Autores

Andrés Almeida